Rut y Naomi. El amor a la Torá

Cuando uno escucha la palabra amor uno suele pensar en el amor romántico o el amor de una pareja, sobre todo si se nos habla de un amor intenso donde la persona está dispuesta a cambiar todo lo que tiene por el ser amado. Sin embargo, en la Torá y el Tanaj encontramos muchos ejemplos de amor profundo y duradero que no necesariamente involucra a una pareja; entre los más representativos se encuentra la historia de Rut.

Ella era una mujer que vivía con su suegra (Naomi) y su cuñada (Orpa) en Moab; su esposo, su suegro y su cuñado (todos los hombres de la casa) murieron dejando a las tres mujeres solas. Naomi decide regresar a Israel con su pueblo y pese a las advertencias de la anciana Rut decide seguirla. Abandona su casa, su pueblo y su familia para habitar entre el pueblo judío. Finalmente termina casándose nuevamente con Boaz el líder de la comunidad judía y de su descendencia surge David y toda la casta de reyes judíos.

El acto de Rut es un acto de amor, sigue a su suegra por el amor que le tiene, pese a que esta misma la libera de cualquier responsabilidad que tenga sobre ella y le advierte sobre las dificultades que se presentará en su camino: “Regresen hijas mías ¿Por qué irían conmigo?… mi suerte es más amarga que la vuestra.” Aún así Rut, quien según el midrash, siendo princesa de Moab pudo haberse casado en la opulencia nuevamente acompaña a su suegra en la humillación, la pobreza y la soledad. Lo hace por amor y lo hace con cariño poniendo buena cara al tiempo, recolectando como mendiga la cebada de los campos para compartir su comida con su suegra.

Para el judaísmo, la historia por bella que sea no sólo representa el amor y acompañamiento de dos mujeres que están unidas por la misma tragedia, también representa el amor a D-os y a la Torá que todo judío debe tener: “No me incites a abandonarte, a voltear mi camino y dejar de seguirte, porque a donde tú vayas yo iré; donde tú vivas yo viviré. Tú pueblo será mi pueblo y tu D-os mi D-os.” Representa el deseo de seguir la voluntad divina frente a cualquier costo, estar rodeado de Su Presencia, con las leyes de la Torá. Sólo de un amor así es que pueden surgir los reyes de Israel.

Además, Boaz, el nuevo matrimonio de Rut fue quien lideró al pueblo judío hacia un periodo de Redención tras una decadencia moral fuerte en el pueblo. Dicha cercanía con la Divinidad fue posible gracias también a Rut supo infundir el amor que sentía por la Torá, Rut representa la parte más espiritual de judaísmo aquella que nos recuerda que seguimos el camino que seguimos por amor y voluntad. Sin la historia de Rut no existiría siquiera la idea de Redención.

Isaac, Abraham y la Akeidá

El segundo evento que quiero mencionar es lo que llamamos la “Akeidá” (Atadura) de Isaac, lo que popularmente se conoce como “el sacrificio de Isaac.”

A lo largo de la vida de Abraham hay ciertas acciones que D-os le pide realizar o situaciones que tiene que enfrentar las cuales lo hacen crecer espiritualmente, a éstas le llamamos pruebas. La tradición (Avot) nos dice que Abraham enfrentó diez pruebas y con cada una de ellas conoció con mayor profundidad a D-os y Su plan divino. El sacrificio de Isaac es la prueba más extraña y conocida que D-os le pide a Abraham.

En este evento D-os le pide Abraham subir al monte Moriá con su hijo Isaac y ofrecerlo como sacrificio. Después del trayecto finalmente un ángel se acerca y terminan ofrendando a un cabrito en su lugar. Se llama Akeidat (atadura) de Isaac porque éste se deja llevar hasta el lugar del sacrificio y atar como se ataba a las ofrendas. Es uno de los pasajes más emblemáticos y discutidos de la Torá. En la tradición judía se acepta que las dos partes (Abraham e Isaac) tenían plena conciencia de lo que estaba ocurriendo y deciden participar activamente en ello, Isaac lejos de ser un niño tenía 38 años cumplidos.

En el diálogo que se da entre Abraham e Isaac se muestra la aceptación de padre e hijo frente al reto que se les presenta. Abraham usa la misma palabra para responder a D-os que a su hijo “Hineni” quiere decir “Aquí estoy,” pero más que un lugar geográfico representa una disposición moral frente al interlocutor, la voluntad de escuchar y aceptar a quien habla. El lenguaje que usan padre e hijo es metafórico, cuando Isaac pregunta “¿Dónde está el cabrito?” no es una pregunta literal, sabe que él es la ofrenda, sin embargo, pregunta por el lugar espiritual donde él mismo, Isaac, se encuentra. Abraham responde que D-os proveerá por el cabrito, es decir D-os enseñará los motivos de esta acción o le dará la fuerza suficiente para enfrentar el reto. El pasaje remarca que “caminaron juntos” mostrando que están en la misma disposición.

