Enlace Judío México e Israel – El cineasta polaco Sławomir Grünberg está en la Ciudad de México para presentar su más reciente película: Naturaleza muerta en Lodz, un documental en el que los objetos y las animaciones cuentan historias transgeneracionales sobre la memoria, el odio y la supervivencia.

Según la visión de Sławomir Grünberg, el cine documental tiene una vocación educativa y social, así como el potencial de cambiar las perspectivas que se tienen sobre un tema, incluso si se trata de un hecho histórico tan abordado como el Holocausto. Es el caso de su más reciente cinta, Naturaleza muerta en Lodz, que pocas horas después de esta entrevista que le concede a Enlace Judío, será presentada para la comunidad judía de México.

“La película puede ayudar a cambiar las perspectivas porque mi enfoque del tema del Holocausto en esta película en particular es diferente al de muchas otras películas, incluso películas que hice yo mismo —hice más de una docena de películas que trataban sobre temas de Holocausto y sobre la relación judía polaca”, nos dice.

“En esta película abordo el tema de la memoria y el tema de los objetos, y a través de la memoria y los objetos, podemos mirar el Holocausto desde una perspectiva diferente, no solo podemos evaluar el pasado, sino también traer algunos elementos nuevos a la vida de hoy.”

Una vieja Menorá, una silla antigua de dentista, un piano de cola y, sobre todo, una antigua pintura de naturaleza muerta forman parte de los objetos a través de los cuales se narra, en un ritmo melancólico, la historia de diversas familias judías que habitaron Lodz hasta 1968. Esta relación íntima de los objetos con la memoria parece amenazada en los tiempos corrientes, al menos si se concede razón al filósofo Byung-Chul Han que, en su último libro, No-cosas, describe el deslave que, en la era digital, ha sufrido el valor afectivo de los objetos.

“Estoy de acuerdo con el filósofo”, dice Grünberg al respecto. “En el mundo actual, el mundo de internet, el mundo del acercamiento multimedia a la realidad, perdemos conexión con el pasado y al perder la conexión con el pasado perdemos conexión con el mundo de hoy. En mi película, muestro lo importante que es tocar objetos que tus abuelos o bisabuelos tocaron o usaron antes, cuando estaban vivos.”

Para el cineasta, “se trata de todos estos elementos de nuestros sentidos que no se pueden encontrar cuando te sientas frente a la computadora. El sentido del olfato. Entras en el espacio donde solían vivir tus abuelos o donde vivían tu padre o tu madre (y vuelves a vivir) la misma sensación del ruido en la calle.” Estas sensaciones, este mundo sensorial, determinan nuestra personalidad y dejan huellas profundas en nosotros, pues “fuiste construido con los sentidos.”

Frente a los dispositivos electrónicos, vivimos despojados de la realidad, lejos del mundo real, de la vida real, afirma el cineasta que, entre otros muchos premios, ha sido acreedor al Emmy, y cuyo trabajo le ha dado la vuelta al mundo para construir para él un prestigio dentro y fuera del ámbito del cine judío.

Una técnica disruptiva

Naturaleza muerta en Lodz es una cinta pretende romper esquemas al abordar un tema que ha sido objeto de miles de cintas, libros y otras piezas: el Holocausto. Además de usar los objetos como vehículos para trazar la historia que pretende narrarnos, Grünberg y su equipo echaron mano de una técnica que hasta hace no mucho era un tabú para quienes pretendían hacer documentales: la animación.

“Usé animación en mi película anterior, llamada Karski. The Lords of Humanity, (una cinta) sobre Jan Karski, un héroe polaco que estaba tratando de contarle al mundo sobre el Holocausto, entrando y saliendo de Londres y Washington, DC, hablando con Roosevelt. Entonces, en la película sobre Jan Karski usamos animación. Y luego me interesé mucho en usar la animación en el cine en general, hasta el punto que fuera de mi carrera cinematográfica, me acerqué a mi escuela de cine, donde me gradué, una escuela de cine polaca, y ellos y yo hicimos un doctorado sobre el tema del uso de la animación en películas documentales. Ahora, creo que se convertirá en un libro para ayudar a los estudiantes de la escuela de cine y la escuela de arte a usar animación en películas.”

Pero cuando por primera vez el cineasta intentó reunir los fondos para filmar un documental que incluyera animación, encontró más resistencia que entusiasmo. “Recibí muchos rechazos de todo tipo de organizaciones. Las mismas organizaciones que apoyan esta película no apoyaron la película anterior porque fue 10 años antes. Fue la época en la que muy pocas películas usaban animación y especialmente películas sobre el tema del Holocausto. (La técnica) era prácticamente desconocida. Siempre que solicité becas en Polonia, a institutos de cine en Polonia o diferentes instituciones de becas en los Estados Unidos, el principal motivo de rechazo fue la animación.”

