Enace Judío México e Israel- Pésaj y Purim. “Este mes os será principio de los meses; para vosotros será éste el primero en los meses del año” (Éxodo 12:2). Con esas palabras inician las instrucciones que D-os le da a Moshé respecto a la celebración del Pésaj (la Pascua), y es una de las ordenanzas más llamativas porque, como todos sabemos, el Año Nuevo o Rosh Hashaná se celebra justo seis meses después, en Tishrei.

¿A qué se refiere, entonces, esta orden de considerar a Nissan como el primero de los meses?

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En resumen, podría decirse que esa ordenanza enfatiza la importancia que tiene el concepto de libertad para el pueblo judío. Pero en esta ocasión quiero proponer un enfoque distinto para esa respuesta: el mes en el que celebramos Pésaj es el primero porque allí se abre un ciclo de fiestas que sólo podrá considerarse como concluido once meses después; es decir, en Adar (o Adar Bet, en su caso), con la festividad de Purim.

En pocas palabras, se trata de una lógica calendárica.

Pésaj y Purim son dos festividades con demasiadas similitudes y contrastes. Son, literalmente, dos caras de una misma moneda.

Las dos son fiestas que giran en torno al concepto de libertad, pero enfocado desde ángulos muy distintos. En Pésaj, todo se trata de la lucha de un déspota opresor que mantiene a un grupo sujeto a una cruel servidumbre. Es una dinámica de explotación y, por lo tanto, económica. Es el opresor contra el oprimido. Pero no existe una pista particular que nos señale que lo que le molestaba al Faraón es que sus súbditos fuesen hebreos. Todas sus consideraciones son de pragmatismo político: los hebreos empiezan a multiplicarse, y el faraón teme que se conviertan en un peligro interno; por eso ordena que mueran los primogénitos. Luego, se rehúsa a dejarlos libres porque su economía se basa en su explotación.

La identidad histórica o religiosa de este grupo no le interesa; su discusión con Moshé nunca es religiosa, siempre es política.

En cambio, en Purim es todo lo contrario

Ahora estamos en el imperio persa, y no hay ningún dato que presente a los judíos como un grupo reducido a servidumbre. La única pista que nos diría algo es que Mordejai “se sentaba” en el palacio, y eso implica que sería un funcionario, un burócrata. De allí se puede desprender la imagen de los judíos como apenas otro de tantos pueblos en los dominios aqueménidas, cuya gente puede desenvolverse con un margen de libertad razonable y ser lo que quiera ser, incluso burócrata.

Así que la explotación no es el problema; de hecho, al inicio del relato, no existe ningún problema. Este va a surgir cuando Hamán Hagagui, un aspirante a tirano cuya propia fragilidad le obliga a ser déspota y megalómano, se topa con un judío que no se inclina ante él: Mordejai, epítome del hombre libre.

Ahí es donde va a detonar, explotar el problema de la xenofobia. Ya no es una dinámica económica, sino un prejuicio cultural; ya no es un asunto de explotar al pobre, sino de tenerle miedo al que es distinto; y, sobre todo, ya no es un empoderamiento enfermizo del que tiene poder sobre el que no lo tiene, sino el odio que siente el que no se atreve a dejar de ser esclavo, por el que se sabe hombre libre y se comporta como tal.

En otras palabras, Moshé es el líder de una clase explotada, mientras que Mordejai es el líder de la gente libre. ¿Por qué esta diferencia? Justo porque Purim cierra el ciclo que comenzó en Pésaj.

En Pésaj nos volvimos libres; en Purim, combatimos a los enemigos de los hombres libres.

