Enlace Judío México e Israel – Zebulón Simantov, el último judío de Afganistán se divorcia apenas dejando su país natal, cuidador de la Sinagoga a la que asistía (él solo) y renuente a dejar su conflictivo país, ha cambiado de opinión con el regreso de los Talibanes al poder y de la rienda suelta que tendrán ISIS-K (si es que realmente existe eso) y Al Qaeda, que con su adicción a los medios de comunicación no dudarían en secuestrar o despegarle la cabeza del cuello al judío que se quedó con la enorme responsabilidad de ser el último en dejar a esa tierra que tuvo presciencia judía por más de 2 mil años, y que quizás algunas de las tribus Pashtun, uno de los grupos étnicos importantes en las filas Talibanes, como la evidencia lo señala, podrían ser descendientes de las tribus pérdidas de Israel, posiblemente primos del pueblo judío, de esos primos que no quieres ni ver, porque para los judíos en Afganistán”eso fue todo amigos”.

El codiciado soltero

Simantov, un joven de 62 años, desde el 2005 se convirtió en el último hombre de confesión israelita en vivir en Afganistán. Los judíos de ese país llevan décadas huyendo, principalmente hacia Israel y Nueva York. Ishaq Levin era, junto con Zebulón Simantov, el otro judío en vivir en ese país. Levin murió en el 2005 y como si se esto fuera un episodio de “Los Simpsons” estos dos judíos mayores de edad se tenían más mala fe entre ellos que hacia los Talibanes. Ambos representantes del pueblo judío en ese milenario país se traían un pleito jurado de años atrás, a unos les parecerá entretenido o ridículo a otros la cosa más familiar del mundo. Ambos vivían a los costados de la única sinagoga en Kabul que Simantov, un vendedor de Kebabs y alfombras, tenía a su cargo.

El penúltimo hijo de Israel en esa tierra, Levin, ya un octogenario que vivía de la caridad, de la ayuda humanitaria que mandaban judíos de Estados Unidos e Israel, sobre todo de los judíos Afganos en Nueva York y de la benevolente caridad de sus amigos y vecinos Musulmanes compartía la Sinagoga junto con su repudiado vecino Simantov, que dicho sea de paso estos vecinos le han prometido que cuidarán la sinagoga en medida de lo posible ahora que este se ha ido. Entre Simantov y Levin se hacían acusaciones públicas y hasta denuncias con la policía local ante la involuntaria diversión de los vecinos musulmanes de este par de locos.

A estos dos viejos rabiosos no les bastó con vivir en un país que ya había aplicado “reglas de gueto” a los judíos años atrás, sobre todo en la época de la Segunda Guerra Mundial en donde la Alemania Nazi era el poder aliado importante de la Antisemita Monarquía Afgana de esa época, tampoco les bastó que se les confisquen tierras, deporten y anulen derechos como los de transitar libremente por el país (y no había Covid) comprar tierras, casas o poner cualquier negocio, inclusive muchos años atrás a los judíos sólo se les permitió ser lustradores de zapatos, un negocio poco lucrativo si consideramos como cierto lo que vemos en las noticias; los Afganos solo usan sandalias… Y durante la época de control pro Soviético tampoco les fue bien.

Los soviéticos los veían como posibles aliados de la India que tenía gran influencia Británica y para la India los judíos eran vistos como “izquierdosos pro Bolcheviques” así que les cerraron la frontera en las narices. Las mujeres fueron secuestradas y hasta obligadas a casarse con afganos musulmanes.

Simantov y Levin pasaron tiempo en las cárceles talibanes, ambos se acusaron de todo. Levin acusó a Simantov de robarse reliquias judías de la sinagoga y Simantov acusóa Levin de tener un burdel secreto donde vendía alcohol, (sin pruebas). Ambos se acusaron uno al otro de ser “Agentes del Mossad”, lo cual los mandó a la cárcel. Pero ni por todas esas tragedias y dificultades compartidas por su origen común estos lograrían unirse, al contrario, su mala fe crecía día a día, aunque como dicen perro que ladra no muerde, de hablar mal uno del otro con todo mundo no pasaba ese rancio pleito que parece chiste viejo: los últimos dos judíos en Afganistán se odiaban entre sí.

