Enlace Judío México e Israel – Eduardo Luis Feher relató en la charla virtual “Yo desayuné con el asesino de Trotsky”, como en 1959 ingresó a la cárcel de Santa Martha Acatitla para conocer a Ramón Mercader del Río, el asesino de líder revolucionario ruso León Trotsky, con el que pasó cinco horas.

Feher nació en Veracruz. Es ensayista, narrador y poeta. Estudió Derecho y se doctoró en Derecho Social en la UNAM. Ha sido profesor de la UNAM y presidente de la Academia Mexicana de Literatura (1984).

Es colaborador de Acción Universitaria, El Eco del Sur, Excélsior, La Hora de México, México en la Cultura, Punto Universitario y Verdad.

Sobre el origen de Ramón Mercado del Río, Feher compartió que la familia de ascendencia española, estaba conformada de una muy peculiar manera, pues su padre era un rico burgués mientras que su madre era comunista.

“Es muy curioso su origen, él nació en Cataluña, hijo de padre muy rico burgués y su madre, Caridad del Río que tenía digamos orígenes españoles en la habana y era una comunista recalcitrante. Imagínense ustedes la combinación de un padre rico burgués dueño de calle, dueño de fábricas textiles y la señora totalmente comunista y anti burguesa. Además la señora de joven ya en la época, era muy afín a las drogas y a la prostitución y aparte de abrazar a muchos hombres abraza el comunismo”, detalló.

Feher refirió que Mercader pasó 19 años en la cárcel de Lecumberri y posteriormente fue trasladado a Santa Martha Acatitla, que en aquel entonces era el centro penitenciario más reciente y moderno de México.

Junto con un grupo de 6 compañeros de la facultad de Derecho de la UNAM, Feher solicitó al rector de su facultad visitar el penal con el único propósito de conocer a Mercado del Rio en mente.

“Quiero saludarlo con la única condición de no preguntarle nada” sobre el crimen, escribió Feher en una tarjeta que el director de la cárcel le entregó a Mercader. “¿Vas a desayunar conmigo en la celda?”, le preguntó el detenido una vez que estuvieron frente a frente.

“Fue impactante conocer a un personaje siniestro de talla internacional que, a la vez, era un tipo encantador, inofensivo, con una cara agradable y bondadosa”, comentó Feher, que tenía 18 años y estudiaba Derecho.

En las cinco horas que pasaron juntos aquel día de 1959, unos 19 años después del asesinato cometido en la casa que Trostky tenía en el barrio de Coyoacán, en la capital mexicana, “el único entrevistado” fue Feher.

Pues Mercado del Rio lo cuestionó sobre el origen de sus apellidos, quién lo enviaba, pero con la charla y las respuestas de Feher el recluso confió en él.

“La impresión fue de un científico, que me dio confianza y le di confianza y estuve varias horas ahí platicando con él, de nimiedades y amistades. ¿De qué puede platicar un muchacho de 18 años, no?”, cuestionó.

Después recorrieron la prisión. Mercader, que estaba a cargo del mantenimiento del lugar, cambió focos de luz y ajustó algunos tornillos. Vestía un guardapolvo blanco, era alto, usaba anteojos y una lapicera Sheaffer.

Feher asegura que cumplió aquella condición autoimpuesta que le permitió conocer a Mercader: no le preguntó nada sobre el crimen perpetrado en agosto de 1940.

“Pensé que jamás me recibiría porque no conversaba con nadie. Sin embargo, era un preso de lujo al que tuve la oportunidad de conocer”, conluyó.

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