Enlace Judío México / Rab. Jonathan Sacks z’’l – Incluso antes de nacer, Jacobo y Esaú lucharon en el vientre materno. Al parecer, estaban destinados a ser eternos adversarios. No sólo eran diferentes en carácter y apariencia, también ocupaban lugares diferentes en el afecto de sus padres:

“Los niños crecieron, y Esaú se convirtió en un cazador hábil, un hombre de campo, mientras que Jacobo era un hombre tranquilo, que moraba entre las tiendas. Isaac, que tenía gusto por la presas de caza, amaba a Esaú, pero Rebeca amaba a Jacobo.” (Gen. 25:27-28)

Sabemos por qué Rebeca amaba a Jacobo. Antes de que nacieran los gemelos, los dolores que Rebeca sentía eran tan grandes que “fue a consultar al Señor”. Esto es lo que se le dijo:

“Dos naciones están en tu vientre y dos pueblos se separarán de tu interior; un pueblo será más fuerte que el otro y el mayor servirá al menor”. (Gen. 25:23)

Parece como si Dios hubiera dicho que el más joven prevalecería y aceptaría la carga de la historia, por lo que era el más joven, Jacobo, a quien ella amaba.

En ese caso, ¿por qué Isaac amaba a Esaú? ¿No sabía él del oráculo de Rebeca? ¿No se lo había contado ella? Además, ¿no sabía que Esaú era salvaje e impetuoso? ¿Podemos realmente tomar al pie de la letra la proposición de que Isaac amaba a Esaú porque “tenía gusto por las presas de caza”, como si su afecto estuviera determinado por su estómago, por el hecho de que su hijo mayor le trajera la comida que le gustaba? Seguramente no, cuando estaba en juego el futuro mismo de la alianza.

La respuesta clásica, dada por Rashi, atiende al texto literal. Esaú, dice la Torá, “sabía cómo atrapar [yode’a tzayid]”. Isaac lo amaba “porque la trampa estaba en su boca [ki tzayid befiv]”. Esaú, dice Rashi, atrapó a Isaac por medio de la boca. El comentario de Rashi sobre la frase “sabía cómo atrapar” es el siguiente:

“Sabía cómo atrapar y engañar a su padre con la boca. Le preguntaba: ‘Padre, ¿cómo se debe diezmar la sal y la paja?’. En consecuencia, su padre creía que era estricto en la observancia de los mandamientos.” (Rashi a 25:27)

Esaú sabía muy bien que la sal y la paja no requieren diezmos, sin embargo preguntó para dar la impresión de que era religioso.

Mientras que el comentario de Rashi sobre la frase que Isaac lo amaba “porque la trampa estaba en su boca” nos dice:

“La explicación midráshica es que había una trampa en la boca de Esaú, que atrapó a su padre y lo engañó con sus palabras.” (Rashi 25:28)

El Maggid de Dubnow añade un comentario perspicaz sobre por qué Isaac, pero no Rebeca, fue engañado. Rebeca creció con el astuto Labán. Reconocía el engaño cuando lo veía. Isaac, por el contrario, había crecido con Abraham y Sara. Sólo conocía la honestidad total y, por lo tanto, era fácil de engañar. (Bertrand Russell comentó una vez sobre el filósofo G. E. Moore, que sólo una vez escuchó a Moore decir una mentira, cuando le preguntó si alguna vez había dicho una mentira, y Moore respondió: “Sí”).

Así que la respuesta clásica es que Isaac amaba a Esaú porque simplemente no sabía quién o qué era Esaú. Pero hay otra respuesta posible: que Isaac amaba a Esaú precisamente porque sabía lo que era Esaú.

A principios del siglo XX, alguien le planteó al gran rabino Avraham Itzjak Kook, primer rabino jefe asquenazí del Israel preestatal, el siguiente dilema. Había dado a su hijo una buena educación judía. Siempre había mantenido los mandatos en casa. Ahora, sin embargo, el hijo se había alejado del judaísmo. Ya no cumplía los mandamientos. Ni siquiera se identificaba como judío. ¿Qué debía hacer el padre? “¿Le querías cuando era religioso?”, preguntó Rav Kook. “Por supuesto”, respondió el padre. “Entonces”, replicó Rav Kook, “ahora ámalo aún más”.

A veces el amor puede hacer lo que la reprimenda no puede. Es posible que la Torá nos diga que Isaac no estaba ciego en cuanto a la verdadera naturaleza de su hijo mayor. Pero si tienes dos hijos, uno que se comporta bien y otro que puede salir mal, ¿a quién debes dedicar más atención? ¿Con quién debes pasar más tiempo?

Es posible que Isaac amara a Esaú no a ciegas, sino con los ojos abiertos, sabiendo que habría momentos en los que su hijo mayor le causaría dolor, pero sabiendo también que la responsabilidad moral de la paternidad exige que no desesperemos ni repudiemos a un hijo descarriado.

¿Tuvo el amor de Isaac algún efecto sobre Esaú? Sí y no. Está claro que había un vínculo especial entre Esaú e Isaac. Esto fue reconocido por los sabios:

Rabí Shimon ben Gamliel dijo: Ningún hombre honró a su padre como yo honré a mi padre, pero descubrí que Esaú honró aún más a su padre. (Devarim Rabá 1:15)

Rabí Shimon deduce esto del hecho de que normalmente la gente sirve a sus padres vistiendo ropas ordinarias, mientras que se reserva lo mejor para salir. Esav, sin embargo, había guardado sus mejores ropas para servir a su padre la comida que había salido a cazar. Por eso Jacobo pudo ponérselas mientras Esaú seguía de caza (27:14).

Más adelante en la Torá, encontramos que Dios prohíbe a los israelitas hacer la guerra contra los descendientes de Esaú. Le dice a Moisés:

“Dale al pueblo estas órdenes: “Pasarán por el territorio de vuestros hermanos los descendientes de Esaú, que viven en Seir. Tendrán miedo de ustedes, pero tengan mucho cuidado. No los provoquen a la guerra, porque no te daré nada de su tierra, ni siquiera lo suficiente para poner el pie. He dado a Esaú la región montañosa de Seir como propia”. (Deut. 2:4-5)

Y más adelante Moisés ordena a los israelitas:

“No aborrezcas a un edomita [es decir, a un descendiente de Esaú], porque es tu hermano.”  (Deut. 23:8)

Los sabios consideraron estas disposiciones como una recompensa para Esaú por la forma en que honró a su padre.

Entonces, ¿hizo bien o mal Isaac en amar a Esaú? Esaú correspondió al amor, pero siguió siendo Esaú, el cazador, el hombre del campo, no el hombre que debía llevar adelante la exigente alianza con el Dios invisible y los sacrificios espirituales que exigía. No todos los hijos siguen el camino de sus padres. Si la intención de Isaac era que Esaú lo hiciera, fracasó.

Pero hay fracasos que son honrosos. Amar a tus hijos, sean lo que sean, es uno de ellos, pues seguramente así es como Dios nos ama.

Fuente: Rab Jonathan Sacks Online

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