Enlace Judío – Giora Eiland, exdirector de Planificación Estratégica de las FDI y del Consejo de Seguridad Nacional de Israel sostiene que la mejor manera de garantizar la paz en la frontera norte del país es respaldar las peticiones del Líbano de ayuda financiera internacional, pero condicionarla a la limitación del poder militar y político de Hezbolá, sin dejar de mantener la posición de que Líbano es responsable de cualquier agresión transfronteriza.

En una columna de opinión publicada en el sitio de noticias Ynet, Eiland propone examinar los recientes acontecimientos en la frontera norte de Israel a través de una perspectiva táctica y estratégica.

Explica que en los últimos tres meses se han producido seis disparos de cohetes desde Líbano hacia Israel; cinco de ellos por parte de facciones palestinas no identificadas y el sexto, la mayor andanada de casi 20 cohetes, por el grupo terrorista Hezbolá, respaldado por Irán.

Israel no puede permitirse acostumbrarse a esta nueva y vieja realidad, así que respondió con un ataque aéreo por primera vez desde 2013, que causó algunos daños (aunque menores) en las carreteras de acceso a las zonas de lanzamiento. La próxima vez, la respuesta israelí será probablemente más fuerte.

Junto al aspecto táctico está el estratégico, ya que actualmente se está librando una importante lucha por el futuro del Líbano. Durante los últimos 20 años, el país ha sido gobernado por una coalición de élites suníes y cristianas, por un lado, y el representante de Irán, Hezbolá, por el otro.

Ambas partes son responsables del grave deterioro de la economía libanesa que ha dejado al país al borde de una grave crisis humanitaria, con escasez de combustible, electricidad, medicamentos y alimentos que se agrava cada día.

El dilema de Israel es triple: podría dejar que su vecino del norte colapse, lo que acabaría debilitando el poder militar y político de Hezbolá; utilizar la próxima agresión transfronteriza de Hezbolá para responder con ataques punitivos en todo el país, lo que probablemente desataría la ira de los ciudadanos libaneses hacia el grupo terrorista (como ocurrió el viernes en un pueblo druso del sur del Líbano); o apoyar las peticiones de Líbano de ayuda financiera urgente por parte de Occidente, principalmente Francia y Estados Unidos, al tiempo que se garantice que ofrezcan no solo una reforma financiera sino que también limiten las capacidades militares de Hezbolá.

Esto podría suponer la aplicación de la Resolución 1701 de la ONU, aprobada tras la Segunda Guerra del Líbano de 2006, y llevar a Hezbolá a retirar sus fuerzas de la frontera con Israel y poner fin a sus esfuerzos para producir misiles de precisión.

Esta tercera opción es, en efecto, más correcta y menos peligrosa. Podría funcionar si tenemos en cuenta que hay una diferencia entre la propaganda y las maniobras diplomáticas, ya que la primera está destinada únicamente a convencer a los demás de que somos justos y nuestros enemigos son malvados, y tiene un menor impacto.

Sin embargo, una maniobra diplomática conduce a que terceras partes adopten una política que sería ventajosa tanto para Israel como para la otra parte. En este caso, esto significaría poner fin a los esfuerzos para calificar a Hezbolá como un grupo terrorista sin escrúpulos y considerarlo como un miembro formal del gobierno libanés, sujeto a las normas internacionales. De hecho, esto debería ser una prioridad para Israel.

El primer ministro Naftali Bennett viajará pronto a Washington para su primera reunión oficial con el presidente de Estados Unidos, Joe Biden. Históricamente, estas reuniones han incluido discusiones sobre las ambiciones nucleares de Irán y el conflicto palestino-israelí. Es poco probable que ambos asuntos conduzcan a un acuerdo, pero ambos líderes podrían encontrar un terreno común sobre el tema del Líbano.

Israel también debe recalcar a Beirut y a la comunidad internacional que, en caso de que estalle una tercera guerra en el Líbano, no sería Israel contra Hezbolá, sino Israel contra el Estado del Líbano.

Dado que nadie en el mundo quiere ver el colapso del Líbano, ni el propio pueblo libanés, ni Hezbolá e Irán, ni Estados Unidos, Francia, o incluso Arabia Saudita, se podrían tomar medidas para mitigar el poder militar de Hezbolá.

Este mensaje ya está siendo recibido por algunos en el Líbano, principalmente entre la población más joven que está menos convencida de las afirmaciones de Hezbolá de que está defendiendo la nación. De hecho, los jóvenes libaneses ven cada vez más al grupo chiíta como una amenaza para la propia existencia del país.

Por lo tanto, una iniciativa internacional sobre el Líbano, aunada a una disuasión militar israelí eficaz contra el país propiamente dicho, es la mejor manera de garantizar la paz en la frontera norte de Israel.

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