Dicen sus vecinos que se la pasaban lanzándose maldiciones e insultos cada vez que se veían. De hecho, los Talibanes que los habían metido en prisión y confiscado la Torá de la sinagoga (hasta la fecha no devuelta) tuvieron que dejar a estos dos judíos libres porque se la pasaban peleando todo el día en la cárcel que colmaron la paciencia de los Talibanes. Con la invasión Norteamericana y Europea al desértico país se conoció la historia de los últimos judíos en aquel país: estos dos señores que no se toleraban llegaron a las noticias, y el periodista Inglés Martin Fletcher no pudo evitar entender esta realidad como comedia y terminó por hacerla evidente. Escribió una obra de teatro que se ha presentado en Nueva York y el Reino Unido: “Los dos judíos de Afganistán”.

La esposa de Simantov se fue de Afganistán y se estableció en Israel con las hijas de la evidentemente nada feliz pareja en 1998. Simantov nunca tuvo interés (ni tenía) en dejar su país, no sabe más hebreo que el de los rezos, y una que otra palabra, sobre todo palabrotas; y lo mismo pasa con el Ruso que medio habla más allá del Dari, su idioma natal, tampoco le interesa aprender hebreo, idioma que lo ve complicado, menos mudarse a Israel (¿Cerca de su futura ex-esposa?) puede que este judío afgano se establezca en Nueva York en donde tiene familia, que han ofrecido recibirlo.

En el pasado la esposa de Simantov le pidió el divorcio pero este simplemente se negó a dárselo y a alcanzarla en Israel. Decidió quedarse en Afganistán, país en el que su esposa no quería estar ni criar a sus hijas por la obvia inestabilidad política. Zebulón le negó el divorcio por 20 años, nadie sabe porque realmente, pero ahora al dejar Afganistán ha considerado ampliar sus horizontes y ya le ha mandado los papeles hasta Israel a su futura ex-esposa, y justo por eso no se le veía muy interesado en irse a Israel. Al negarle el divorcio a su esposa podía sr que Zebulón tuviera problemas con las leyes del estado Hebreo.

Motti Kahana, un empresario Israeli-Estadounidense, hizo los arreglos para contratar un avión privado y sacar de allí a un renuente Simantov. Kahana logró convencer a este terco judío afgano, al dejarle en claro que su seguridad estaría comprometida si decidía quedarse allí.

Simantov es conocido por ser un mal hablado y bebedor, cobra por entrevistas unos 200 a 500 dólares y pide a los reporteros llevarle alcohol o no los recibe, Cuando se le preguntó en una entrevista para la televisión alemana que pensaba de Ishaq Levin, su correligionario y penúltimo judío afgano, Simantov no pudo evitar maldecirle acusarle de “loco” otra vez, comentar que cualquier perro es mejor que el penúltimo judío en aquel país y hacerle una expresión poco “honorable” con el dedo que está junto al índice, y en dirección a su tumba. Pero qué tipo…

Ni Krusty el Payaso

Corre el rumor que este judío devoto vendedor de tapetes y kebabs es difícil en el trato, y si los Talibanes prefirieron dejarlo en libertad para no escuchar sus quejas, retrancas e insultos al por mayor día y noche en la prisión. Todo indica que ese folclórico rasgo cultural no sólo lo ha hecho famoso, sino hasta le ha servido de protector… “El Señor trabaja en formas misteriosas”.

Señoras, sus plegarias fueron escuchadas: llega al mercado de solteros uno de los judíos más atípicos y al mismo tiempo típicos de los últimos tiempos, Zebulón Simantov bebedor y grosero, pero eso sí, hombre de mucha fe, parece caerle muy bien a alguien allá arriba, El ultimo judío de Afganistán no sólo sabe hacer kebabs y contar historias sin duda interesantes, también se ha liberado de todas las ataduras, Parece obvio que un pintoresco hombre como este dará de que hablar, ya sea en Israel o en los Estado Unidos pero, antes de llegar a Israel, pidió 10 millones de dólares argumentando pérdidas por haber dejado su país, y dinero para un abrigo.

Mazal Tov para Zebulón.

Actualización: Después que salió Zebulón Simantov de Afganistán, una mujer que argumenta ser judía huyó de Afganistán con sus 20 nietos y bisnietos a Israel. Tiene familia allí, inclusive sus padres están enterrados en Jerusalén. Mo habló con sus hermanos en 60 años, se casó con un musulmán para esconderse y sobrevivir. La comunidad judía afgana de la época la rechazó por su matrimonio y desapareció hasta aparecer ahora, argumentando que nunca se convirtió al islam.


 

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