Enlace Judío México e Israel – El conflicto en Ucrania cumple ya más de un mes. Destrucción, muerte y desplazados. Dolor de muchos y silencio mayor. El mundo entero contempla lo que sucede en una zona de Europa, y la violencia y sus consecuencias prosiguen tan campantes.

En una era de comunicaciones en tiempo real, en pleno apogeo de redes sociales, transmisiones en vivo y en diferido, todos saben lo que pasa. Puede ser que se desconozcan las causas del conflicto, que no se atine a investigar la historia. Pero es un hecho cierto que todos conocen el drama de quienes son víctimas de la guerra: hombres, mujeres y niños cuyas casas, edificios, pueblos y ciudades son destruidos. Cientos de miles de desesperados peregrinos. Con cuotas de entrada como refugiados a aquellos países que hayan aceptado su entrada.

Antes de la operación militar rusa sobre Ucrania, muchos pensaban que lo que viene ocurriendo sería imposible por la exposición mediática que necesariamente conllevaría. Se equivocaron, y en grande. La guerra lleva varias semanas y el temor a una opinión pública crítica y severa, no fue tal o ha sido más que insuficiente. Tampoco el poder de la media en tiempo real ha sido ningún factor disuasivo.

La Shoa, el Holocausto, antes y durante la Segunda Guerra Mundial

Viendo lo que ocurre en nuestros días se eriza la piel al pensar en lo ocurrido en la Shoa, el Holocausto, antes y durante la Segunda Guerra Mundial. Muchos, si es que no todos, sabían de las Leyes de Nuremberg, de las deportaciones, de los campos de concentración, de las desapariciones, de los asesinatos, de los barcos con judíos que no eran aceptados en los puertos de países en teoría civilizados.

El mundo de ayer y el de hoy tienen una actitud pasiva frente a los dramas de seres humanos. Por conveniencias temporales, por temores fundados o infundados. No se pone freno a abusos e injusticias, se negocia virtualmente una tranquilidad local aparente a un corto plazo, se sacrifica el propio futuro de la humanidad toda a mediano y largo plazo.

El planeta ya vivió los horrores de las guerras mundiales, la devastación que producen las aventuras bélicas, las consecuencias nefastas de los expansionismos y los nacionalismos. Se tienen mejores armas, pero también gran cantidad e de instituciones a todo nivel encargadas de fomentar la paz, evitar conflictos, promover el entendimiento entre los países. Nada de esto ha funcionado con la rapidez necesaria.

El tema de la pandemia mundial pasó a un segundo y lejano plano

Justo antes de la operación militar que lanzó Rusia, y durante los primeros días de esta, todo lo que ocurría era motivo de gran cobertura de medios de comunicación, comentarios y opiniones. Noticia pura y fresca, en pleno desarrollo. El tema de la pandemia mundial pasó a un segundo y lejano plano, dejó de ser noticia y formar parte de la rutina.

A la fecha de escribir esta nota, la situación en Ucrania ya es menos noticiosa. El conflicto no ha amainado, las graves consecuencias de la guerra se viven y perciben por todos los medios de comunicación. Los comentarios y declaraciones subidas de tono dejan de ser interesantes y, además, menguan en número. La noticia ha pasado a ser una información de rutina, algo con lo cual se convive. Lamentaciones más, lamentaciones menos.

Cuando un país como Israel ve que un tema tan importante para su existencia como el tratado nuclear con Irán deja de ser noticia, se ha de preocupar. Porque cuando la noticia deja de ser importante, se convierte en rutina y los protagonistas de esta quedan en un desolador abandono.

Cuando la noticia pasa a ser rutina sin que se hay resuelto el tema que la origina, la situación es grave. Esa es la trayectoria de la noticia a la rutina.

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