Enlace Judío México e Israel – Violeta Friedman nació en una pequeña ciudad de la región de Transilvania llamada Marghita (hoy parte de Rumania) en abril de 1930. De familia judía, su vida estuvo marcada por la trágica experiencia de los campos de exterminio alemanes.

Junto a su familia fue hecha prisionera e internada en el campo de exterminio de Auschwitz  antes de cumplir los 14 años, en marzo de 1944. En la misma noche de su llegada, toda su familia -su bisabuela, sus abuelos, sus padres-  fue enviada a las cámaras de gas por orden del doctor Mengele, excepto su hermana mayor.

Violeta estuvo en ese campo hasta enero de 1945, cuando fue liberada por las tropas rusas. Después de la Guerra Mundial vivió en Canadá y posteriormente se estableció en Caracas (Venezuela), donde contrajo matrimonio.  En 1965, tras haberse divorciado, se trasladó a España con una hija suya.

Durante 39  años guardó silencio, como la mayoría de supervivientes, tratando de olvidar lo inolvidable, pero fue en vano. Al ver como algunos intentaban negar el Holocausto, comprendió que tenía una obligación: la de contarlo. Su acción más destacada fue el largo proceso judicial contra Leon Degrelle, ex jefe de las Waffen SS, sentenciado a muerte en rebeldía por un tribunal belga, pero que encontró asilo en España.

Degrelle hizo, en julio de 1985, unas declaraciones a la revista “Tiempo” en las que negaba el genocidio nazi, ironizaba sobre los campos de exterminio y efectuaba juicios ofensivos de tono racista y antisemita.

Tras un largo y difícil proceso judicial, con amenazas físicas a su persona y escoltas policiales, llegó la histórica sentencia del Tribunal Constitucional del 11 de noviembre de 1991, consagrando el derecho al honor y a la verdad. Esta sentencia sentó doctrina constitucional y fue la antesala de la reforma del Código penal español en materia de racismo.

Desde 1985 la vida de Violeta ha estado dedicada fundamentalmente a recordar, para que toda aquella tragedia del Holocausto no sea olvidada y no pueda volver a ocurrir, mediante entrevistas y conferencias en las que fue dando fe al horror sufrido y que se plasmaron en 1995 en su libro, “Mis memorias”, que puede descargarse gratuitamente de la web de la fundación que lleva su nombre y que dirige su hija Patricia Weisz.

Falleció en Madrid el 4 de octubre de 2000, pero su recuerdo siempre estará vivo entre quienes la conocieron y se identificaron con su lucha por la dignidad.

Las personas que tuvieron la oportunidad de conocer y escucharla, saben  que se trataba de una mujer judía digna, bondadosa y orgullosa, defensora a ultranza de la libertad y de la tolerancia, de la democracia y de los derechos humanos. No soportaba la mentira ni menos aún la trivialización de la historia.

* El autor es Director de Radio Sefarad


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