Enlace Judío México e Israel – Ya todo está listo, las compras se hicieron y la mesa está puesta, todo ha involucrado un gran esfuerzo, el año no ha sido fácil y hoy, más que nunca, existe un especial agradecimiento.

Un pequeño, muy pequeño virus vino a demostrarnos, a nosotros los humanos, que realmente no somos tan poderosos como pensábamos, un pequeño, muy pequeño virus nos encerró en nuestras casas, dañó nuestra economía y hasta se ha llevado más de 2 millones de vidas.

Pero hoy, hoy las familias judías se sientan alrededor de una mesa para recordar, recordar que hace más de 3,000 años el pueblo hebreo salió de la esclavitud de Egipto con ayuda divina y eso se tiene que celebrar, y es que el pueblo judío no olvida los milagros de su pasado, no importa que tan lejanos se encuentren, no importa que haya una distancia de más de 3,000 años.

El pueblo hebreo fue liberado y desde entonces la libertad es uno de los valores judíos más preciados.

Hoy, ya no estamos en tiempos de esclavitud, pero el esfuerzo por la libertad es un nuevo desafío:

Tenemos que liberarnos de los pensamientos negativos, que vienen a decirnos que el escenario seguirá siendo muy complicado, que tal vez sea mejor rendirnos.

Tenemos que liberarnos del orgullo que nos ha mantenido lejos de un perdón, el perdón que ha distanciado a ese ser querido.

Tenemos que liberarnos de la presión económica que nos quiere hacer creer que todo se resuelve con dinero, porque hoy, más que nunca, hay miles de enfermos en el mundo que nos demuestran que no, no todo se resuelve con dinero.

Tenemos que liberarnos de las presunciones sociales y del constante esfuerzo por aparentar, no hay mayor libertad que ser amado por quien realmente eres, es hora de entender que no hay la necesidad de ningún disfraz.

Tenemos que liberarnos de las malditas prisas, que nunca nos dan tiempo de disfrutar el momento como realmente lo merecemos.

Tenemos que liberarnos de esa falta de tiempo que nos impide darle a nuestros seres queridos un abrazo o un beso. Tenemos que hacerlo porque, simplemente, siempre hay tiempo para un “Te quiero”.

No, no es sentarse en la mesa, decir una bendición y comer la matzá, es agradecer a Dios el milagro del pasado, es recordar, conmemorar y celebrar, pero sobre todo es replantearnos una vez más, lo que es hoy la libertad.


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