Difícilmente este pasaje es descrito como una forma de amor, sin embargo, el caminar de Isaac y Abraham hacia el monte Moriá no sólo representa un acto de amor para con D-os, sino también un acto de amor entre padre e hijo. Ambos saben que cumplen la voluntad de D-os al actuar como actúan y hay un apoyo mutuo en ello. Para ambos, ese momento representa la cúspide de su desarrollo espiritual, en el caso de Abraham preparó toda su vida a su hijo para tener la fortaleza de poder enfrentar un momento así y el llevarlo al monte y subir con él a ese lugar sigue siendo parte de esa preparación que le dio; mientras que Isaac, acepta esa enseñanza y cree ciegamente en la revelación de su padre, Isaac no fue quien habló con D-os, Isaac confía ciegamente en Abraham; a la vez que acompaña a su padre en el momento más difícil de su vida, enfrenta con valentía su destino. Hay comentaristas que mantienen que el sacrificio se concretó y D-os le dio vida nueva a Isaac, aunque la opinión general es que el sacrificio se detuvo y se dio a un cabrito en el lugar de Isaac. En cualquiera de los casos la prueba que padre e hijo enfrentan en conjunto abre al mundo una nueva visión de la fe y una forma nueva de relacionarse con la Divinidad; es el momento en que Isaac hereda la línea de Abraham y se convierte realmente en uno de los padres del judaísmo.

Moisés, Yom Kipur y el amor al pueblo judío

Otro de los grandes ejemplos de amor que hay en la Torá es el amor que constantemente expresa Moisés al pueblo judío, al igual que Abraham se atreve a discutir con D-os por el bienestar de aquellos a quien ama. Abraham discute con D-os por el bienestar de Sodoma y Gomorra, por el amor que le tiene al hombre. Moisés constantemente pide a D-os por el pueblo judío y discute con D-os sobre el destino de éste. Sin embargo, ningún momento llega al nivel de amor que Moisés expresa en Yom Kipur, el día que obtiene el perdón de D-os para el pueblo judío. En ese momento Moisés le pide a D-os que si no perdona al pueblo por el pecado que cometieron borre su nombre del libro que ha escrito.

No sólo rechaza la oferta de D-os de hacer una nación pura que salga de él, no sólo pide por el bienestar del pueblo judío, sino que Moisés está dispuesto a sacrificar la eternidad y su rol como líder, su propia vida por el amor que tiene al pueblo judío.

Raquel y Lea. El amor a una hermana

Otro gran ejemplo de acto de amor ocurre en la historia de Raquel y Lea. Los midrashim (relatos orales) se preguntan cómo fue posible que el truco de Laban tuviera éxito con Jacobo, como pudo casarlo con la hija mayor sin que Jacobo se diera cuenta. Y la respuesta que se da es que Raquel asistió a su padre por el amor que le tenía a su hermana. Jacobo le había dado señales a Raquel tanto habladas como físicas para saber que realmente era ella con quien se estaba casando, sin embargo, Raquel no quiso avergonzar a su hermana frente a toda la gente el día de la boda y decidió darle las señales a Lea para evitarle esta vergüenza. Es gracias a ese acto que Jacobo termina casándose con las dos hermanas y que los padres de las doce tribus nacen de ambos casamientos. Sin ese acto de amor de Raquel, no habría pueblo judío.

Sansón y Dalila

Ésta es una de las historias de amor más trágicas del Tanaj. Sansón era un juez de Israel cuya fuerza era inigualable en todo el mundo, ganó varias batallas contra sus enemigos y recuperó varias de las tierras arrebatados por los filisteos. Él era un nazir, un hombre que había tomado votos de abstinencia con D-os; su fortaleza y éxito radicaban en los votos que cumplía, entre ellos su pelo que no había sido cortado. Tras varias ocasiones en que enfrenta a los filisteos termina por casarse con Dalila una mujer quien finalmente terminaría por entregarlo a sus enemigos.

En un acto de amor le rebela que el poder de su fortaleza radica en los votos hechos a D-os, entre ellos el mantener su pelo largo. Dalila, quien era filistea, no duda en traicionarlo cuando Sansón duerme llama a un criado para cortar su pelo y de esta forma Sansón pierde toda su fuerza y es apresado por los filisteos. Sin embargo, a la hora cercana de su muerte D-os le regresa su fuerza y en cautiverio logra tirar el edificio donde está preso acabando así con el templo y toda la casta gobernante de los filisteos. Fue este último golpe que Sansón da con su muerte que acabó con el dominio de los filisteos sobre la región.