Enlace Judío – Para los judíos de Europa, Amérike era el paraíso donde se recogía dinero a paletadas, para nada desierto, y sin embargo, donde el maná caía del cielo, con nulo esfuerzo. En pocas palabras, hacer la Amérike era el sueño de hambreados, humillados, perseguidos. No solo judíos, italianos e irlandeses llegaron a los Estados Unidos de Norteamérica, así como italianos e ingleses arribaron por invitación a suelo argentino para, se crea o no, de acuerdo al presidente Rosas, mejorar la raza.

América o Amérike en el ideario de los europeos era todo el continente americano: no había diferenciación de las fronteras hechas por el hombre en su ansia territorial. Alaska, Canadá y hasta el polo sur formaban parte del ensoñado paraíso, vergel. Viajaban a Argentina, a Chile o a Venezuela porque era América. Muchos pensaban llegar a México y con solo alargar la mano, palparían el país de Washington y de Lincoln. Muchos llegaron, por ejemplo, a Cuba, y el calor los ahuyentó: venir, por ejemplo, de Ucrania o de Lituania era como arribar, y sin ser invitado, al mismísimo infierno. Así pues, los migrantes en apuros se dispersaron a lo largo y lo ancho de América. Hay quien no se adaptó y soñaba con volver a su paraíso europeo; otros, se adaptaron, más bien sus hijos y sus nietos nacidos en suelo invitante o no.

Y por qué hablar de migrantes en América. No se trata de un tema inusual, tampoco hablar de nostalgia y pérdidas. El caos se instaló, por ejemplo, en Alemania. Los ciudadanos, y muchos héroes de guerra, sufrieron las de Caín, como se dice. Víctimas, porque lo fueron, sufrieron lo indecible en la entre guerra, en la guerra y tras la vergonzante Shoá. Últimamente, el buen cine y la excelente literatura sobre el tema, alimentan el espíritu de quienes desean recordar, versus quienes se niegan a saturarse de más con historias y más historias que se repiten hasta el infinito, deprimentes y por ende, necesariamente prescindibles.

Lo dicho no es para nada novedad. Sin embargo, las novedades se dan, sin buscarlas en el menú, obviamente, de “novedades”. Volamos a Florida, específicamente a Miami. Migrantes judíos, octogenarios, nonagenarios, centenarios, incluso, eligieron un mejor clima para pasar sus últimos años. Unos con hijos, otros no; unos con parientes, otros no; unos abandonados, otros no. De cada quien se puede escribir un testimonio; cada historia es una historia.

Nos preguntamos: ¿Qué los une hoy día? A pesar de la pandemia, o debido a la pandemia, o simplemente por la urgencia de atender a judíos añosos, son mimados, como chiquillos. Tan solo piden, y unos benefactores hacen realidad sus sueños. Como si estuvieran en Europa, y regresaran a la mesa de sus padres.

¿Qué quieren los niños? De acuerdo a la lista, de carácter individual, hay quien pide arenque, pescado ahumado, guefilte fish, kneidlej, lo tradicional. Hay quien pide helado, pastel, cacahuates de todo tipo, quesos, incluso chocolate, montonales de chocolate. Un genio, o varios genios, siempre dadivosos cumplen y los migrantes venidos del hambre, de la muerte, los sin familia, los desarraigados y los vueltos a arraigar, como se dijo, son mimados como nunca antes. Son, existen para quienes desean su bien.

Y si acaso escuchan hablar en mame loshn, en idish, el corazón les late de contento. Fui testigo de una plática entre una nieta de migrantes, nacida en México, con un abuelo venido de Europa a hacer la América.

Por fin se cumplieron sus deseos de bonanza, por fin la vida los mima… tras el derrumbe.


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