Enlace Judío México e Israel – Mis padres nacieron en Alemania; venían de familias en la que se valoraba la capacidad de aceptar la responsabilidad personal. Nada de: “no SE pudo”, “Luego veo”, “Chance sí”, “Ahí nos hablamos”. Mi papá hablaba de la importancia de asegurar una educación con libertad; es decir con responsabilidad. Van de la mano libertad con responsabilidad; no se da la una sin la otra. Se refería a una educación orientada a aprender a tomar decisiones y a hacerse responsable por las consecuencias tanto positivas como negativas de dichas elecciones. Me llamaba la atención verlo espontáneamente tirando al piso lápices, servilletas o plumas al tiempo que preguntaba ¿por qué decir “SE cayó”, ¿cómo que “SE cayó “? Añadía: “Yo lo tiré y yo soy responsable por las consecuencias de mi decisión”.

Al depositar la responsabilidad de nuestras decisiones y acciones afuera de nosotros (“SE”), limitamos la posibilidad de libremente (y sin miedo, ni pena ni culpa) aceptar que nosotros decidimos tirar el lápiz, pluma o servilleta y que las consecuencias de ello son nuestra responsabilidad. De la misma manera, al dejar las decisiones en manos del “SE”, limitamos que nuestros hijos tomen sus propias decisiones y se responsabilicen de cumplir con sus tareas, llegar a tiempo, beber demasiado y hasta chocar un coche.

Robert S. Hartman

El reconocido filósofo alemán Robert S. Hartman hablaba de tres tipos de valores: intrínsecos (provienen desde dentro de la persona y llevan a aceptar las consecuencias de nuestros actos), extrínsecos (lo material), sistémicos (orientados a quedar bien con las normas, valores y expectativas que otras personas esperan de nosotros; que dicta el sistema).

Hartman agregaba que en la gran mayoría de países en vías de desarrollo la educación está enfocada en controlar a las personas en lugar de en facilitar la libertad para ser responsable (a lo sistémico). La manera de ejercer el control externo es a través del uso del miedo, culpa y/o pena como maneras de presionar a la persona a obedecer (en lugar de enseñarle a decidir); a quedar bien con los demás (“que va a pensar tu abuelita si no lo haces”, “que van a decir tus amigos”) por encima de con uno mismo. Cuando este tipo de educación es valorado por encima de la responsabilidad personal, aumenta la probabilidad de aceptar las mentiras, trampas y engaños como herramientas para quedar bien con terceros. Son grupos que valoran el “qué dirán” por encima del “yo decidí”; en las que “SE cayó” es “la norma”.

“Lo normal”

En culturas en las que “lo normal” es enseñar a decidir más que a obedecer, a ser responsable y no avergonzado ni culpable, en las que el miedo y la pena no tienen lugar, es donde los niños tienen una mayor probabilidad de crecer seguros de sí mismos, de ser libres y responsables, de informarse, de analizar y de elegir. Es allí donde se valora la verdad por encima de la mentira, la honestidad por arriba de la corrupción, la libertad… no el control, la libre e informada decisión más que la obediencia ciega, donde se asegura la integridad personal más allá del aplauso social.

La Dra. Susan Pick, Licenciada y Doctora por la London School of Economics and Political Science, Universidad de Londres; Profesora de Psicología Social, Facultad de Psicología, UNAM; Fellow Universidad de Harvard, Presidenta ONG Yo quiero, Yo puedo-IMIFAP (cuyos programas de educación, salud y disminución de pobreza han beneficiado a mas de 21 millones de personas en 18 países), Directora Instituto NARA para Educación en Terapias Psicodélicas, Standupera, creadora de arte con basura, viajera del mundo, orgullosa mamá de tres adultos creativos y abuela de cuatro nietos inquietos y felices.

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