Sucot se conoce como la fiesta de las cabañas y no, no estamos hablando de tener una cabaña “fresa” en Valle (no sé cómo el judaísmo festejaría eso, pero seguro nos la arreglaríamos si fuera esencial) o una parte de una granja.

Estamos hablando de el artefacto que usaron nuestras antepasados cuando salieron de Egipto, justo después de que Moisés los reencontrara con la libertad y justo antes de recibir la Torá.

Podríamos decir que se trata de un tiempo de incertidumbre que se asemeja a la primera vez en que nos encontramos con nuestra libertad. Un constante andar por el desierto, caminar para encontrar nuestro horizonte, nuestra guía – una que no se parece a otra de alguien más, sino que representa nuestra única vida en particular.

Esto es lo que festejamos en Sucot, el espacio que nos da la incertidumbre, un lugar lleno de posibilidades. Salimos de nuestro hogar, construimos un espacio secundario en el que la diferencia primordial no es las mesas o las sillas (esas las tenemos igualmente en nuestra casa), la diferencia esencial es la incomodidad.

Y suena raro, ya que nunca hemos tomado en cuenta la incomodidad como una virtud. De hecho, la modernidad usa la comodidad como un elemento que designa nuestro lugar en la sociedad. Mientras más recursos tiene alguien, menos tiene que encargarse de las labores más difíciles, por lo tanto más cómodo está.

No obstante, el judaísmo después de miles de años y la invención de las casas inteligentes, las aspiradoras automáticas y el microondas, sigue haciendo hincapié en buscar estar incómodos. Y yo pregunto, ¿cuál es la necesidad?

Pues aunque sea difìcil de creer, la incomòdidad es un tema bàsico en la psicologìa moderna, es un elemento en el que viene envuelta la vida. Bereshit lo tiene en las primeras letras con las que contamos la historia del mundo. “Tohu Babou” – un tipo de caos incierto; una apertura de la realidad hacia la incertidumbre, hacia las posibilidades.

Así es como Dios comienza a darle forma y significado a cada parte. Así lo plantea en las reglas de la naturaleza, si hay vida, debe de haber posibilidades, de lo contrario, debemos recordar que la certidumbre total solo se encuentra en un solo lugar: en el vacío.

Parece que hacer una sucá se trata de eso, de sentirnos vulnerables ante la adversidad, ante el vacío y es cierto, en parte.

Hay una mitzvá en sucot que es esencial: habitar en la sucá. La sucá, una estructura extraña. Un espacio que no está hecho para otorgar seguridad.

Sus paredes están arriba del suelo, su techo es frágil y normalmente no parece hecha para habitarse por mucho tiempo… porque no fue hecha para eso.

La sucá es una representación de nuestra identidad, una autorepresentación de nuestro carácter, esa parte interna de nosotros que se forjó no de la comodidad, sino de nuestro contacto con la incertidumbre – eso al final es lo que le da fortaleza a quienes somos. Nuestra identidad es tan fuerte, únicamente en contraste con esa incertidumbre.

Una sucá es una cabaña que tiene paredes que no están hechas para durar mucho tiempo pero sí para crear un espacio íntimo, adornos que no son finos pero que si representan el amor y respeto entre la familia y un techo que no protege, pero que cobija lo suficiente como para admirar las estrellas.

Los sabios podrían haber elegido varias partes de nuestra historia para hacer fiestas (que de por sí no faltan), podrían haber elegido nuestra vida en Babilonia o el punto más alto durante reino de Judá, pero no, eligieron el desierto. La incertidumbre sobre la comodidad, la riqueza, el éxito y el ego.

La comodidad es una ilusión que a la larga termina confundiéndose con nuestra identidad, pero no somos lo cómodo que estamos, sino qué tanto estamos dispuestos a darle honor a lo esencial, independientemente de la incertidumbre que conlleve.

Llevo algunos años siendo adulto y muchos menos años entendiendo que significa eso. Y ahora entiendo que la incertidumbre puede ser un enemigo formidable, pero también un aliado magnífico, solamente se trata de apreciar las posibilidades que nos entrega y la intimidad que puede resultar de ellas.

Eso es Sucot para mí, un acercamiento hermoso a la intimidad de lo esencial, claro, incierto; pero hermoso.