Este artículo es la tercera parte de una serie llamada “La guerra contra el sol”. Da click en los siguientes vínculos para leer la primera, segunda y tercera parte.

Enlace Judío – El relato de Sansón, a simple vista, pareciera apenas una simpática fantasía sobre un hombre con una fuerza sobrenatural. Algo demasiado típico en la mitología antigua (por ejemplo, Hércules). Pero es mucho más que eso. Es, en los términos propios de la retórica israelita antigua, una poderosa crítica contra las deidades solares, tan comunes en Mesopotamia y, sobre todo, tan importantes para Egipto.

Que Sansón es un personaje solar está fuera de toda duda. Lo revela, incluso podríamos decir que descaradamente, su nombre: en hebreo es Shimshón, claramente vinculado con la palabra hebrea para decir “sol”: Shemesh.

Pero mucha atención: es un “personaje solar”, no una “deidad solar”.

Esto tiene una implicación muy interesante: el relato de Sansón se une al coro de relatos en los que las creencias solares de la antigüedad son destruidas por la teología israelita. Ya lo vimos con relatos de lo más interesantes, como los de Abel y Caín, Yosef y sus hermanos, o el cruce del mar de los Juncos durante el Éxodo.

Siguiendo esa lógica, el texto bíblico nos presenta a un héroe espectacular cuyo nombre lo vincula con el sol y, como todo buen relato solar, todo empieza con una concepción milagrosa.

Es un dato relevante: muchos de los dioses solares de los mitos antiguos nacieron de este modo. En este caso en particular, siempre vale la pena remitirnos a Hércules, por ser un personaje sumamente parecido a Sansón; y por ser una de las deidades solares más célebres de la antigüedad helénica.

Según el mito griego, Hércules fue resultado de una de las tantas correrías amorosas de Zeus que, en esta ocasión enamorado de Alcmena, hija del rey de Electrión de Micenas, la visitó habiendo tomado la apariencia de su esposo anfitrión.

En el relato bíblico, Manoa es un hombre de la tribu de Dan, y su esposa —nunca se menciona su nombre— es estéril y sin hijos. A ella se le aparece “el ángel del Señor” en el campo, y le anuncia que tendrá un hijo y que este será un Nazir, por lo que ella, desde ese momento, también debe abstenerse de beber vino y sidra, y de comer alimentos inmundos.

La mujer lo cuenta a Manoa, y este ruega porque el varón que se le apareció a su esposa (en ese momento no saben que es “el ángel del Señor”) vuelva a aparecer. Esto así sucede, se confirman las instrucciones a la mujer, y cuando Manoa y ella están ofreciendo un holocausto, el extraño visitante sube al cielo junto con las llamas de la ofrenda. Entonces se dan cuenta de que ese personaje es “el ángel del Señor” y Manoa piensa que van a morir “porque han visto a D-os”.

Aquí hay dos detalles interesantes. El primero es que no debe ser accidente que el relato vincule a Sansón, este personaje solar y similar a Hércules, con la tribu de Dan, una tribu definitivamente vinculada con Grecia. En el antiguo territorio de Dan, las excavaciones arqueológicas han recuperado una gran cantidad de cerámica de evidente estilo griego, por lo que existe la sospecha de que, en términos históricos, la “tribu de Dan” bien pudo ser un grupo de origen micénico que se estableció en las costas de Canaán durante la invasión de los llamados “pueblos del mar”, pero que —a diferencia de los filisteos, otro grupo similar en su origen— no entró en conflicto con los israelitas, sino que se asimilaron pacíficamente.

Más allá del detalle arqueológico, lo que definitivamente debió ser bien recordado por los israelitas antiguos fue el hecho de que la tribu de Dan tenía vínculos con Grecia, y por ello no es extraño que Sansón sea, justamente, de esa tribu. Es decir, porque el relato estaría claramente dirigido a destruir la narrativa mitológica griega, por medio de un personaje demasiado similar a Hércules y que habría vivido hacia la misma época (entre los siglos XIII y XI AEC).

El otro punto que llama la atención es que el relato bíblico no usa la típica frase “entonces Manoa se llegó a su mujer y esta concibió un hijo”, por lo que queda abierta la posibilidad de que Sansón haya sido hijo de “el ángel del Señor”. Sería algo completamente atípico para la narrativa israelita, pero que asemejaría todavía más a Sansón con Hércules.

