Enlace Judío – Esta semana, la célebre actriz Emma Watson publicó una foto a través de su cuenta de Instagram con la leyenda “la solidaridad es un verbo” acompañada de banderas palestinas en el fondo. 

La controversia se hizo ver rápidamente. Haciendo alusión a Harry Potter, serie de películas en las que Watson actuó, el exembajador de Israel en las Naciones Unidas, Danny Danon, tuiteó “10 puntos a Gryffindor por ser una antisemita”.

Acusar a alguien de antisemita es una alegación bastante seria. La definición del término, así como su intersección con el antisionismo han sido sujetos a debate por décadas, permaneciendo sin una respuesta clara. La ambigüedad entre las fronteras del antisemitismo y el antisionismo es vasta.

Declaraciones como las de Danon merman la seriedad del debate porque se aprovechan de su nebulosidad para hacer afirmaciones infundadas. En su publicación, Watson nunca puso en duda la legitimidad, seguridad o existencia del Estado de Israel. Simplemente pidió solidaridad para un pueblo que ha sufrido bajo el yugo de la ocupación por más de medio siglo. ¿Qué hizo para merecer ser acusada de antisemitismo? ¿Reconocer que existe el pueblo palestino? ¿Preocuparse por su bienestar?

El caso de Emma Watson no es aislado, es parte de una serie de acusaciones de antisemitismo a críticos de la política de Israel hacia Palestina. El activista Nelson Mandela, el futbolista Mohamed Salah y la modelo Bella Hadid han sido sólo algunas de las figuras públicas acusadas de antisemitismo por cuestionar la ocupación.

Theodor Herzl, padre del sionismo, concibió a Israel como “una nación como cualquier otra”. Al serlo, Israel puede errar como cualquier otra nación. Y al errar, puede ser criticado como cualquier otra nación. No es mi intención negar que una parte considerable del discurso sobre Israel es antisemita. Si no fuera así, los ataques contra los judíos no incrementarían cada vez que está en las noticias. Sin embargo, es importante marcar una distinción entre crítica legítima, solidaridad con un pueblo y discurso de odio. 

El antisemitismo es un fenómeno real, doloroso y presente. Tan sólo hace poco más de un mes, judíos en Europa fueron atacados por exhibir sus Janukiot (candelabros tradicionales judíos) en sus ventanas. Judíos en Nigeria están siendo encarcelados por profesar su religión en público. Niños judíos ortodoxos están siendo lastimados en Brooklyn sólo por ser judíos. ¿Cómo se compara un llamado a la solidaridad con los palestinos con incidentes tan lamentables? ¿Por qué se pretende definirlo con el mismo término?

Igualmente, mientras se discute si el llamado a la solidaridad de Emma Watson es antisemita, palestinos en Cisjordania y Jerusalén están viendo sus casas ser derribadas por la ocupación, viven en medio de una ola de violencia perpetrada por colonos israelíes y lidian con picos de corrupción por parte de la Autoridad Palestina. Los contrastes son asombrosos.

Solo se podrá luchar por la dignidad de judíos y palestinos en todo el mundo si nos comprometemos con una contienda seria contra el antisemitismo que señale a sus perpetradores reales, no a llamados de solidaridad intercomunitaria.


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