Las instituciones tardaron en digerir la apuesta que hizo de Vals con Bashir un éxito mundial. “Esta fue la película que obviamente me inspiró. Y en la película, incluso quería trabajar con el director de animación, pero no funcionó porque estaba ocupado con otra película”, nos cuenta un Grünberg de aspecto apacible, aunque determinado, y aclara que hoy en día la gente ya se acostumbró al uso de este recurso que “puede llevar la historia a otro nivel.”

En Naturaleza muerta en Lodz, la animación sirve para recrear momentos y sensaciones que los protagonistas del documental narran frente a la cámara, y se complementan con un exquisito acerbo fílmico y fotográfico que permite comparar las calles, las plazas y los edificios de aquella vieja Lodz (en algún momento, habitada por 250,000 judíos) con sus remanentes históricos.

Los paisajes desolados que Lilka —protagonista y coautora del guion de la película— recorre en busca de su pasado, parecen poblados de fantasmas. Las filmaciones antiguas, las fotos y las animaciones que conviven en la cinta van dotando de vida a las calles, de calor a los espacios muertos y de sentido a los pasos de quienes, como Lilka, acuden a la vieja ciudad de sus abuelos a reconstruir la historia antes de la catástrofe.

Un odio espiral

Si bien es narrado desde la perspectiva de un cuadro y otros objetos, el Holocausto sigue siendo el tema de la cinta que hoy presenta en México Sławomir Grünberg (nacido en Polonia, naturalizado estadounidense y actual residente de la costa de Oaxaca, México). Pero también lo es el antisemitismo, que antecede por milenios a la Shoá y que se sigue reproduciendo hasta nuestros días.

Es una forma de odio que avanza en espirales por la historia y que, a decir del director, no tiene final. “Creo que nunca se detendrá (…) Ocurrió antes, hace cientos y cientos de años, y sucede hoy. Y, lamentablemente, aún más hoy. Todos tememos que la experiencia del Holocausto no haya terminado. Todos tenemos miedo de que las nuevas voces, las voces muy fuertes de los antisemitas puedan llevarnos a algo por lo que, lamentablemente, ya sabes, hemos pasado…”

Más aún: “soy un sobreviviente del Holocausto de segunda generación, pero muchas personas que pasaron por el Holocausto todavía están vivas, y puedo testificar y hago todo lo posible para testificar a través de las películas que estoy haciendo. Entonces, respondiendo a tu pregunta, no creo que termine. Y creo que tenemos que lidiar con el antisemitismo y hacer nuestro mejor esfuerzo para educar a la gente, pero al mismo tiempo, sabiendo que (nuestro alcance) tiene un límite.”

A lo largo de su carrera, Grünberg ha abordado distintos problemas sociales, ambientales, políticos y de justicia social. Ahora radicado en México, es previsible que vuelque su lente sobre algunos de los muchos y muy fascinantes problemas que afectan este país. Dice que piensa hacer tan pronto como termine tres películas en las que está trabajando ahora mismo, con ayuda de editores que colaboran a distancia desde Europa.

Esta primera película sobre México, que podría ser solo una entre “muchas por venir”, tiene que ver con los pueblos indígenas y, particularmente, con los descendientes de los mayas.

“Conocí a una mujer en particular que podría ser tema de mi documental. No quiero revelar demasiada información pero lo hice. Me impresionaron mucho los indígenas que conocí. Me impresionaron tanto como el pueblo mexicano.”

Para Grünberg, cuyo trabajo puede encontrarse en las plataformas de streaming más populares, la gente es fundamental. “Quiero decir, esta es la razón principal por la que estoy aquí en México, no por las hermosas playas de Puerto Escondido, ni por el clima (…).

El medioambiente es otro de los motivos a los que recurre con frecuencia el cine de Grünberg. Respecto a si piensa que los gobiernos del mundo actuarán a tiempo para prevenir la catástrofe climática, se muestra escéptico:

“No creo que los gobiernos estén haciendo todo lo posible para salvar el planeta. No lo creo. Creo que los gobiernos están haciendo todo lo posible para ser elegidos durante los próximos años y permanecer en el poder. “

Sin embargo, “creo en las acciones y en que una persona puede cambiar el mundo. Yo, podría decir por las películas que hice, pude cambiar los pequeños mundos con los que estaba lidiando, y también en el tema del medioambiente. Hice una película, Fenceline, en los Estados Unidos, donde viví durante casi 40 años, y a través de esta película, pude salvar a una comunidad negra, que estaba sufriendo tremendamente por la presencia de la industria del petróleo. Así que creo en las acciones de las personas que trabajan para organizaciones sin fines de lucro o dentro del gobierno que pueden hacer un cambio.”

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