Enlace Judío – Tareq Zubeidi es un niño de 15 años víctima de un ataque terrorista. La semana pasada, mientras hacía un picnic con sus amigos en el parque municipal de Silat al Daher, cerca del asentamiento de Homesh, colonos israelíes los sorprendieron. Al ver a los colonos armados, el grupo de adolescentes palestinos trató de huir. 5 de ellos pudieron hacerlo, pero Tareq fue capturado. 

En medio de los pastizales, los colonos que pertenecen al grupo radical Homesh Firstlo atropellaron con su coche. Posteriormente, lo encadenaron al cofre, colgaron sus brazos de un árbol, quemaron sus pies y lo golpearon con varillas de madera hasta dejarlo inconsciente. Tareq despertó en un vehículo militar del Ejército israelí, quienes lo trasladaron a una ambulancia en camino al hospital gubernamental de Jenin, donde todavía está internado.

Homesh First es conocido por ser uno de los grupos de colonos más violentos en los territorios ocupados. Su meta es reconstruir y repoblar el asentamiento de Homesh al norte de Cisjordania, que fue evacuado por las autoridades israelíes en agosto de 2005. Ubicado en un cerro, Homesh se asoma a la ciudad palestina de Silat al-Daher, cuyos habitantes son comúnmente las víctimas de los ataques de la fracción radical de colonos. 

Desde el comienzo de la pandemia, se han reportado al menos 7 ataques de colonos de Homesh a la población de Silat al-Daher. En una ocasión, le rompieron la pierna a un pastor arrojándole rocas y en otra golpearon a un granjero con palos y piedras. Sus métodos brutales han cumplido su objetivo: crear terror entre la población palestina, que raramente se acerca al cerro donde se erige el asentamiento.

Con suerte y sin dejar de lado las potenciales consecuencias tanto físicas como psicológicas de tan cruel encuentro Tareq sobrevivió el ataque. Sin embargo, no todos han corrido con la misma fortuna. Hussam Asaira de 19 años, Ismail al Tubasi de 27 años, Awad Harb de 27 años y Nidal Safadi de 25 años son solo algunas de las personas que han muerto como resultado de la violencia de colonos en Cisjordania desde el inicio del año.

Es importante señalar que, según reportes de la ONU y de la ONG israelí B’Tselem, los casos de violencia por parte de colonos en los territorios ocupados ha incrementado 33% con respecto a 2020 y lleva años a la alza.

Poco a poco, la sociedad israelí ha comenzado a tomar nota de las agresiones. De manera particular, un caso llegó al público general: el de los ataques del 14 de mayo, en los que colonos acompañados de milicias allanaron las ciudades de Urif e Izkaka, dejando 4 muertos. En el video de los ataques, no se alcanza a distinguir si el fuego provino de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) o de los colonos, pero es claro que el Ejército no tomó acciones para disuadir la violencia. Después de presión pública, las FDI lanzaron una investigación.

El caso marcó un punto de ruptura para algunos veteranos de las fuerzas armadas. En julio, 100 exmiembros de las FDI mandaron una carta al Ministerio de Defensa pidiendo el fin del involucramiento militar en la violencia de colonos israelíes a los palestinos en Cisjordania. “La violencia de los colonos ha estado arrasando durante años y está siendo respondida con apoyo tácito” escribieron en la misiva.

Nadav Tamir, otro exsoldado israelí, no solo avaló el contenido de la carta, sino que ahondó en su explicación: 

Cuando se trata de violencia en Cisjordania, la impunidad es la norma y la justicia es una rara excepción. Solamente se está llevando a cabo una investigación sobre solo uno de los asesinatos del 14 de mayo y esta solo se produjo después de la presión pública.

Por aborrecible que sea este caso, también es la punta del iceberg de un problema sistémico. Este tipo de violencia e injusticia estará siempre presente dentro de un sistema que preserva un control militar indefinido sobre millones de no ciudadanos a quienes el acceso a la justicia y los derechos civiles son negados. Este sistema destruye vidas, viola nuestros valores y es corrosivo para nuestra visión compartida de una patria justa y democrática para el pueblo judío.

El gobierno israelí ha enviado a generaciones de jóvenes israelíes a los frentes de esta injusta ocupación. Les hemos pedido que arriesguen su vida para defender asentamientos ilegales. Con demasiada frecuencia, les hemos pedido que actúen como seguridad privada para personas empeñadas en llevar a cabo un extremismo ideológico violento.

Para entender por qué la violencia de colonos sigue existiendo de manera tan brutal en los territorios ocupados, es necesario apuntar a los mecanismos estatales (o falta de estos) que permiten la proliferación de las agresiones. El fenómeno fue el sujeto de una investigación llevada a cabo por Breaking The Silence, un organismo israelí fundado por veteranos del Ejército que busca transparentar las acciones militares en los territorios ocupados.

Recolectando 36 testimonios de soldados que ejercieron en Cisjordania desde el 2012, concluyeron que “no hay acción ni voluntad por parte del gobierno o del Ejército para evitar que los colonos ataquen”. En el reporte, un sargento primero que sirvió cerca de Nablus en 2017, afirmó que como soldado “tu trabajo es proteger [al colono], solo protegerlo; eres el guardián de los asentamientos”. Otro sargento primero que operó en Nablus coincidió al declarar que arrestar a un colono “no era una opción”. 

Ante los señalamientos del reporte, el Ejército israelí respondió mediante un comunicado negando las conclusiones: “las acusaciones que surgen del artículo, que afirman que los soldados israelíes no actúan como se requiere durante los enfrentamientos entre israelíes y palestinos, son demasiado generalizadas e incorrectas”.

Habiendo dicho lo anterior, es fundamental comprender que el Ejército no siempre colabora con los colonos. De hecho, las instancias en las que miembros de los asentamientos atacan a soldados están ampliamente documentadas. En ocasiones, la violencia contra los soldados emana del descontento de los colonos con la manera en la que las milicias tratan de prevenir confrontaciones con los palestinos. Por ejemplo, en 2019 30 colonos de Yizhar lanzaron rocas a miembros de las FDI después de que estos detuvieron a un joven que pretendía quemar un pastizal palestino.

Puesto de otra manera, el Ejército está en una situación complicada y opera de manera diferente a través de Cisjordania, a veces con los colonos y a veces en contra de ellos. Sin embargo, es ahí donde radica el problema: la falta de lineamientos claros tácitamente permite que la violencia permee, abriendo paso a la impunidad y a agresiones de grupos radicales de colonos. Como dijo Nadav Tamir, mantener el statu quo de la ocupación de manera indefinida posibilita que la injusticia se haga presente contra los no ciudadanos palestinos de los territorios ocupados.

Al igual que siempre, se tiene que considerar que las víctimas del conflicto son humanas. No me imagino el dolor por el que pasó Tareq Zubeidi cuando lo atacaban sin piedad. No me imagino la impotencia de saber que sus agresores siguen libres y que probablemente gocen de impunidad. Ante situaciones así de injustas, quedarse callados no es una opción: hay que presionar públicamente para que se castigue a los agresores y crear consciencia, pero también hay que señalar los mecanismos que permiten que la injusticia suceda para cortar el problema de raíz.

Por más duros que sean, los señalamientos vienen de un lugar de preocupación por los derechos humanos y amor por Israel. Al igual que cualquier otro Estado, Israel tiene tanto problemas como aspectos positivos. La crítica corresponde a un deseo por un país más seguro y en paz, en el que jóvenes soldados no tengan que ser mediadores de una violencia ideológica. Citando a la gurú del Sahaja Yoga, Nirmala Srivastava: la esencia del amor es la preocupación.

 


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