Enlace Judío México e Israel / Rab David Silverberg – La Torá en Parashat Shoftim repasa las leyes sobre las “arei miklat” – las ciudades de refugio donde las personas que mataban accidentalmente encontraban protección de los parientes vengativos de la víctima. Al tratar el tema de las “arei miklat”, la Torá se refiere a esta ley con la frase “dvar ha-rotzei’ach” (literalmente, “el asunto del asesino” – 19:4). La palabra “dvar” también puede significar discurso, de ahí la Guemará en Masejet Macot (12b) infiere que el asesino debe informar verbalmente a las personas del “ir miklat” en el que busca refugio que ha matado inadvertidamente como resultado de una negligencia. Más concretamente, la Guemará establece que si la gente del pueblo desea tratar al recién llegado con honor -por ejemplo, si se trata de una persona de categoría-, éste debe informarles de por qué ha venido a vivir con ellos: que ha matado a otra persona por negligencia.

Esta halaja quizás nos recuerde la necesidad de una completa honestidad cuando hacemos introspección y nos evaluamos a nosotros mismos. A menudo, cometemos el error de vernos a nosotros mismos como suponemos que nos ven los demás. A veces, esto da lugar a una autoestima baja, perjudicial y a una autocrítica demasiado dura cuando la gente nos juzga injustamente sin tener en cuenta todos los diferentes factores, de los que sólo nosotros mismos somos conscientes. Otras veces, sin embargo, resulta una valoración demasiado caritativa. Cuando la gente nos concede respeto y honor, es fácil que nos equivoquemos y pensemos demasiado en nosotros mismos, asumiendo que el respeto que se nos muestra refleja una verdadera estatura y logros. La halaja relativa a un asesino involuntario quizás representa la necesidad de recordarnos quiénes somos cuando la gente nos trata con respeto. Por supuesto, no estamos obligados a hacer públicos nuestros defectos y carencias de la misma manera que el asesino involuntario está obligado a informar a la gente del pueblo de que es culpable de una negligencia criminal y mortal. Sin embargo, podemos aprender de esta halaja a “informarnos” al menos de la verdad, a recordarnos que lo que la gente ve y piensa de nosotros no siempre es un reflejo exacto de lo que somos. El proceso de introspección requiere honestidad, requiere que hagamos una evaluación sincera basada en lo que conocemos de nosotros mismos, en lugar de confiar en el respeto y los cumplidos que recibimos de los demás como base para sentirnos contentos y satisfechos con lo que somos.

(Basado en una sicha del Rebe de Tolna)

Fuente: Yeshiva Etzion

Artículos sobre la honestidad:

Yom Kipur y la honestidad con D-os 

Isaac y Esaú: La importancia del amor paterno