Enlace Judío – En la última entrega de esta columna de arte, y con motivo de la conmemoración de los 500 años de presencia judía, se habló de una pintura novohispana con una gran carga de conceptos y valores religiosos judíos. En esta ocasión, continúo la línea temática y me centro en la arquitectura y el urbanismo colonial que tiene que ver con los espacios que sirvieron de escenario para la naciente comunidad de criptojudíos en la Ciudad de México durante los siglos XVI y XVII.

La Ciudad de México fue levantada bajo la dirección de Hernán Cortés y el trazo del “júmetra” Alonso García Bravo entre 1521 y 1523. Esta incipiente ciudad se conformó a partir de las tres calzadas prehispánicas y presentó un crecimiento paulatino hasta 1639, año en que tuvo que ser reedificada casi en su totalidad debido a una terrible inundación que destruyó la capital novohispana.

Justamente en esta temporalidad se desarrollaron los primeros espacios que albergaron las dos comunidades criptojudías identificadas por la historiografía: la primera correspondiente a la familia Carvajal y la segunda denominada como “La Gran Complicidad”. En esta ciudad, de la cual no queda mucho, Alfonso Toro nos cuenta que se levantaron las casas de la familia Carvajal en lo que actualmente es el barrio de Peralvillo. Nathan Wachtel menciona que las casas de las familias Núñez, Enríquez y Méndez serían construidas en las actuales calles de Argentina, Donceles y Jesús María respectivamente. Incluso el cementerio de esta comunidad estaría dentro de los límites del camposanto de la primera iglesia del Carmen, ubicada hacia el norte de la ciudad, en los límites con la zona indígena de la Lagunilla. 

Estos lugares contuvieron  por primera vez la celebración de fiestas como Janucá, Pésaj y Yom Kipur según las Memorias de Luis de Carvajal el Mozo. Albergaron una incipiente Jevrá Kadishá liderada por Justa Méndez y constituyeron la sede de una primera asociación para ayuda de viudas según las investigaciones de Wachtel. Resulta llamativo ver que a la par de la construcción de una catedral metropolitana y de la edificación de los primeros conjuntos frailunos, también se levantaban las primeras asociaciones de una vida judía que trató de ser comunitaria, pero escondida en la clandestinidad. 

Tal vez uno de los edificios más importantes fue la casa que funcionó como centro de la vida judía novohispana durante 1630 y 1649. La casa de Tomás Treviño de Sobremonte, quien fuera un gran comerciante y motivo de una leyenda en la obra Las Calles de México de Luis González Obregón, estuvo ubicada en la antigua calle del Cacahuatal. Esta residencia fue levantada con el esfuerzo del trabajo comercial y el ascenso social. Significó la tranquilidad de Tomás Treviño y de su esposa Leonor Núñez. Según varias descripciones, este lugar funcionó como sinagoga, incluso se ha llegado a pensar que pudo contener una Mikve. La casa se ubicaba en el barrio indígena de San Pedro y San Pablo Teopan, uno de los cuatro distritos indígenas que, junto con San Juan Moyotlan, se encontraba en el límite sur de la antigua isla-ciudad. La casa fue la residencia de la familia Treviño Núñez y en sus habitaciones se realizaron festividades, ayunos y rezos. 

La casa fue habitada por esta familia hasta que el Santo Oficio tomó presos a los miembros de esta “Gran Complicidad”. Una vez muerta la familia en el Auto de Fe de 1649, Luis González Obregón cuenta que la inquisición saló el terreno, costumbre que tenía como finalidad demostrar que esa casa quedaba maldita por haber sido habitada por judíos. Posteriormente la casa fue rematada y pasó de dueño en dueño, siempre estigmatizada y llena de leyendas citadinas entre las que se encontraban historias de crucifijos azotados, pinturas de vírgenes mancilladas e incluso crímenes rituales, todas estas anécdotas creadas por la población católica novohispana con las mismas fórmulas narrativas que las leyendas antijudías medievales; siempre los mismos actos, pero con diferentes personajes. 

La casa de la calle del Cacahuatal, conocida desde el siglo XVII como “La casa del judío”, mantuvo su belleza arquitectónica que se componía de yeserías moriscas, arcos conopiales y polilobulados, y una fachada adornada en lo que parece fue labrado en roca y ajaracas de tradición mudéjar, término acuñado por la academia para relacionar todo lo parecido a lo medio oriental. La residencia se mantuvo en pie hasta bien entrado el siglo XIX, momento en que sufrió un derrumbe que fragmentó la estructura. Posteriormente, a inicios del siglo XX, la casa fue reconstruida y se transformó en vecindad, para luego ser demolida. 

El predio que ocupara la casa de Tomás Treviño de Sobremonte, ahora ubicado en la calle Escuela Médico Militar número 35, alberga hoy en día una fábrica de linóleos y puede que conserve en sus cimientos, algún resto de la residencia que albergó la vida judía durante tiempos tan peligrosos.

 

Bibliografía

  • Luis Huitron, La reconstrucción histórica y virtual de la primera Catedral de la Ciudad de México, Tesis de doctorado, FFyL-UNAM, 2019.
  • Lucía Mier y Terán, La primera traza de la Ciudad de México, México: FCE, 2005.
  • Nathan Wachtel, La fe del recuerdo: Laberintos marranos, México: FCE, 2007

 


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