Enlace Judío – Las conversaciones para restaurar el acuerdo de 2015 entre Teherán y las potencias mundiales (Estados Unidos, Francia, Reino Unido, China y Alemania) comenzaron el año pasado en Viena, Austria, pero se detuvieron en junio del mismo cuando Irán eligió al presidente ultraconservador Ebrahim Raisi.

El Plan de Acción Integral Conjunto (PAIC) es un acuerdo al que llegaron Irán y los mencionados miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU más Alemania en 2015. El PAIC establece que Irán:

  • Debe limitar el tamaño de su reserva de uranio enriquecido (elemento clave que se usa para fabricar combustible que mueve el reactor que fabrica el arma nuclear).
  • Limitar sus reservas de uranio durante 15 años.
  • Reducir la cantidad de centrifugadoras (con las que enriquecen el uranio) durante 10 años.
  • Modificar una instalación de agua pesada (la que se usa para mejorar el plutonio y hacerlo adecuado para fabricar una bomba).

A cambio de estas partidas, las sanciones que habían impuesto la ONU, EUA y la Unión Europea y que estaban debilitando a la economía iraní fueron levantadas.

Irán ha insistido en todo momento que su programa nuclear es totalmente pacífico y que cumple el acuerdo. Las sanciones impuestas a Irán deterioraron su economía costándole más de 160,000 millones de dólares de ingresos por petróleo del 2012 a 2016. Tras el acuerdo, Irán tuvo acceso a más de 100,000 millones de activos congelados en el exterior y estuvo listo para reanudar sus exportaciones de petróleo a mercados internacionales y utilizar el sistema financiero de comercio global.

Trump sostuvo más de un año que ese dinero “caído del cielo” le permitiría a Irán exportar su régimen de opresión y terror al Medio Oriente. De aquí que el 8 de mayo de 2018 confirmó que su país abandonaba el PAIC y también anunció que las sanciones que regían antes de que se firmara el mismo volverían a estar vigentes y advirtió que “cualquier país que ayude a Irán también podría ser sancionado”.

El presidente Trump justificó su decisión diciendo que “el acuerdo fue tan mal negociado que incluso si Irán cumple con todo, el régimen estaría al borde de conseguir armas nucleares en un corto periodo de tiempo”. En este contexto, es de destacar que el programa nuclear de Irán es uno de los temas que más esfuerzos diplomáticos ha requerido desde que en 2003 la Organización Internacional de Energía Atómica (OIEA) descubrió que Teherán desarrolló durante 18 años un programa secreto que incluía la existencia de varias plantas atómicas importantes y sofisticadas.

Esta relación que implicaba un incumplimiento de las obligaciones de Irán como firmante del Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares, puso inmediatamente en marcha a la maquinaria diplomática global que no tardó en emitir inmediatamente condenas, sanciones y otras medidas de presión en las que participaron las potencias occidentales y Rusia y China, socios tradicionales de Teherán.

El programa nuclear de Irán fue un tema central durante los mandatos de George W. Bush, Barack Obama y Donald Trump, quienes con enfoques muy distintos intentaron detenerlo por temor a que Irán desarrollara armas nucleares, una posibilidad que alteraría el equilibrio de poder en el Medio Oriente y que, según muchos expertos, podría incentivar la proliferación de la región.

En el contexto de la reanudación de las conversaciones del PAIC en noviembre pasado, el actual Secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, dijo la semana pasada que, solo quedaban unas pocas semanas para salvar el acuerdo nuclear con Irán y que Estados Unidos estaba listo para buscar otras opciones si las conversaciones fracasan, entonces que se podría recurrir a una acción militar contra Irán.

Por su parte funcionarios israelíes que buscan restricciones significativamente estrictas a las actividades iraníes ven una verdadera amenaza nuclear y han comentado que si se llega a un nuevo acuerdo con Irán, Israel no está obligado por el mismo y actuará como lo considere necesario para proteger a sus ciudadanos. Por lo pronto ha presupuestado 1,500 millones de dólares adicionales para una probable acción bélica contra Irán.

En el contexto de una amenaza bélica en el Medio Oriente, analistas políticos consideran que China, representa a la superpotencia interesada en apaciguar un conflicto bélico entre Israel e Irán y que podría involucrar a Estados Unidos. Ciertamente, China ha logrado establecer buenas relaciones con Irán, Israel y Arabia Saudita, los dos últimos aliados tradicionales de Washington y enemigos acérrimos de Teherán. Israel y Arabia Saudita se sienten ambos amenazados de la posibilidad de que Irán obtenga el arma nuclear y temen expansión de su influencia en la región. Sin embargo, China está en condiciones con su potencial económico para convencer a Jerusalén y Teherán para que ambos “dominados por la soberbia” puedan negociar.

Después que Estados Unidos y la Unión Europea impusieran sanciones a Irán, China, mantuvo las relaciones económicas con Irán y un vital intercambio comercial que permitió a Teherán aprovisionarse de los bienes que otros países se negociaban a venderle; este apoyo se mantuvo incluso después de que en 2010 Pekín decidió apoyar las sanciones contra Irán en la ONU. El beneficio era mutuo. Mientras Irán lograba romper su aislamiento vendiendo su petróleo. China conseguía una fuente de energía abundante y un mercado al que sus productos entraban casi sin competencia. 

Por lo demás, gracias a la ubicación geográfica, Irán es territorio apetecido de la nueva Ruta de la Seda, uno de los proyectos más grandes de la historia en el que China está invirtiendo miles de millones de dólares para hegemonizar globalmente el orden económico y geopolítico internacional del siglo XXI.

Es difícil evaluar si los preparativos bélicos son mera guerra psicológica de Irán e Israel o una preparación real para la acción militar. Sin embargo, existen varias circunstancias en 2022 que podrían obligar a Irán a firmar un acuerdo nuclear renovado entre otras:

  • Creciente deterioro del descontento de la población por la grave situación económica, con la inflación disparada y la moneda iraní desplomada ante el dólar. Asimismo, la sequía y los cortes de energía empeoran aún más la situación. Irán sufre la peor sequía en 50 años, situación que se prolongará este año. Con el 70.0% de la tierra de cultivo en peligro por falta de agua. Teherán se enfrenta a posibles problemas de seguridad alimentaria y sobre todo a protestas de agricultores.
  • Las protestas sociales en los últimos meses han derivado en duras críticas contra el sistema teocrático del país, incluso lemas contra el líder supremo de Irán, Alí Jamenei.
  • En Irán 333,000 personas caen bajo el umbral de la pobreza cada mes. Lo que significa que 4 millones de individuos han caído en este en un año, y esta cifra había alcanzado 30 millones en 2021. La pobreza aumenta sensiblemente en Irán y paralelamente destina recursos que se podrían utilizar para abatirla, destinados a la fabricación de un arma atómica.

El régimen iraní se encuentra en un punto muerto y tiene dos opciones. La primera es cumplir con las exigencias de la comunidad internacional o renunciar a su influencia regional y a la adquisición de armas nucleares, lo que parece muy poco probable, en cuyo caso, continuar con cuatro décadas de represión y brutalidad.

 


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