Enlace Judío- Nunca pensó vivir en México. Si le hubieran dicho que ese sería su destino, no lo habría creído. Max Shein provenía de una familia judía de origen polaco, y con el paso de los años se convirtió en uno de los personajes fundamentales para la formación de las relaciones entre México e Israel. Un día, llevó una muñeca a la casa del Presidente y su vida cambió para siempre.

Era 15 de enero de 1907, Max Shein nacía en Polonia en el seno de una familia judía que tuvo que salir por las crueles persecuciones hacia la comunidad de aquella época. Sus padres se conocieron en Nueva York donde se casaron. Aunque vivieron pobres.

Cuando vino la moda del pelo corto, su padre no pudo vender todos los adornos para el cabello: peinetas españolas, pasadores, horquillas. Nunca pensó en venir a México, pero a sus 17 años, en septiembre de 1924, tuvo que hacerlo para vender algunos accesorios para el cabello que no eran vendibles en los EE.UU., pero sí en México. “Si no fuera por la moda, no habría terminado en el país”, recordó Don Max.

Su madre juzgaba a México por las películas; pensaba que había muchos bandidos. Por ello le consiguió un seguro de vida, porque pensaba que no regresaría vivo. Aunque al llegar al país se dio cuenta que el lugar era tranquilo.

Lo primero que hizo fue buscar un traductor para comunicarse con los clientes. Viajó a Monterrey, donde pudo vender una buena parte de su mercancía. Así, continuó por Tampico, San Luis Potosí, Ciudad de México y Veracruz, donde tomó el barco de regreso a Nueva York. Tras seis meses, al volver a México, sus clientes le reclamaron porque apenas habían recibido sus pedidos, por lo que no le volverían a comprar más.

Por ello, para vender los últimos accesorios que le quedaban decidió abrir un despacho. Y, por fortuna, se vendieron bien; por lo que decidió quedarse en México. Con esfuerzo se abrió camino en el mercado, al conocer a la gente adecuada y al ampliar la demanda.

“Si alguien me hubiera dicho que me iba a quedar en México, no lo habría creído”, recordó Shein. “Era un muchacho sin experiencia. Toda mi familia, mis papás y mis cinco hermanos estaban en Nueva York. ¿Por qué me alejaría de mi familia? Mi mamá lloraba todo el día para que yo regresara”.

 

México y el comienzo de una vida

“Cuando mi mamá supo que yo venía a México me dijo: ‘Tú te vas a México y no vas a continuar tus estudios. Hijo mío, tú sabes'”, dijo en alguna ocasión Max Shein.

Hoy, en un homenaje póstumo en la celebración de Yom Haatzmaut de la Embajada de Israel, su nieto, Roberto Shapiro, en exclusiva para Enlace Judío, habló sobre los primeros años de su abuelo como vendedor.

Él vendía peines, y un día alguien llegó y le dijo:

Estos son peines judíos.

Max Shein se quedó confundido.

—¿Qué, por qué me dice eso? —le contestó.

—Porque no tiene marca.

Después de la fundación del Estado de Israel, se arrodilló, besó el piso y dijo: “Ahora sí ya tenemos marca”.

Yom

Pasaron los años, y a finales de los 20′ los derechos de importación para productos como peines y peinetas se prohibieron. La única manera de salvar el negocio era que produjera los artículos él mismo, así que se arriesgó y en 1930 creó su primera fábrica, “Muñecas Ideal”, con la cual consiguió la concesión para fabricar las muñecas “Shirley Temple”.

Shapiro recordó durante el evento que en aquellos años cuando empezaba su negocio, parte de la fabricación eran juguetes, los cuales donó en alguna ocasión para los niños pobres en México. Y en agradecimiento al donativo, lo invitaron al Castillo de Chapultepec, donde vivía el expresidente Abelardo Rodríguez, el último que residió ahí. Entretanto, la esposa del presidente lo recibió para agradecer este donativo, y Shein le llevó una muñeca como regalo. Cuando lo vio, le echó un ojo y le presentó a su hermana.

—Aquí está mi hermana. Le presento a Amparo —dijo—. Le va a dar un tour por el castillo.

