Enlace Judío – La pregunta tal vez te parezca extraña, pero si tomas en cuenta algunos datos históricos y luego revisas ciertas referencias bíblicas, vas a corroborar que aquí hay un tema bastante interesante en el que pocas veces nos detenemos a pensar.

No sé si te hayas puesto a pensar, pero la Biblia no se escribió de manera premeditada. Me refiero a que los autores de cada libro no se sentaban a escribir pensando: “Oh, voy a escribir un libro de la Biblia”, y una vez terminado lo integraban a una colección que ya llevaba algunos siglos integrándose.

En realidad, salvo por la Torá, cada libro se escribió por su cuenta, y pasaron siglos antes de que un grupo de escribas decidiera que iban a integrarlos a una colección junto con la Torá. Los escribas que comenzaron a hacer esta singular labor fueron, a juicio de los especialistas, los de la generación de Ezra, el Cohen que se puso al frente de la restauración espiritual del antiguo Israel después del exilio en Babilonia. Es decir, durante la primera mitad del siglo V AEC.

No fue una labor fácil, porque los babilonios habían causado una severa destrucción, y muchas de las escrituras sagradas u oficiales se vieron dañadas. Incluso, hubo libros completos que se perdieron.

Estos escribas tuvieron que recuperar, reconstruir y reorganizar mucho del material escrito con anterioridad. Ellos fueron quienes organizaron el contenido de la Torá tal y como lo conocemos. Y fueron también quienes comenzaron a integrar, como complemento de la Torá (la Ley), la colección de los Nevi’im o Profetas. Con el paso de los siguientes siglos, se agregaron más libros, pero fueron integrados a una nueva sección: los Ketuvim o Hagiógrafos. De ese modo, quedó completa la Biblia, aunque no fue sino hasta finales del siglo I EC que se estableció un índice (canon) oficial y autoritativo.

¿Cuántos libros previos a la invasión babilónica, además de la Torá, sobrevivieron?

No muchos. Tal vez solamente los libros de Amós, Oseas, Isaías, Miqueas, Najum, Jeremías, Habacuc y Sofonías. Hay libros que se remontan a esas épocas o incluso más atrás, como los de Samuel, Reyes y Crónicas, o como los Salmos o Proverbios. Pero es un hecho que no han llegado a nosotros en sus versiones originales o arcaicas. Ciertos rasgos filológicos o temáticos demuestran que fueron reelaborados después del exilio.

Lo interesante ahora es esto: todos los libros, aparte de la Torá, que sobrevivieron a la invasión babilónica, son textos escritos por profetas. Eso significa que, probablemente, alguien ya había comenzado a coleccionar, específicamente, literatura profética. Es decir, que la noción de una Torá complementada por los Nevi’im, ya existía antes del exilio.

O, dicho en otra palabra, que había una Biblia antes de la Biblia que conocemos.

Además, están los libros que no sobrevivieron. Es decir, los que se perdieron por completo. La Biblia nos los menciona en diferentes pasajes.

Por ejemplo, sabemos que hubo un libro llamado Libro de las Guerras del Señor, y de allí se tomaron algunos pasajes poéticos célebres, como la canción que entonaron los israelitas al cruzar el mar Rojo, el cántico de Miriam, el cántico de Moisés y el cántico de Débora.

También sabemos que el relato original sobre el episodio en el que el sol se detuvo para que Josué lograra una victoria, era original del Libro de Yashar o Libro del Justo (existe una supuesta versión de este libro, pero es medieval; de ningún modo es el original). El lamento que David hizo tras la muerte del rey Saúl también fue recuperado de este libro.

En los libros de Reyes y Crónicas se mencionan los Anales de Salomón, las Crónicas de los Reyes de Israel, y los Anales de los Reyes de Judá. Libros completamente perdidos.

Aparte, se mencionan libros de los profetas Natán e Idd0, entre otros.

Fíjate qué datos tan interesantes: estamos hablando de una serie de libros claramente poéticos —como el de Yashar o el Justo—, o específicamente históricos. Eso sugiere poderosamente que los antiguos israelitas, mucho antes de la invasión babilónica, el exilio y la restauración dirigida por Ezra, ya tenían la idea de organizar sus escrituras en una sección correspondiente a la Ley (Torá), otra integrada por libros proféticos, y otra enfocada a la narrativa histórica.

Así que los escribas de la generación de Ezra no estaban inventando la rueda, por decirlo de algún modo. Su trabajo de restauración del patrimonio escritural judío se basó en algo que seguramente ya conocían: que hasta antes del exilio, las escrituras sagradas y oficiales del pueblo de Israel tenían un sentido de organización bien definido y, por supuesto, muy similar al que tenemos en la actualidad.

Es decir, hubo una Biblia antes de nuestra Biblia.

Esta situación no le es ajena a la tradición judía. Según el Talmud, la Torá se había perdido pero fue devuelta a Israel por Ezra. Es una idea muy compacta, pero sin duda conserva el eco histórico de que los escribas que trabajaron bajo la guía de este gran líder espiritual, se dedicaron a restaurar pacientemente todo ese patrimonio ancestral que los babilonios intentaron destruir, y le devolvieron al pueblo judío la posibilidad de tener a la mano, en una sola colección, todo aquello que le da cimiento a su fe, a su identidad, y a su vocación como Pueblo del Libro y Pueblo del Pacto.

 


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