Enlace Judío – Una de las ideas tradicionales sobre Lag Baomer que más enigmáticas resultan, es la que nos cuenta que en este día (33avo en la Cuenta del Omer) se detuvo la plaga que había aniquilado a 24 mil alumnos de Rabí Akiva. Esa sería una de las razones para hacer de este un día festivo.

¿Qué tan factible es que este dato sea históricamente exacto? Parece muy difícil imaginar que un solo rabino de la época tuviese tantos alumnos. ¿En dónde los tenía? ¿En Bnei Barak, donde Akiva había establecido su academia? No suena convincente. Poblaciones como Bnei Barak en aquellas épocas no eran tan grandes como para imaginar que 24 mil personas estaban allí como alumnos de una academia del siglo II EC.

Además, esa cifra es la de los alumnos que, según esta tradición, fallecieron. Pero Akiva tuvo más alumnos, así que no sólo estaríamos hablando de 24 mil.

Por eso hay quienes interpretan este dato de manera simbólica: en realidad, los 24 mil alumnos de Akiva muertos por una plaga serían una metáfora del pueblo de Israel que se levantó en armas contra el Imperio Romano (bajo la dirección de Bar Kojba), y fueron aplastados en una guerra que se desarrolló entre los años 132 y 135. El propio Rabí Akiva murió como mártir en este trágico episodio de nuestra historia.

Tiene sentido, especialmente porque la tradición rabínica trató de evadir a toda costa el tema de Bar Kojba (a quien, incluso, llamaron Bar Kosiva, que en arameo significa “hijo de la mentira”). La razón es perfectamente comprensible: el fracaso de esta rebelión anti-romana se saldó de un modo más que trágico para el pueblo judío. No sólo el país quedó destruido, sino que Jerusalén fue aplanada por completo y en su lugar se edificó una nueva ciudad, Aelia Capitolina, como represalia contra el nacionalismo judío. Los pocos vestigios de soberanía que todavía se conservaban fueron eliminados por los decretos de Adriano, y con ello murieron todas las esperanzas judías de liberarse de su odiado enemigo. Nuestros ancestros no tuvieron más alternativa que resignarse a que habíamos perdido por completo nuestro hogar ancestral, y desde entonces nos tuvimos que resignar a ser un pueblo apátrida y marginado en todos los lugares del mundo, en todos los momentos de la Historia. Algo que sólo cambió hasta 1948.

Y por eso la imagen negativa de Bar Kojba, y por eso también la tendencia a evadirlo.

Pero es muy difícil evadir a Bar Kojba si se va a hablar de Rabí Akiva porque, a fin de cuentas, Akiva fue su principal soporte espiritual. Si Bar Kojba fue reconocido como descendiente del rey David y, por lo tanto, como mesías, fue justo porque tuvo el apoyo de Akiva.

Entonces ¿cómo hablar del terrible momento en que los judíos rebeldes, inspirados por Akiva pero luego masacrados por los romanos, murieron por miles y miles?

Hacerlo de manera simbólica es una buena idea, sin duda. Tal vez, entonces, de allí venga este relato tradicional relacionado con Lag Baomer.

Lo que está fuera de toda duda es que Lag Baomer representa el renacimiento del pueblo judío. Toda la tradición que se teje alrededor de Rabí Akiva apunta a eso, y si ese tremendo rabino es la metáfora de la desgracia y el martirio de los sabios de antaño, su discípulo Shimón bar Yojai es la metáfora de la renovación espiritual judía con la nueva generación de sabios.

Esa tensión entre el destino trágico de Akiva —desollado por los romanos— y el modo en el que Bar Yojai sobrevivió escondido, para luego convertirse en un gran hacedor de milagros, es un símbolo perfecto de la experiencia judía en ese momento crucial de la Historia, el punto en el que terminó la era antigua —caracterizada por el liderazgo espiritual de la casta sacerdotal, cuyo epicentro estaba en el Templo de Jersualén—, y comenzó la era rabínica, la que siempre ha girado alrededor de las sinagogas, y en la que no era la herencia dinástica la que determinaba el liderazgo, sino el mérito personal por medio del estudio de la Torá.

En ese aspecto, Akiva otra vez es un símbolo perfecto: hijo de conversos, no tiene linaje alguno que lo vincule con ningún kohen o con ningún sabio de Israel. Por el contrario: una tradición lo señala como descendiente del perverso Sisara, el general cananeo que asoló al pueblo de Israel en la era de los jueces, y que murió dramáticamente cuando la heroína Yael lo clavó al piso, perforando su sien con una estaca.

Así que Akiva es la representación de cómo el pueblo judío ha logrado convertir todas sus desgracias en fuerza pura, pura fuerza, para seguir adelante, mejorando siempre. Si el ancestro fue un cruel opresor y un temible enemigo, Akiva es el gran genio sistematizador del pensamiento rabínico, el que descubre la clave para que toda la tradición oral (la Torá Oral, para ser más precisos) pueda preservarse de manera correcta y fiel.

Sin embargo, no será él quien vea el fruto de su trabajo. Su destino, como ya lo dije, es trágico: morir desollado mientras pronuncia el Shemá, víctima de los invasores romanos.

Pero la chispa judía es algo que no se puede apagar, y todo lo que Akiva enseñó en vida fue preservado por el rabino que se tuvo que esconder varios años en una cueva: Shimón bar Yojai. Este místico de estatura incomparable, autor del Zohar según la tradición cabalística, será quien espere en las sombras, pacientemente, hasta que llegue el momento adecuado para reaparecer y volver a instruir a Israel en los caminos de la Torá.

En gran medida, Bar Yojai se convierte en un símbolo del pueblo de Israel entero, escondido durante todos los años que duró el exilio, y que esperó pacientemente el momento de renacer en su tierra, para volver a traer la luz de la Torá al mundo.

Dice la tradición que en el silencio de esa cueva, Bar Yojai entendió cómo serían los tiempos del fin y cuándo sería la llegada del mesías. Dice la experiencia que en el silencio del exilio, el pueblo de Israel entendió el sentido de la Historia Universal, algo que —en esencia— no tiene ninguna diferencia a comprender el fin de los tiempos y la era mesiánica.

Y por eso la paradoja: Bar Yojai muere un día de Lag Baomer, pero ordena que su muerte se festeje con gran gozo, porque aunque Israel está en el exilio, entendemos desde dónde venimos y hacia dónde vamos. Justo eso que tanto obsesionó a Hegel, y que nosotros conocemos desde hace 18 siglos.

Tal vez eso nos explique el sentido del bizarro relato del Talmud en el que Akiva se ríe frente a las ruinas del templo, mientras sus compañeros lloran. Ellos explican que lloran por toda la desgracia que ha caído sobre Israel, y cuando cuestionan la risa de Akiva, este responde que si la profecía de la destrucción y el exilio se han cumplido, entonces la profecía de la restauración también se cumplirá.

Lag Baomer, Akiva y Bar Yojai son una trenza que todo el tiempo danza alrededor de nuestra comprensión de la Historia. Y eso es, en parte, lo que explica que el pueblo judío haya logrado sobreponerse a todas las desgracias sufridas durante casi dos mil años, y haya llegado a este momento convertido en un pueblo libre y soberano en su propia tierra, fuerte como nunca en su Historia, y regalándole al mundo cualquier cantidad de avances científicos y tecnológicos que hacen que la vida sea más amable para todos.

Las fogatas se han encendido otra vez este Lag Baomer, así como el fuego del alma judía ha renacido en todos los que somos descendientes y alumnos de Akiva y Bar Yojai.

¡Jag Sameaj!

 


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