Enlace Judío – Mañana, la gran mayoría de los hogares judíos —sobre todo los más tradicionalistas— empezarán con el trajín obligado para organizar una buena cena, digna para la conmemoración de un momento notable.

Cada familia se organiza a su modo, así que en algunas serán la mamá y las hijas, en otras los dos papás, en otras hijos e hijas, hermanos y hermanas, tíos y tías, los que anden de aquí para allá haciendo compras. Supongo que muchos las harán con anticipación, aunque no faltará quien las haga de último minuto.

Luego vendrá todo ese despliegue logístico en el que los o las más hábiles en las artes culinarias se encerrarán durante horas en la cocina, para que después salgan platillos deliciosos del horno, de la estufa, o hasta del refrigerador.

Porque el chiste es cenar bien, cenar delicioso, cenar a gusto. La ocasión lo merece.

Conforme vaya avanzando el día a partir de las 12 horas, todas las actividades del pueblo de Israel empezarán a girar alrededor de la fiesta inminente. Las labores serán interrumpidas para organizar los últimos detalles o trasladarse a casa de algún familias (generalmente, de la mamá o de la bobbe), y unas horas después veremos las sonrisas, los abrazos, las bromas, seguidas de los buenos deseos, las bendiciones, las súplicas a D-os de que las cosas mejoren de ahí en adelante y podamos salir de este difícil trance que ha sido la pandemia de COVID-19.

Al final, por supuesto, la meta será tener a todos reunidos en la mesa. Por supuesto, no faltará el vino para las brojes obligadas de la ocasión, y luego vendrán las viandas. Las entradas, alguna sopa, el plato fuerte, todo un despliegue de tradición y cultura gastronómica, dándose cita en una noche especial que merece ser celebrada por todos los judíos del mundo.

Y entonces, llegado el momento crucial, el punto en el que uno sabe que ha terminado un día y comenzado el otro, las exclamaciones de júbilo en la mesa, en la sala, en los pasillos, en la cocina, y luego los abrazos y las expresiones de amor fraternal y entrañable. Los padres bendecirán a los niños y niñas, y es muy probable que empiecen los cantos. En muchas casas, incluso los bailes. Y no se diga la sobremesa.

Y, por supuesto, el saludo obligado de todos para todos: ¡A gut shabbes! ¡Shabat Shalom!

Y es que así se celebra Shabat cada viernes. Es la fiesta eterna que ha mantenido ligado al pueblo de Israel a lo largo de todas las edades. No solo entre sí, sino también con la tradición, con la identidad.

Tal vez después de varias horas de charla y risas en la mesa, alguno se acuerde que a las 11:59 se acaba el 2021, y al siguiente minuto empieza el 2022. Tal vez algunos se feliciten y se deseen a gut goyshe yor (un buen año no judío). Tal vez no.

¿A quién le importa, si lo más bello es el Shabat? A fin de cuentas, el año civil que empieza no va a ser muy distinto si nosotros mismos no estamos dispuestos a cambiar.

Pero el Shabat nutre el alma, alimenta el espíritu, nos hace elevarnos como judíos y como seres humanos.

Si acaso podemos soñar con que el nuevo año será mejor que el que termina, será solo porque empezará contagiado de la santidad del Shabat.

De todos modos, los buenos deseos nunca están de más. Así que, desde este espacio, les deseo a todos mis lectores un 2022 lleno de alegrías y satisfacciones (simjes y najes, decimos en ídish), y que las cosas sean mejores que en 2021, pero no mejores que en 2023.

Y que podamos seguir viéndonos en fiestas y momentos felices.

Aquí nos seguimos topando a partir del próximo jueves.

¡Feliz Año!


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