(JTA) – Oded Revivi, alcalde de la ciudad de Efrat en Gush Etzión y alto funcionario del Consejo Yesha, la organización que representa a las comunidades israelíes en Judea y Samaria, ofrece una alternativa a la solución de dos Estados: aprender a vivir con nuestros vecinos palestinos.

El acuerdo de cese al fuego anunciado la semana pasada entre Israel y Hamás encarna la sabiduría que a menudo, aunque de forma dudosa, se atribuye a Albert Einstein: “Si siempre haces lo que siempre has hecho, siempre obtendrás lo que siempre has obtenido”.

Desafortunadamente, desde que el gobierno israelí se retiró de la Franja de Gaza en 2005 con la ingenua expectativa de que lograría la paz y la tranquilidad, las grandes pinceladas del conflicto latente se hicieron demasiado familiares. Hamás lanza oleadas de cohetes a gran escala contra ciudades israelíes. Dado que Hamás incrusta sus operaciones militares dentro de su población civil, y a pesar de los esfuerzos colosales del ejército israelí, las víctimas civiles en los ataques selectivos de Israel contra blancos militares son inevitables, por diseño de Hamás. A su vez, Hamás culpa a Israel de las devastadoras pérdidas civiles para inspirar a la comunidad internacional a intervenir, presionar a Israel hacia un cese al fuego y permitir a Hamás reclamar la victoria y sobrevivir para volver a atacar en el futuro.

Los principales medios pintarán a Israel como el Goliat; las agencias internacionales lo acusarán de crímenes de guerra. Ninguno de ellos considerará que la Carta fundacional de Hamás apoya el genocidio judío.

Esta fórmula ha demostrado ser lo suficientemente lucrativa como para obtener fondos de aliados como Irán y compromisos de ayuda humanitaria de fuentes internacionales que dudarían o no podrían legalmente proporcionar fondos a una región gobernada por una organización terrorista. Y luego, sorprendentemente, esos fondos se desvían (¿puede llamarse un desvío?) a capacidades militares agresivas y ofensivas para el próximo ataque contra civiles israelíes.

Pero la sensación de déjà vu no cesa con estos ciclos de violencia. Se mantiene en la respuesta política y diplomática.

El secretario de Estado de EE.UU., Antony Blinken, sigue insistiendo, por ejemplo, en que la motivación para alcanzar un rápido cese al fuego fue la preservación de la solución de dos Estados. Todo ello a pesar de que Gaza funciona actualmente como un Estado, aunque más parecido al ISIS o al Estado Islámico de Gaza que a una democracia liberal occidental.

¿Cómo acabar con este ciclo? Se reduce al principio de Einstein: conocer la historia, tener el coraje de reconocer lo que no ha funcionado, pensar de forma innovadora y, lo más importante, asegurar que nuestros esfuerzos estén encaminados a lograr la paz.

Este conflicto siempre ha estado envuelto de fervor religioso. A pesar de un siglo de pruebas en contra, uno de los elementos más fuertes de la creencia mesiánica ha sido la centralidad de la solución de dos Estados como la clave para resolver el conflicto.

En 1948, Israel aceptó totalmente esa premisa. Los siguientes 19 años fueron una solución de facto de dos Estados, que desafortunadamente no trajo la paz. Durante el siguiente medio siglo y a pesar de los notables esfuerzos diplomáticos, la implacable presión internacional y las múltiples ofertas israelíes para crear un Estado palestino, esa paz sigue siendo evasiva, pero persiste la creencia de que se demostrará que Einstein estaba equivocado.

Veamos los Acuerdos Abraham.

La misma escuela que está obsesionada con la solución de dos Estados también estaba convencida de que Israel nunca normalizaría las relaciones con otros países árabes hasta que no se creara un Estado palestino. Sin embargo, la influencia de los Acuerdos Abraham se extiende por toda la región y no solo entre los países árabes amenazados por el eje iraní. El espectáculo de que árabes e israelíes se lleven bien públicamente está haciendo que muchos, incluso entre los árabes israelíes y los palestinos, revalúen su larga hostilidad hacia Israel.

Uno de los obstáculos para resolver el conflicto israelí-palestino es que, aunque los líderes lograran un acuerdo, es difícil imaginar cómo los pueblos podrían superar generaciones de hostilidad y violencia para alcanzar la paz. Esto es algo que hay que cultivar años atrás.

En Efrat, donde me desempeño como alcalde desde 2008, somos pioneros en el modelo de diplomacia de abajo hacia arriba al relacionarnos con nuestros vecinos palestinos. Hemos contribuido a una notable mejoría de las relaciones a lo largo de los años. La desconfianza de ayer ha dado paso al optimismo de mañana. Estas relaciones se remontan a la fundación de Efrat en 1983 por el rabino Shlomo Riskin. Queda mucho camino por recorrer, como demostraron los disturbios de hace dos semanas en Lod, Aco y otras ciudades mixtas de Israel. Sin embargo, esos disturbios son también la excepción que confirma la regla.

Estas comunidades recurrieron a la violencia debido a la incitación activa de Hamás/Irán, que ve la coexistencia entre judíos y árabes israelíes como una amenaza para su visión del mundo. Esperemos que esto haya sido la tormenta antes de la calma.

Cuando se fundó Efrat, siempre se protegieron los derechos de propiedad de palestinos individuales, y hasta el día de hoy los palestinos poseen y desarrollan granjas dentro de los límites de Efrat. El día en que tanto israelíes como palestinos abandonen la expectativa de que un día el otro será expulsado por la fuerza de esta tierra, podrán florecer los cimientos de la coexistencia.

La paz llegará cuando comprendamos que nuestro futuro depende de unos y otros, y que nunca nos divorciaremos los unos de los otros, y que ningún israelí o palestino debe ser evacuado por la fuerza de sus hogar. Efrat no tiene una valla de seguridad que la separa de las aldeas palestinas vecinas. La seguridad está garantizada por un deseo mutuo de calma, no por tratados acordados en hoteles europeos.

Yo diría que hablar de soluciones es contraproducente, ya que garantiza que cualquier compromiso será visto a través de un lente político: “¿Hemos renunciado a la influencia en futuras negociaciones?”. El hecho de centrarnos en intentar alcanzar una solución concreta nos ha desviado de intentar alcanzar la paz.

La afirmación de que la alternativa a una solución de dos Estados es un Estado forma parte del daño que la ortodoxia de los dos Estados ha provocado. Debemos dejar que las relaciones se desarrollen sin la expectativa de que una de las partes sea expulsada de la zona. Es mucho más probable que alcaldes israelíes y palestinos de las regiones colindantes colaboren si los gobiernos nacionales les proporcionan la pista y el apoyo necesarios para ello. Actualmente, la Autoridad Palestina impide cualquier colaboración de este tipo, exigiendo que casi todos los contactos se oculten a la vista del público.

En lugar de un “proceso” de paz, necesitamos una pausa a largo plazo que permita el desarrollo de soluciones orgánicas.

Como acabamos de comprobar, incluso ampliando la barrera de seguridad con Gaza hacia el cielo a través de la Cúpula de Hierro, podemos evitar la calamidad pero no asegurar la calma. Eso solo llegará a través de una auténtica coexistencia.

Qué pasaporte tendrá cada uno de nosotros dentro de cinco, diez o cincuenta años, no puedo decirlo. Pero la paz llegará cuando recalibremos nuestros esfuerzos diplomáticos, pasando de intentar crear un nuevo Estado palestino que puede o no dar lugar a la paz, a lograr una paz que puede o no dar lugar a un Estado palestino.

De la traducción (c)Enlace Judío México
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