(JTA) – No creo que sea exagerado decir que 2020 fue uno de los años más duros que el mundo ha vivido en la historia reciente. Hoy reflexiono sobre las lecciones que aprendí de mis padres, ambos sobrevivientes del Holocausto, que me enseñaron la capacidad de hacer el mal y de bondad en el espíritu humano.

Incluso como general que vivió de cerca los estragos de la guerra, y como político que participa en desafiantes batallas políticas, no podría haber previsto la situación actual que enfrenta el pueblo judío hoy.

Durante muchos años, hemos visto el aumento del antisemitismo disfrazado en sus múltiples caras, formas y modalidades. Pero nada podría haberme preparado para el momento en que vi una sudadera con las palabras “Campo de Auschwitz” durante el asalto al Capitolio, el símbolo de la democracia estadounidense.

Al mismo tiempo, ver estas manifestaciones de odio no es sorprendente. El antisemitismo siempre asoma su fea cabeza en momentos de tensión. El odio siempre prospera cuando hay falta de amor; la oscuridad siempre prevalece en ausencia de la luz.

Podemos aprender esta lección de la historia de la Alemania de los años 30: aislada y humillada, obligada a cargar con la vergüenza y la responsabilidad de la Primera Guerra Mundial, sufriendo la inflación, el desempleo y la pobreza, la fracturada sociedad alemana se volvió hacia la violencia y el odio, culpando de sus males a los judíos.

En un reporte publicado la semana pasada por el Ministerio de Asuntos de la Diáspora de Israel, se observa un alarmante aumento del sentimiento antijudío en todo el mundo en 2021. Especialmente alarmante es el crecimiento generalizado de las teorías conspirativas malignas que a menudo culpan a los judíos de los problemas del mundo.

No debemos permitir que el pasado se repita. Debemos entender de una vez por todas que la división lleva a la polarización y al extremismo, que a su vez conducen al odio y a la violencia. Una sociedad fragmentada cuyos miembros se sienten alienados y marginados es una sociedad dispuesta a atacar a quienes considera responsables de sus problemas.

Mi madre sufrió en carne propia las consecuencias de la ideología nazi del odio en el campo de concentración Bergen-Belsen. Pero tras sobrevivir y reconstruir su vida en Israel, siempre se aseguró de hablar con suavidad y respeto, incluso a aquellos con los que no estaba de acuerdo.

Tras cualquier campaña u operación militar que dirigí, mi madre siempre me preguntaba si me había acordado de proporcionar ayuda humanitaria, medicamentos y alimentos a la población civil del otro lado. Imagino que debió sentirse muy orgullosa cuando me miró desde el cielo el día en que el ejército israelí se ofreció a atender a las víctimas de la sangrienta guerra civil de Siria; quizás incluso más orgullosa que el día en que me ascendieron al rango de general. Recuerdo que me abrazó, sonriendo, y luego dijo con calma: “Ahora, general, por favor, saque la basura”.

Siempre comprendió el valor de la conexión humana y los peligros de la alienación. Entendía que el tejido humano de la sociedad es lo que disuade a la gente de recurrir a ideologías de odio para llenar el vacío.

Al observar las tendencias mundiales de hoy, me preocupan profundamente las crecientes divisiones sociales y políticas en Europa y Estados Unidos, incluso en Israel, y el discurso en línea lleno de odio que, lamentablemente, hemos llegado a conocer tan bien. Representan los terrenos más fértiles para la xenofobia y el antisemitismo.

Como alguien que tiene la suerte de dirigir el Ministerio de Defensa del milagro que es el Estado de Israel, no conoceré la paz hasta que cada judío, cercano o lejano, se sienta seguro. Proteger al pueblo de Israel, que ha vivido como una minoría perseguida durante más de 2000 años, será siempre un imperativo absoluto para este general judío.

Ese fue el legado que me dejaron mis padres. Pero sé que sin una acción global para detener a los extremistas y sus ataques contra el pueblo judío, no lograremos frenar esta preocupante tendencia. Los líderes mundiales deben rechazar inmediatamente y sin concesiones cualquier expresión de antisemitismo y antisionismo.

Al mismo tiempo, deben trabajar para defender la tolerancia y crear puentes entre las comunidades. Estos dos esfuerzos deben ir de la mano para que realmente podamos librar a este mundo del antisemitismo, la intolerancia y el odio.

Con el espíritu de mi madre habitando siempre dentro de mí, tengo presente y recuerdo a los demás que el odio solo puede dar lugar a más odio y que la oscuridad no puede ahuyentarse con más oscuridad. No, amigos míos, eso requiere algo mucho más poderoso. Eso requiere luz.

Benny Gantz es Ministro de Defensa de Israel, vigésimo Jefe del Estado Mayor de las Fuerzas de Defensa de Israel y líder del partido Kajol Laván.

De la traducción (c)Enlace Judío México
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