Enlace Judío / Rab David Silverberg – Al describir Gan Edén, en parashat Bereshit (Génesis), la Torá, identifica cuatro ríos que fluían desde el jardín: Pishón, Guijon, Jidekel y Perat (2:11-14). Pishón se identifica comúnmente como el río Nilo, mientras que Jidekel y Perat se entienden, respectivamente, como el Tigris y el Éufrates. No está claro a qué río se le llama Guijón.

En cualquier caso, se plantea la pregunta del propósito de esta descripción. ¿Por qué la Torá consideró necesario nombrar los cuatro ríos que salían del Edén?

El Malbim sugiere un enfoque simbólico de estos versos, afirmando que aluden a los cuatro “caminos” que conducen a la persona fuera del ideal espiritual representado por el Gan Edén. Los tres primeros ríos – Pishón, Gijón y Jidekel – aluden a la advertencia de la Mishná en Pirkei Avot (4:21): “Los celos, la lujuria y el honor alejan a la persona del mundo”. Pishon, como describe la Torá (2:11), fluía alrededor de una región que contenía oro, y simboliza así los peligros de los celos, cómo la competitividad material puede alejar a una persona del “Edén”, de una vida de armonía espiritual.

Guijón, leemos (2:13), fluía hacia Kush (generalmente identificado como Etiopía) y pasaba cerca de Egipto. Jazal (sabios del Talmud) señalan en varias ocasiones que la sociedad del antiguo Egipto era especialmente inmoral y promiscua, por lo que el río Gijón podría representar los peligros de la lujuria. El tercer río, Jidekel, fluía hacia Asiria (2:14), que más tarde daría lugar a un imperio caracterizado por la agresividad y el deseo irrefrenable de poder y dominio. Este río es, pues, representativo de la tercera cualidad que amenaza con alejar a la persona del Edén: el ansia de honor y fama.

El cuarto río, según Malbim, aunque fluye lejos del Gan Edén, nos enseña el camino para ganarnos el regreso al jardín. El Perat se menciona a menudo como la frontera más lejana de Eretz Yisrael. Hacemos nuestro camino de vuelta al Gan Eden, al ideal espiritual para el que fuimos creados, fluyendo hacia Eretz Yisrael, dirigiendo nuestras vidas hacia los valores de santidad y divinidad simbolizados por nuestra patria sagrada.

Curiosamente, la Torá no especifica aquí la geografía de Perat. Mientras que con respecto a los otros tres se proporcionan algunos datos geográficos, cuando se trata de Perat, la Torá simplemente menciona su nombre sin ninguna otra identificación. Irónicamente, éste es el río que, según la interpretación de Malbim, se nos pide seguir en nuestro esfuerzo por volver a nuestro estado primordial de perfección espiritual. ¿Cómo podemos explicar la ausencia de detalles sobre este río?

Rav Yaakov Haber sugirió que, de acuerdo a la lectura simbólica del Malbim sobre este versículo, podemos entender por qué la Torá introdujo el Perat sin mencionar dónde fluye. A menudo parece, inicialmente, que todos los “ríos” conducen hacia el camino de la satisfacción y el éxito, excepto el “río” que fluye hacia Eretz Yisrael, hacia los ideales de la vida con Torá. Podría parecernos que el camino de la Torá y las mitzvot, a diferencia de todas las demás opciones, no nos lleva a ninguna parte. Pero al igual que se describe el Perat como algo que no fluye a ninguna parte, aunque en realidad conduce al retorno al Edén, de forma similar, el camino de la Torá nos lleva finalmente en la dirección correcta. No siempre será obvio para nosotros mientras navegamos por el río Perat que nos dirigimos en la dirección deseada, en la dirección del significado y la realización espiritual. Es posible que nos dejemos engañar por los otros “ríos”, los caminos hacia la riqueza, la fama y la indulgencia, que al principio parecen búsquedas mucho más atractivas. Por ello, la Torá nos recuerda que debemos permanecer en Perat, seguir navegando en dirección a la santidad, y no dejarnos atraer por las tentaciones de “los celos, la lujuria y el honor”, que en última instancia “alejan a la persona del mundo”.

Fuente: SALT (Surf a Little Torah)