Durante el tour, Max Shein se quedó enamorado de Amparo, y ella de él. En 1933 se comprometió con Amparo Viderique. Al año siguiente se casaron en el Castillo de Chapultepec. “Fue un matrimonio bonito y longevo”, opinó su nieto.

 

El día que se volvió mexicano

Max Shein no escapó de la Gran Depresión de los años treinta, pero poco a poco prosperó. Fue así como en 1933 fundó Cipsa, la fábrica de plásticos más grande de América Latina. En tanto, en los años 40’ consiguió la patente para fabricar los “Peines Pirámide”, y la licencia para fabricar los productos de Walt Disney.

Con el paso de los años, comenzó a ayudar a los niños mexicanos que en ese entonces carecían de tecnología para su educación. Shapiro comentó que en 1986 vio por primera vez computadoras en una escuela pública en Israel, y dijo: “Yo quiero esto para México”.

Por lo que trajo el primer taller de cómputo en una escuela en el país en ese año, “pero era muy temprano, no había Windows, ni materiales. Era muy complicado”, recordó su nieto. Pero “en 1955 volvió a tomar esta idea. Y al llegar a equipar a la escuela número 100, un gran logro, se dio cuenta que aún faltaban miles de escuelas. Así creó esta Asociación Civil, que al día de hoy se llama Unete (Unión de Empresarios para la Tecnología y la Educación)”.

Max Shein y su nieto Roberto Shapiro.

En el evento de celebración por las 100 escuelas equipadas, Ernesto Zedillo asistió y dio unas palabras.

—Algunos dicen que Don Max es un buen amigo de México. Yo digo, no; Don Max es mexicano. Don Max es nuestro —dijo, entre aplausos—. Este taller de cómputo que hoy inauguramos es el número 100 de los muchos que funcionan a lo largo y ancho del país.

En un bullicio causado por los aplausos de la gente, Don Max tomó la palabra.

Quiero a México —hizo una pausa mientras la gente celebraba—. Quiero a todos ustedes que son el futuro de México.

Al día de hoy, la asociación ha equipado a más de 9 mil 400 escuelas públicas, que beneficia a alrededor de 2.7 millones de alumnos anualmente. En sus últimos años, en noviembre del año 2ooo, fue nombrado Doctor Honoris Causa por la Universidad Anáhuac, en donde dijo:

“Tenía muchas ganas de ir a la escuela en cuánto a mis deseos. Pero no tuve ninguna educación porque a ella (su madre) le faltó la posibilidad de dármela”, comentó Don Max. “Esto me impactó el resto de mi vida. La salvación más grande de la vida es ayudar a sus semejantes. Con toda modestia creo que no nací en vano. Quiero a México”.

 

El logro de unir a México e Israel

Max Shein creó la AC Unete, para apoyar a la educación de los niños de México.

Sin olvidar sus origenes judíos, para él el Estado de Israel fue muy importante; por ello dedicó una parte muy importante de su vida a trabajar en diferentes causas a favor del país.

“Dedico su vida para trabajar en Keren Hayesod; para él era la causa más importante”, indicó Shapiro. “Y a lo largo de 50 años hizo varias cosas: desde guarderías, hasta programas que ayudaban a recibir a la gente que emigraba de Etiopía, Rusia y otros países”.

Asimismo, trabajó con el Instituto de Tecnología de Israel, Technion, en donde fue presidente honorario. Además, se ligó con Teddy Kollek, alcalde de Jerusalén, y con su amigo León Davidoff crearon el centro comunitario de Neve Ya’acov, un deportivo y un centro social para muchos inmigrantes.

Fue Presidente Honorario de la fundación Keren Hayesod y donó la embajada de Israel y las oficinas de dicha fundación en México.

Max Shein.

“Para él era importante la relación de México con Israel”, recalcó Shapiro, quien recordó como en los años 50’ “hubo un embargo de petróleo hacia Israel, y él logró convencer al gobierno de México para que se lo vendiera el petróleo. Él siempre quería ligar a Israel con México.

“El legado que nos dejó Max Shein fue: Hay que compartir y tener un compromiso social, con México e Israel“, concluyó.

 

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