Enlace Judío México e Israel – Cuenta una leyenda árabe que dos amigos viajaban por el desierto, cuando en un punto del viaje, bastante cansados, uno atacó al otro.

El ofendido, sin decir nada, tomó su bastón y escribió en la arena: “hoy mi mejor amigo me tiró al suelo”.

Después de un tiempo, continuaron su viaje por el desierto, hasta llegar a un oasis. Allí, se bañaron a voluntad, hasta que el amigo que había sido golpeado comenzó a ahogarse.

El otro nadó hacia él y lo llevó a la orilla, sano y salvo. Fue entonces cuando el amigo rescatado tomó su grava y escribió en una piedra, rodeado de vegetación: “hoy mi mejor amigo me salvó la vida”.

El primero preguntó: “¿Por qué cuando te golpearon, escribiste tus sentimientos en la arena y cuando te salvaron escribiste en la piedra?”

El otro respondió sonriendo: “cuando un gran amigo nos ofende, debemos registrar este daño en la arena, para que el viento del olvido y el perdón se encargue de apagarlo.

Pero cuando un amigo nos hace algo grande, debemos registrar ese momento en la piedra de la memoria y el corazón, ¡donde ningún viento en el mundo puede soplar!

Los verdaderos amigos no siempre necesitan hablar. No tienes que visitarlo cada vez. Nuestros verdaderos amigos son los que se alegran de nuestras victorias y son los primeros en solidarizarse con nuestras desgracias.

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