Enlace Judío México e Israel- En este momento, todos los reflectores internacionales están puestos en Kiev, capital de Ucrania, debido a la invasión masiva que Rusia acaba de comenzar unas pocas horas antes de que me siente a escribir esto. Es natural: se sabe que es un conflicto que puede ser, potencialmente, muy desastroso. Por lo mismo, no se le está poniendo mucha atención a las repercusiones que podría tener el Medio Oriente. Y son muy interesantes.

IRVING GATELL EN EXCLUSIVA PARA ENLACE JUDÍO

La torpe política exterior estadounidense durante la gestión de Barack Obama creó un vacío de poder en el Medio Oriente que, rápidamente, fue aprovechado por Rusia. El apoyo insensato que Obama le dio a Irán hizo que tanto Israel como los países árabes se distanciaran de Estados Unidos.

Como bien sabemos, una consecuencia tan colateral como involuntaria de este desatino norteamericano, fue que los intereses de seguridad acercaran a Jerusalén con Ryad, y allí fue donde realmente empezó la reconciliación entre árabes e israelíes, misma que se ha traducido ya en la firma de varios tratados de relaciones diplomáticas en forma, tras los cuales han llegado (y seguirán llegando) muchos acuerdos comerciales que harán de esa zona una potencia económica en el mediano plazo.

Rusia lo vio venir, y eso le llevó a estrechar vínculos tanto con Israel como con los países árabes. Curioso, porque era justo la misma época en la que Moscú estaba entregando su pleno apoyo a Irán en el marco de la Guerra Civil en Siria.

Para los ayatolas este era un asunto crucial.

Su plan imperialista no permite la mínima posibilidad de perder el control de Siria, porque significaría dejar aislado a Hezbolá en el Líbano, y eso lo convertiría en presa fácil de Israel. Sin embargo, Bashar el Assad no disponía de la capacidad militar para controlar la revuelta que se le vino en el entorno de la Primavera Árabe, y por ello tuvo que recurrir a Irán. Eventualmente, el régimen de Teherán tampoco pudo controlar la situación por sí mismo, y tuvo que recurrir a Rusia.

Vladimir Putin aceptó el trato, no porque tuviera particulares afinidades ideológicas con los ayatolas, sino porque para Rusia —un país con una economía muy frágil desde finales de los años 70’s— representaba una entrada constante de dinero fresco. Mientras hubiera guerra en Siria, Rusia seguiría cobrando por sus caros servicios y por su todavía más caro armamento.

Por ello, a Putin no le interesó intervenir a tal nivel que los enemigos de Assad fuesen derrotados. Podía haberlo hecho, pero sus intenciones eran claras. El objetivo no era garantizar la victoria del tirano sirio, sino solamente de perpetuar la guerra. Así, Irán seguiría contratando servicios rusos y seguiría pagando.

Ese fue también el entorno en el que el gobierno israelí intensificó sus ataques contra los intereses de Irán.

Lo mismo eliminó a combatientes o comandantes (incluso de alto rango) del ejército de Assad, que de Hezbolá y de Teherán. La cantidad de infraestructura destruida en Siria es incuantificable, lo mismo que los depósitos o convoyes de armas iraníes que, generalmente, estaban destinados a Hezbolá.

Cuando Rusia se apersonó directamente en Siria muchos creyeron que, entre sus muchas misiones, le pondría un alto a las amenazas israelíes.

No fue así. Las fuerzas de Tzahal continuaron sus operativos sin que nadie se metiera con ellos, y muy pronto quedó en claro que Rusia no tenía interés de intervenir en ese conflicto. De hecho, la situación le resultaba muy conveniente: todo lo que Israel destruyera, Irán tendría que comprarlo de nuevo. Por ello, rusos e israelíes generalmente se mantuvieron bien coordinados para no afectarse. Y es que, además, a Rusia ya le interesaba Israel en otro sentido: a fin de cuentas, lo que Rusia necesita es dinero, y eso se traduce concretamente en que necesita socios comerciales. A mediano plazo, Irán —un país en crisis permanente por la ineptitud de los ayatolas para controlar la economía— no es un socio interesante. Israel y los países árabes sí.

Por supuesto, esto no evitó ciertas fricciones. Todos podemos recordar aquella crisis petrolera en 2020 que comenzó con una confrontación entre saudíes y rusos, y que llevó a Arabia Saudita a aplicar una estrategia tan odiosa como efectiva: inundo el mercado de petróleo, tiró los precios, y metió a los rusos en un problema. Luego vinieron las negociaciones en la OPEC plus, con saldo ganador para los saudíes.