Pero las similitudes llegan hasta allí, salvo por un detalle: tanto Sansón como Hércules son jóvenes descontrolados que van a tener que meterse en muchos problemas para entender su verdadero rol como héroes.

Y nada más. Más allá de otro rasgo claramente solar en el caso de Sansón (sus cabellos), todo el relato bíblico se centra en evidenciar como este joven con el nombre del sol es, en realidad, absolutamente humano. Ni su origen sobrenatural ni su fuerza sobrenatural cambian esta realidad absoluta. Incluso, no sólo es humano, sino que hasta podríamos decir demasiado humano.

El tema de los cabellos de Sansón pareciera ser el clásico referente al invierno y la primavera: los cabellos son, en realidad, los rayos del sol; son cortados por Dalila, como representación del invierno, período en el que el sol “pierde su fuerza” (porque sus rayos son más débiles); vuelven a crecer, como representación de la temporada que va hacia el equinoccio de primavera, período en el que el sol va recuperando su poder; y vuelven a llegar al punto en que la fuerza de Sansón es la de antes, y así puede destruir el templo de Dagón junto con todos los príncipes filisteos adentro.

Pero hay un detalle que destruye el concepto mitológico clásico: en este tipo de relatos, el elemento mitológico fundamental es el renacimiento, resurrección o reciclaje del dios en turno.

Lo mencioné en la entrega anterior con el caso del primogénito de faraón: se trata de un paradigma en el que, de algún modo, la deidad vieja que había perdido su poder vuelve a la vida.

En el relato de Hércules es muy evidente: tras ser víctima de un complot del centauro Neso —a quien había dado muerte—, Hércules es envenenado con la sangre del centauro y su muerte se vuelve inevitable. Pide entonces que se levante una pira para morir allí, pero una vez que esto ha ocurrido, los dioses del Olimpo deciden liberarlo del inframundo para que ocupe un lugar entre ellos. Así, Hércules vuelve a la vida con un cuerpo glorificado, y se une a los dioses olímpicos.

Dicho arquetipo está presente en el mito de Osiris, que referí en la entrega anterior: el dios es asesinado por su hermano Seth, pero “renace” en su hijo Horus.

Este era el tema fundamental de los mitos solares, derivado del fenómeno de muerte y renacimiento del sol y de la naturaleza, que ocurre cada temporada invernal.

Pero con Sansón todo es distinto. Él, simplemente, recupera su fuerza para morir. De hecho, para entregar su vida como sacrificio final que selle la derrota de los filisteos.

Y justo lo hace durante una celebración al dios Dagón, una deidad agrícola de origen ugarítico, luego asimilada por los filisteos. ¿Por qué es importante el dato de lo agrícola? Porque los mitos agrícolas son idénticos a los mitos solares en la noción de muerte y renacimiento (exactamente por las mismas razones; en el invierno “muere” el sol, y con el la naturaleza entera; el renacimiento de las cosechas depende, lógicamente, del renacimiento del sol).

Si el relato de Sansón fuese un mito solar típico, este habría vuelto a la vida de un modo u otro y entonces se habría cumplido el ciclo de muerte y renacimiento del sol, o de la naturaleza.

Pero no. Sansón muere aplastado en el templo filisteo, y su gente simplemente recoge su cuerpo y le dan sepultura. Muere como un ser humano, porque eso fue.

De ese modo, la teología solar típica de los cultos politeístas de la zona y de la época, queda destruida.

Es un interesante modo en el que el texto bíblico nos vuelve a decir “no, no te confundas; el sol no es ningún dios; D-os, sólo hay Uno, el Único y Verdadero”.

La presente serie de notas sobre este tema la vamos a concluir la próxima semana revisando el pasaje de Isaías 7, un singular encuentro entre el profeta y el rey Ajaz, que encierra otra feroz crítica contra las deidades solares. Suele pasar desapercibida, porque como lectores modernos estamos muy lejos de la mentalidad de aquellas épocas.

Pero, por extraño que parezca, es uno de los pasajes más interesantes en esta materia.

Hasta entonces.


Las opiniones, creencias y puntos de vista expresados por el autor o la autora en los artículos de opinión, y los comentarios en los mismos, no reflejan necesariamente la postura o línea editorial de Enlace Judío.