Eso vuelve muy interesante la reflexión sobre el concepto de libertad en Purim

Ya no se trata del vínculo económico o político, sino del vínculo ideológico; y la definición perfecta de la ideología del enemigo del hombre libre es la xenofobia: “Hay un pueblo esparcido y distribuido entre los pueblos en todas las provincias de tu reino, y sus leyes son diferentes de las de todo pueblo, y no guardan las leyes del rey, y al rey nada le beneficia el dejarlos vivir” (Ester 3:8). Todas las inseguridades, frustraciones y resentimientos de Hamán se van a proyectar en este prejuicio basado en la molestia porque alguien se salga de los parámetros de la nacionalidad: gente que vive dispersa en todos lados, gente que —a juicio de Hamán— no puede tener su lealtad bien colocada, ni su historia, ni su identidad, salvo para tener una ley distinta y no vivir conforme a “las leyes del rey”.

Interesante enfoque: significa que aquí el racismo es entendido como algo que atenta contra lo más valioso que pueda tener un ser humano, que no es otra cosa sino su libertad.

No hay mayor dolor para un racista que ver libre al grupo que más miedo le causa y que, por lo tanto, más odia.

Esa contrastación determina otras dos diferencias —pero también complementos— entre Pésaj y Purim: mientras que una fiesta se basa en el concepto de restricción, la otra es el momento para permitirnos algunos excesos; y mientras que en un relato todo el tiempo vemos a D-os interviniendo —hablando con Moshé, lanzando plagas contra Egipto, etc. —, en el otro relato nunca se menciona de manera directa a D-os, y son en cambio Mordejai y Esther quienes tienen que encabezar al pueblo judío y a los hombres libres en esta lucha.

Contundente mensaje: la libertad es un don que nos da D-os mismo, pero la derrota de los prejuicios que no nos permiten coexistir como hermanos es algo que tenemos que hacer nosotros.

Por supuesto, en el Éxodo siempre hubo una humanidad activa. Sí, el relato gira en torno a los milagros —acciones divinas—, pero eso no significa que las personas no hayan hecho lo suyo. Del mismo modo, sabemos que todo lo que nos narra el libro de Esther implica que D-os también estuvo haciendo su parte. Pero no deja de ser interesante la diferencia. Pareciera que la Biblia nos quiere decir que hubo un pasado remoto —cuando nuestros padres salieron de Egipto— en el que D-os intervenía de un modo muy nítido, casi descarado. Pero en el presente no es así.

En estos días —los de Mordejai y Haman, los de hombres libres contra hombres racistas— pareciera que D-os está escondido, y que somos nosotros los que tenemos que hacer las cosas.

El reto es entender que los tiempos pasados y los tiempos presentes no son distintos. Que en aquellos ayeres remotos no fue D-os quien lo hizo todo, sino que nuestros ancestros tomaron en sus manos sus responsabilidades, e hicieron lo que tenían que hacer; y que en estos tiempos D-os no nos ha abandonado, sino que todo el tiempo camina junto a nosotros.

¿Será por eso que en el idioma hebreo el verbo “ser” no tiene forma presente, sino sólo pasada y futura? Como si ya desde ese detalle se nos dijera que Aquel que Es no se hace evidente en el momento presente, pero podemos ver su acción en el pasado, y podemos confiar en que estará con nosotros en el futuro.

Así es como Pésaj y Purim se complementan

En Pésaj comemos sin jametz, en esta bebemos más de lo que acostumbramos beber. En aquella apenas tuvimos tiempo de tomar nuestras pertenencias más básicas, porque tuvimos que salir aprisa de Egipto; en esta, nos disfrazamos. En aquella, el mundo nos dejó solos; en esta, los hombres libres pelearon junto con nosotros. En aquella, los dueños del mundo hicieron todo lo posible por mantenernos como esclavos; en esta, el emperador se regocijó con el éxito de nuestra libertad.

Hoy celebramos Purim porque hace once meses celebramos Pésaj; hoy luchamos como hombres libres porque hace once meses fuimos liberados.

Pero la lucha no acaba. La genialidad de que todo esto se someta a una lógica calendárica es que apenas terminamos los festejos de Purim, tenemos apenas un mes para volver a empezar el ciclo.

Para volver a buscar la libertad que volveremos a defender dentro de un año.