Ahí se vio qué tan frágil es Rusia en el marco de una guerra económica.

Hoy por hoy, el conflicto está muy lejos del Medio Oriente. El asunto de Ucrania le es bastante ajeno a los problemas locales (la guerra civil en Siria, el conflicto israelí-palestino, los combates entre Arabia Saudita y la guerrilla pro-iraní de los huthies en Yemen), aunque por supuesto habrá una afectación económica por el alza de los precios del petróleo y, seguramente, del trigo (Ucrania es el más importante exportador mundial de este cereal).

Pero, en principio, países como Israel, Arabia Saudita o los Emiratos Árabes Unidos pueden limitarse a controlar el impacto de estas alzas de precio, sin involucrarse más allá de eso.

Y es que las razones para no ponerse del lado de ningún bando son las mismas que Rusia, en otro momento, tuvo para no ponerse en contra de Israel. Es decir, para dejar que los acercamientos comerciales (que también alcanzan a China) sigan fluyendo y reforzándose.

Por supuesto, es lógico suponer que en caso extremo Israel, Arabia Saudita y el resto del mundo musulmán sunita, se pondrán del lado de Estados Unidos y Occidente. Pero es probable que no se llegue a ese extremo. El equilibrio de poderes en Medio Oriente —que incluye a Turquía— no debe alterarse, principalmente por conveniencia de Rusia. Y es que si ahora está en abierta confrontación con Estados Unidos y Europa Occidental, lo que menos necesita Putin es un nuevo frente diplomático o comercial que lo aislaría todavía más. Así que lo más probable —o, por lo menos, sería lo más sensato— es que Rusia no haga nada por complicarse la vida con los países del Medio Oriente.

Sin embargo, de todo esto sale un gran perdedor o, en su defecto, alguien que queda en una situación muy frágil: Irán.

Si la posición de Rusia es frágil por su debilidad económica, la de Irán está en el siguiente nivel inferior. Una economía arruinada, un desperdicio absurdo de dinero en sus proyectos imperialistas en Siria, en Líbano, en Yemen y en Gaza, un cada vez más acentuado descontento popular en su interior, y una relación siempre tensa con todos los países sunitas que lo rodean.

En ese panorama, Rusia ha sido el gran protector y garante de Irán. No evitó los ataques de Israel en Siria, pero es que no eran en Irán, sino en una colonia iraní.

Pero ahora que Rusia está concentrado en el affaire Ucrania —y va a tener que concentrarse más—, Irán queda un poco desprotegido.

“Un poco” que con mucha facilidad se puede convertir en “un mucho”. ¿Por qué? Porque a Rusia muy probablemente se le va a complicar su aventura en Ucrania.

Es obvio que en esta fase inicial del conflicto, el éxito va a ser ruso. Los ucranianos no tienen con qué defenderse de la poderosa artillería de Putin. Pero va a ser muy diferente cuando las tropas traten de imponer el control. Se van a topar con un buen ejército y una población decididos a defenderse con la vida misma. Además, el territorio ucraniano es enorme. Equivale a casi la mitad de todo el territorio europeo. Controlarlo va a ser mucho más difícil de lo que Putin quisiera.

Y ahí viene el gran problema: si este conflicto se le prolonga a Rusia más allá de dos meses, se va a desangrar económicamente. Y es que las sanciones que vendrán por parte de occidente no van a ser amables, porque todos saben que allí es donde Moscú va a llegar a su límite.

Así que, muy probablemente, primero veremos a Rusia centrándose en Ucrania, y luego lo veremos muy afectado económicamente. Hay un alto grado de posibilidades de que eso se traduzca en que Irán deje de ser prioridad para Moscú. Al contrario: en el proceso de reconstrucción, va a necesitar de socios como Israel y los países árabes.

Muy probablemente Israel ya tomó nota de ello, y no me extrañaría que en estos meses por venir se intensifiquen los ataques contra instalaciones iraníes en Siria o Líbano.

¿Se podría llegar al extremo de un ataque directo contra las instalaciones nucleares en Irán?

Bueno, eso sería algo muy complejo y lejano. De hecho, si Irán se debilita cada vez más, incluso sería innecesario.

Pero no lo descartemos. El panorama geopolítico va a cambiar radicalmente por el embrollo en el que se acaba de meter Rusia, y los iraníes no son los que están mejor preparados para ello.

La lógica nos dice que alguien en Teherán debe estar muy preocupado.

Pero no seamos tan optimistas. Una de las cualidades más simpáticas de los ayatolas ha sido que viven desconectados de la realidad, así que hay cierta probabilidad de que ni siquiera se hayan dado cuenta de todo lo que les puede pasar.

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