Enlace Judío – La reciente histórica visita del papa Francisco I a Irak, a pesar de las amenazas del terrorismo islamista, fue parte de su esfuerzo continuo para lograr la reconciliación entre el cristianismo y el islam a través del diálogo con líderes religiosos islámicos pragmáticos, y así proteger a las minorías cristianas en el Medio Oriente.

Muchos factores han  dividido al pueblo iraquí, cuya tierra está bañada de sangre de víctimas de conflictos religiosos y étnicos de muchos años. Ahora parecen aceptar con los brazos abiertos los mensajes de reconciliación, paz, oposición al terrorismo e igualdad del líder mundial del catolicismo.

Su reunión con el líder chiita más importante de Irak, el ayatolá Ali al Sistani, en la ciudad santa de Nayaf, tenía la intención de impulsar sus esfuerzos. Esto es a la luz de los  ataques brutales que sufrieran los cristianos y sus lugares religiosos  por parte del ISIS, las milicias chiitas y al Qaeda. El papa se preocupó de los cristianos de Irak porque aprendió lo que les pasó a los judíos de ese país, hoy virtualmente extinguidos a excepción del Kurdistán, región que goza de una alta autonomía.

La presencia judía en Irak, antiguamente Babilonia, data por lo menos de los años 585 AEC, con la destrucción del templo de Jerusalem. Fue una de las diásporas judías más antiguas hoy reducida a un par de centenas de judíos en Bagdad. Los judíos babilonios se asentaron tan bien en esas tierras que en la época del retorno a Sión, en el año 515 AEC, casi no quisieron volver a Israel.

De hecho floreció en la región el Talmud babilónico y se formó una vigorosa comunidad judeo-kurda de la que 30,000 de sus miembros ya vivían en Israel antes de la creación del Estado. Luego de la creación del Estado hebreo, el gobierno dictatorial iraquí se encargo de destruir sistemáticamente la vida judía en el país e Israel tuvo que evacuar a los judíos iraquíes en las operaciones Ezra y Nehemías en los años 50. El mentor de esas operaciones, Shlomo Hilel, falleció recientemente. Por si fuera poco, las dos guerras de 1991 y 2003 terminaron con la esperanza de los judíos de vivir dignamente como alguna vez pudieron hacerlo.

El punto culminante de la visita papal fue la ceremonia en las antigüedades de la ciudad de Ur en el centro de Irak, a la que se atribuye el lugar de nacimiento de nuestro antepasado Abraham y se considera la cuna del monoteísmo según el judaísmo, el cristianismo y el islam.

En el centro de la ceremonia hubo una oración conjunta cerca del Zigurat de la Luz, el antiguo templo sumerio en el sitio, bajo el título “Oración por los hijos e hijas de Abraham”. Según el Vaticano, los judíos también fueron invitados a asistir a la oración, pero aparentemente, los judíos no estuvieron presentes en la misma y no por motivaciones religiosas.

La referencia iraquí al incidente no mencionó a los judíos, cuyo número en Irak continua en extinción. Esto parece ser parte de un intento de disfrazar deliberadamente su existencia y el importante papel que han desempeñado en la historia de Irak. Por otro lado, en la ceremonia en Erbil, capital de la región kurda, los representantes judíos en el Ministerio de Asuntos Religiosos del gobierno kurdo participaron en las delegaciones oficiales que dieron la bienvenida al papa.

Sorpresivamente, muchos iraquíes se sintieron incómodos ante el desprecio del gobierno por los judíos en Bagdad en el contexto de la visita y expresaron  su disgusto en las redes sociales. Un antropólogo kurdo de Mosul pidió el 5 de marzo en una entrevista con el sitio web de Algemeiner que el papa presione al gobierno iraquí para que reconozca y proteja la herencia iraquí no musulmana, incluida la de la comunidad judía. “La imagen está incompleta sin reconocer la historia judía de Irak”, dijo.

También es imposible ignorar la conexión entre esta visita y los Acuerdos de Abraham, que colocaron en la agenda musulmana y árabe el tema de la normalización de las relaciones con los judíos y con su Estado, Israel. Es precisamente en este contexto que la ausencia de los judíos en la visita del papa es aún más pronunciada e injustificada.

El Irak oficial borra la memoria de la comunidad judía que comenzó en el exilio babilónico después de la destrucción del Primer Templo pero no solo su historia, sino también físicamente, dado el continuo abandono de los edificios e instituciones hebreas. La destrucción de cementerios y la conversión de sitios patrimoniales en mezquitas (esto sucedió con las tumbas del profeta Ezequiel y el escriba Esdras) es un suceso que suele pasar ignorado.

Hoy en día en Bagdad solo quedan una sinagoga y el nuevo cementerio construido después de la demolición del antiguo cementerio donde los judíos fueron enterrados durante cientos de años y que también albergó la fosa común de los muertos en los disturbios antijudíos de junio de 1941, cuando hubo una revuelta árabe pronazi contra los británicos que dominaban la región. En el norte de Irak, la tumba del profeta Nahum se conserva y está siendo restaurada por EE. UU. y los kurdos, pueblo que vive en Irak pero de estrecha relación con los judíos e Israel.

Esperemos que muy pronto el Irak oficial preste atención a los ciudadanos iraquíes y no al odio de las milicias chiitas respaldadas por Irán, que amenazan su integridad y estabilidad y no permiten que arraiguen los mensajes de reconciliación y paz en la región.

 


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