Enlace Judío méxico e Israel- Me llamo Josef Duek y soy un sobreviviente de la guerra de Yom Kipur.

Entré al ejército en noviembre de 1970, ahí estudié mecánica y chofer de tanques.

Ser soldado representa el compromiso de cuidar y proteger a Israel, eso fue lo que me motivó a luchar por mi país y por los míos la noche de Kipur.

Antes de que estallara la guerra el viernes en la mañana, manejé el tanque con mis compañeros hacia la frontera de Siria para poder ver cómo estaba todo porque ya se empezaba a sentir la amenaza de la guerra; al mediodía llegó todo el gabinete de Israel a saludar a todos los soldados que estábamos al frente de la frontera con Siria, entre ellos estaba Golda Meir, Primera Ministra, Moshé Dayán Ministro de defensa y David Eleazar, jefe del ejército. Su intención era darnos un mensaje de motivación y agradecimiento a los soldados.

Inicia la guerra de Yom Kipur

Después de que el gabinete se fue, mi jefe del grupo me ordenó regresar a mi casa. Esa orden salvó mi vida ya que los sirios empezaron a atacar el sábado a las dos de la tarde exactamente en el día más sagrado para nosotros, Yom Kipur.

La decisión de esperar a nuestros dirigentes causó una terrible tragedia ya que nos sorprendieron desprevenidos: murieron muchísimos soldados israelíes.

El viernes en la noche salí del rezo de Yom Kipur y fui a la jefatura de policía de Ramat Gan para preguntar si tenían algún recado para mí. La respuesta fue negativa por lo que regresé a mi casa a dormir; al otro día temprano fui a la jefatura de nuevo a ver si tenían recado.

Yo sentía que las cosas empeorarían pronto y, justamente, a las dos de la tarde como lo presentía, estalló la guerra. Decidí esperar a que terminara el ayuno, comí con mis padres y mis hermanos, me despedí de ellos y tomé dos aventones para dirigirme al frente. Llegué al Golán, comencé a ayudar descargando un tráiler de bombas, hice todo lo que estaba en mis manos.

Al otro día organicé un convoy de camiones de Diesel, de bombas y de comida para llevarlos a nuestros tanques y soldados. Teníamos la misión de llegar a un edificio que estaba entre Quneitra y Masada, manejamos los camiones a distancia uno del otro, por si atacaban a alguno, que el de al lado no fuera a afectado.

Esa noche nos rotamos para cuidar al grupo y yo me quedé con un amigo a vigilar, no podía confiar en nadie así que no dormí en todo ese lapso. De repente escuché un ruido pensando que eran los sirios, pero afortunadamente era solo un gato; este susto me paralizó durante varios minutos, hasta que recuperé mis movimientos. El miedo de morir era una tortura.

La muerte de Johnny

Un día, un amigo llamado Johnny me pidió un cigarro, yo se lo conseguí, luego lo llamaron por radio para que fuera a atacar a unos sirios que había en Quneitra, él se fue y momentos más tarde nos avisaron que hubo varios heridos en esa batalla, temí por la vida de mi amigo, ya que sabía que él estaba justo en ese lugar en ese momento. Al acercarme y revisar el camión para buscar a mi amigo, me di cuenta que había sido herido por una bomba bazooka en el pecho. Al verlo me paralicé por segunda vez, tanto que no pude sacarlo de ahí, esa fue la experiencia más fuerte que viví en Siria.

Ver a mis amigos morir a diario junto a mí fue muy doloroso, marcó mi vida, marcó la historia, marcó la guerra.

Después de ese acontecimiento fuimos a Masada a repartir todos los camiones de Diesel, bombas y víveres para los soldados que estaban allá. Me integré a mi grupo de mecánicos y estuvimos en todas las batallas.

Entramos a Siria combatimos en la batalla del Monte Hermón. Israel estaba perdiendo la montaña y, junto con mi grupo, fuimos decididos a recuperarla.

Estábamos exhaustos, teníamos varios días sin dormir, en la entrada del Hermon estaba el Rabino Goren, quien le repartía a cada uno de nosotros un libro de salmos. Al llegar arriba de la montaña y después de una batalla, logramos recuperar era región. Esto se logró a pesar del frío, un factor muy importante ya que los soldados que estaban ahí no teníamos buen abrigo, nos estábamos congelando.

Una noche recibimos la orden de regresar a Siria con los tanques, no nos gustaba la idea pero no teníamos otra opción pues éramos los únicos tanques en ese momento que protegían a nuestro país. Al llegar al lugar indicado, exhaustos por la travesía, logramos dormir unas horas entre los tanques.

Al despertar al otro día no había nadie a mi alrededor. Mis compañeros estaban a 500 metros de distancia y les pregunté, “¿Cómo fue que me dejaron ahí solo?”. Su respuesta fue que por más que lo intentaron no pudieron despertarme, era claro que el cansancio ya me estaba venciendo.

Después de la guerra de Yom Kipur

A la hora de la comida pasaron 2 aviones sobre nuestras cabezas, subimos nuestros rifles para dispararles, logramos derribar a uno de ellos. Después pasó un Phantom israelí y derribó al segundo avión: fueron momentos impactantes.

En una tregua dentro de la guerra nos dieron una salida de 24 horas, así que obviamente yo me dirigí a mi casa. Mi familia me esperó para hacer el rezo de Shabat y cenar, pero al llegar me di cuenta que no estaba mi papá. Pregunté por qué.

Mi padre estaba en el hospital, le fallaron los nervios por la preocupación de que yo estaba en la guerra. Entré a verlo, y le dije que ya había terminado la guerra, que todo estaba bien, que ya no iba a volver al frente. Obviamente yo estaba mintiendo, pero debía hacerlo para que mi papá se tranquilice y mejore su salud. Esta misma tarde, volví al frente.

Siria e Israel lograron un pacto. Después de tantas muertes, de tanta sangre, de tantas horas de batalla, finalizó la guerra de Yom Kipur.

Cuando todo terminó llegué a mi casa y llamé a mi hermano que vivía en México, le pedí que me recibiera. Ya no quería seguir ahí, quería seguir mi vida, superarme, llegar a América y seguir el ejemplo de mis tíos.

Así fue como decidí venir a México y empezar una vida nueva.

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