Enlace Judío – Lo acepto. Confieso. Este 2020 logró covidizarme. No recuerdo en qué momento bajé la guardia, lo que sí es que aún no he logrado escapar del caótico vórtice.

Cuando el último día del 2019 leí sobre la recién descrita neumonía atípica ya no hubo forma de desviar la vista. Mi primer texto para Enlace Judío sobre el coronavirus fue el titulado “Hecho en China, con materia prima de murciélago y empaque de serpiente”, publicado el 23 de enero cuando la epidemia seguía concentrada en China y Wuhan estaba por construir un hospital de mil camas en diez días. Se percibe tan lejano.

El que siguió lo redacté el sábado 29 de febrero con un nudo en la garganta, un día después del primer caso confirmado en México y en el que en forma de listado expuse lo que sabíamos hasta el momento del SARS-CoV-2. Quién hubiera dicho que nos volveríamos todos cuasi virólogos en un abrir y cerrar de ojos. Nadie imaginaba lo que vendría, sin embargo estaba segura que quedarme de brazos cruzados y mirar la pandemia pasar no era una opción. Había que poner en contexto lo que parecía indescifrable, dar claridad al recién formado torbellino. No soy epidemióloga para trazar modelos, ni tampoco intensivista para ayudar en algún hospital. Así que como muchos durante estos meses, lo que hice lo aprendí mientras lo hacía, la ciencia requería ser transferida a las personas mientras se descubría, en tiempo real. Como muchos colegas, no vislumbré otra alternativa y me covidicé.

Desde ese inicio son cientos de textos que trataron de hacer hincapié en lo relevante, varias decenas de entrevistas, un cuento de fantasía basado en evidencia científica, programas de TV, campañas con expertos, revisiones científicas, notas periodísticas, videos, colaboraciones, proyectos aún inconclusos, muchas pláticas públicas, demasiados tuits, mensajes en blog, webinars y cursos. Acciones que me exigieron enfoque para trabajar por una misión que consideré importante y que por ello, contribuyeron a darle sentido a cada minuto de cada uno de los días de este distópico 2020.

Agradezco a quienes le dieron likes a mis posts, a los que compartieron con otros mis entradas, también a quienes comentaron por estar o no de acuerdo y enriquecieron las conversaciones, a los que dieron minutos de sus días para leerme, y sobre todo, por los varios nuevos amigos que no conozco más que a través de la pantalla de Zoom. Espero haber acompañado a varios en esta travesía que como humanidad tuvimos que caminar, sin duda cada uno de ustedes me hizo compañía. El viaje fue más liviano así.

Termina este 2020 que quisiéramos desde ahora ya olvidar pero que forzosamente recordaremos por siempre, por ser el año en que nos autoconocimos mejor, en el que aprendimos a valorar lo que antes nos parecía invisible; porque es el año que cambió al mundo para siempre y el que pasará a la historia como un parteaguas del siglo XXI. Y nosotros fuimos testigos, somos esos sobrevivientes.

De todas los gracias, uno especial y en mayúsculas a Enlace Judío y su gran equipo, por su profesionalismo, su confianza, por haber sido mi marcapasos y apoyo incondicional, por invitarme a colaborar en un momento en que la ciencia era el personaje central y por ser un canal abierto continuo, incluyente, comprometido con la información veraz y con proveerla de forma responsable a toda la sociedad.

Aquí una mirada a los trabajos que resultaron de este insólito ménage à trois: entre las ideas que no sabía podía generar, Enlace Judío y el virus que lo irrumpió todo. Una mirada de retrovisor al 2020 que finalmente acaba.

 


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