Enlace Judío México e Israel – Israel es un país diverso. Inmigrantes de todo el mundo buscan mudarse a tal país para construir una mejor vida. Alrededor de 250,000 de ellos no son ciudadanos. A su vez, 30,000 de los trabajadores sin documentos o no ciudadanos provienen de Filipinas.

En los últimos 33 años, desde las restricciones por seguridad implementadas a raíz de la intifada palestina de 1987, la demanda por trabajadores urbanos se ha incrementado. A causa de ello, los filipinos han llegado a Israel en altos números. En lo general, se dedican al trabajo doméstico, hotelería o construcción. Según la periodista Ruth Margalit, a los filipinos les atrae el prospecto de ir a Israel por la situación económica y la calidez de su gente.

En el artículo de Margalit, ella entrevista a Darcy Margallo, quien trabaja en Tel Aviv desde hace más de veinte años. Él señala la sensación de libertad como una de las principales razones por las que le gusta vivir ahí. “Le dices a tu empleador que va a venir tu novio o novia y el empleador dice: ‘Ve a verlo’ o ‘¡Dile que venga aquí!’”, declara Margallo.

La presencia de filipinos en Israel se puede notar en lugares como el sur de Tel Aviv, el área más diversa de la ciudad blanca. La Estación Central de Autobuses se convierte cada sábado en un centro de convivencia filipino. Abundan los puestos de comida y los sitios de ocio naturales del país sudasiático.

Sin embargo, es importante no romantizar la vida de los filipinos en Israel. Aunque se hayan establecido como una comunidad vibrante y de importancia en el país, todavía enfrentan altos niveles de discriminación.

Los filipinos que buscan emigrar a Israel enfrentan retos económicos tanto en su país de origen como el de destino. Para comenzar el proceso de inmigración, deben de pagar alrededor de 8,000 mil dólares a compañías que les ayudan a llegar a Israel. Una vez ahí, les toma años recuperar su inversión. De acuerdo con The Times of Israel, a los filipinos normalmente se les paga el salario mínimo dictado por la Corte Nacional de Trabajo, pero se le imponen tarifas ilegales que reducen su sueldo.

Asimismo, algunos partidos políticos de derecha como el Likud o el Shas han impulsado leyes que consideran a los filipinos como visitantes, en vez de residentes o ciudadanos. Ello, según Kav LaOved ha resultado en que se puedan violar los derechos de los trabajadores, ya que no están protegidos por la ley. Aunque las comunidades extranjeras sean bajas en número, partidos como el Shas ven su presencia como una amenaza al carácter judío del Estado.

En múltiples ocasiones durante los últimos veinte años, el gobierno israelí ha amenazado con llevar a cabo deportaciones masivas de filipinos que incluyen a niños nacidos en Israel. Para las comunidades filipinas, dichos anuncios significan terror. Varios niños filipinos sólo hablan hebreo y están integrados a la sociedad israelí. La posibilidad de ser deportados a un país que no conocen y en donde se habla una lengua ajena les es aterradora.

En 2008, el gobierno anunció la intención de deportar 1,200 niños filipinos. La opinión pública inmediatamente se tornó en su contra. Grupos de sobrevivientes del Holocausto pidieron al gobierno “proteger el honor de Israel y poner este capítulo vergonzoso atrás de nosotros”. Las manifestaciones en plazas públicas se hicieron presentes. Finalmente se revirtió la decisión e incluso se les acabó dando ciudadanía a más de 800 niños que intentaban deportar.

De nuevo, en 2019 se expresó la intención de deportar a los niños filipinos masivamente. En esta ocasión, la deportación se materializó para unos cuantos. No obstante, muchas de las prospectivas deportaciones fueron detenidas por distintas cortes.

La comunidad filipina ha logrado establecerse como un grupo fuerte, vibrante y esencial en Israel. Además, ha enriquecido al país con su trabajo y su cultura. Los filipinos, especialmente los niños que nacieron ahí, merecen ser tratados con dignidad, como a cualquier otro ser humano.

 


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