Enlace Judío México e Israel – Hay padres y abuelos que dejan que los niños hagan lo que quieran, poner límites les cuesta trabajo; hay otros que presionan para que todo sea perfecto y aun otros que controlan y nomas no respetan decisiones (It’s my way or no way).

SUSAN PICK

Los niños no tienen la experiencia ni la madurez necesarias para tomar sus propias decisiones. Necesitan la orientación de los adultos que los rodean… no solo requieren mucho amor incondicional; requieren asimismo de una sólida estructura para sentirse seguros y cuidados. Pero esto no significa control, manipulación, imposición ni posesión.

Para que nuestros hijos lleguen a ser adultos libres, creativos, innovadores, responsables y autónomos (¿y que no todos queremos eso?.. ya sé que los controlitos y los narcisos mega egos no quieren eso); antes que nada los niños tienen que entender y respetar las reglas.

Sin embargo, enseñarle a nuestros hijos solo a obedecer, tarde o temprano llevará a problemas (ej. de abuso sexual, rebeldía sin sentido, inseguridad o no saber actuar sin instrucciones), ya que al educarlos en esa línea (o más bien, mal educarlos) no les estamos dando las herramientas necesarias para valerse por sí mismos (¡al menos que quieras a Rafita viviendo contigo de mantenido a los 30 años!). En su lugar podemos enseñarles a pensar, analizar y decidir; así serán adolescentes y adultos responsables y con capacidad de decidir y responder por sus acciones.

Una idea para enseñar a nuestros hijos a decidir es jugar a la balanza. Usemos el ejemplo de decidir si ir a un fiestorrón cuando aún no ha acabado un proyecto que tiene que entregar el día siguiente de la fiesta. Para realizar este juego, le pedimos que escriba o dibuje las ventajas de no ir a la fiesta (por ejemplo: tener más tiempo para hacer el proyecto o estar fresco en la entrega) y las desventajas (por ejemplo: no compartir con los cuates en la fiesta). Podrá analizar los pros y contras y decidir qué hacer. Es importante respetar su decisión… solo así aprenderá a responsabilizarse por las consecuencias. Se va a equivocar más de una vez… déjalo… así aprenderá.

Por otro lado es importante no promover el culto a la perfección. La perfección y las buenas calificaciones no necesariamente son indicadores de éxito y mucho menos de inteligencia emocional. La perfección y las calificaciones no tienen relación con el desempeño ni como personas ni en lo laboral. Es mucho más relevante para la vida tener una educación en cooperación y flexibilidad que en competencia y perfección. Una vida balanceada entre lo intelectual, el ejercicio físico y la salud mental lleva a mucha más tranquilidad y mejores resultados que la que se enfoca solo de un lado. Algo así pasa con las obsesiones por la limpieza perfecta, por el orden al mil… no es posible, tampoco realista… mejor encontrar el balance.

Muy de cerca a los puntos anteriores está enseñarles a nuestros hijos que todos podemos aprender de los errores. El mensaje es que se vale equivocarse ya que de los errores se aprende. No los castiguemos ni regañemos por equivocarse, mejor enseñarles el camino para aprender de ello. Así por ejemplo, si nuestra hija entra a casa con lodo en los zapatos, en vez de gritarle y regañarla, funcionaria mejor tanto para ella como para nosotros (¡aunque a los más neuróticos nos cueste más trabajo!) pedirle que tome una jerga, limpie el piso y en una cubeta enjuague la jerga. Ella habrá aprendido a no entrar con lodo, a limpiar un piso y a usar una jerga y nosotros habremos aprendido a contar a 10 antes de enloquecer por un poco de tierra en el piso. Todos salimos ganando (menos la pobre neurosis que pierde… ¡yeahhhh!).


 

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