Enlace Judío –  A pocos días de la conmemoración del Holocausto, según fecha fijada por la ONU, un comentario poco feliz de la popular actriz y comediante Whoppi Goldberg nos recuerda a todos la gravedad que suponen el olvido, la banalización y la ignorancia de la historia.

La Shoá es un evento histórico sin precedentes en la historia de la Humanidad. No es que los judíos se atribuyan el monopolio del sufrimiento. Ha habido y hay eventos desastrosos, que desdicen al género humano de su denominación de humano. Pero las características del crimen contra los judíos por los nazis y sus aliados circunstanciales o ideológicos, son únicas. Cuando se hacen comparaciones, se trata de poner un orden de crueldad o de daño, se banalizan los hechos, los dramas. Se ofenden a las víctimas y sus descendientes.

Es una realidad que los sobrevivientes de la Shoá se van con el tiempo. Pronto, no quedaran testigos que nos conmuevan con sus testimonios presenciales. Mientras, el olvido y la ignorancia, las comparaciones sin fundamento, el uso y abuso de la Shoá por motivos inconfesables pero evidentes, pueden lograr lo que debemos evitar a toda costa: que, por banalizar la historia, fenómenos así se puedan repetir en distintos ámbitos, en otras proporciones.

El antisemitismo es algo difícil de explicar. Sus causas y motivaciones son poco racionales. Combatirlo es complicado. Sus tentáculos son múltiples. Está el antisemitismo clásico, aquel que acusa a los judíos como individuos, como comunidades. Está el nuevo antisemitismo, aquel dirigido a Israel bajo la respetable y poco creíble máscara del antisionismo, que al identificar al Estado de Israel como el judío a las naciones, se dedica a degradarlo, deslegitimarlo y pretender destruirlo.

Los judíos muchas veces, tendemos a olvidar que el antisemitismo existe. Lo obviamos, ignoramos sus ataques. Los minimizamos o los atribuimos a una ignorancia sin mala intención. Es lógico. No es agradable estar siempre en posición de alerta y defensa, con miras a contratacar. Queremos ser aceptados, compartir con la mayoría sus logros y penurias. Esto es particularmente cierto en los Estados Unidos, donde los judíos se consideran y son considerados como parte de una mayoría aceptable, tolerada, respetada. Combaten a favor de las causas que consideran justas, condenan los desaciertos éticos. A veces, olvidan su condición primaria de judíos.

Cuando una estrella del calibre de Whoopi Goldberg, cuyo apellido adoptado es además muy llamativo, comete un desliz que llama la atención, demuestra que la ignorancia trasmitida puede desvirtuar la historia, confundir realidades y ofender, todos nos sentimos afectados. Es un involuntario y necesario llamado de atención.

Los judíos, como personas o instituciones, han sufrido de odio y de asesinatos. De discriminación pura y ruda. Lo seguimos sufriendo. Desde los helados Ben & Jerry’s, hasta el caliente verbo de Irán, pasando por boicots e intentos de los llamados progresistas por desvirtuar a Israel. Cuando un tema tan álgido, aún reciente, y catastrófico, como el Holocausto, la Shoá, es manoseado con la trivialidad y la ignorancia de un talk show, por personas que queremos y admiramos, pero cuyo aval es su popularidad y simpatía, no su conocimiento ni su intelectualidad, nos suenan las alarmas.

Alarmas que deberían estar algo más sensibles. Por razones más que obvias. Por ello, gracias Whoopi Godlberg. Como actriz has ganado Óscar, como conductora de un programa de TV, nos recuerdas a otro Óscar, Oscar Schindler. Episodios que no debemos olvidar, situaciones que debemos enfrentar. Realidades propias del mundo sin sobrevivientes de la Shoá, con una maquinaria de información como nunca ha existido.

Gracias Whoopi Goldberg. Hasta el próximo desmán de algún ignorante.

 


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