Enlace Judío – El ministerio del Interior de Francia mencionó en octubre pasado que se cerraron 650 locales en todo el país por presuntamente albergar “extremistas musulmanes y que la Policía inspeccionó 24,000 establecimientos en total”.

Asimismo, afirmó que se habían cerrado un tercio de las 89 mezquitas inspeccionadas desde noviembre de 2020. También se cerraron cinco asociaciones musulmanas que supuestamente promueven el llamado “islam político” y se anunció el cierre de otras 10 asociaciones adicionales, la confiscación de las cuentas bancarias de 205 asociaciones y la expulsión de dos imanes (el que difunde la fe).

Francia con 67 millones de habitantes, tiene una población musulmana –practicante y no practicante – de entre 5 y 6 millones, lo que la convierte en la comunidad más importante de Europa. El islam es la segunda religión del país, que cuenta con 2 500 lugares de culto.

Por otra parte, el Ministerio del Interior señaló que, a partir de 2023, los extranjeros no podrán ejercer como empleados religiosos y no se renovarán los permisos de residencia de aquellos individuos que hayan sido condenados por tráfico de drogas y violencia doméstica y que se limita el número de visas emitidas a ciudadanos argelinos, tunecinos y marroquíes para que estos países puedan admitirlos tras ser deportados por Francia.

En agosto de 2021 la máxima autoridad constitucional de Francia aprobó una controvertida ley “antiseparatismo” duramente criticada por tener como objetivo de control a los musulmanes.

Los signos de pertenecer al islam han sido interpretados por las autoridades como una cuña en el modelo asimilacionista que cuestiona la eficacia de los modelos de integración y en cierta forma percibidos como reivindicaciones políticos que amenazan la seguridad e identidad nacional.

El carácter laico de la República francesa y la estricta separación de los asuntos del Estado de la religión han impedido a Francia llevar a cabo una política activa en la organización del islam. La multiplicación de mezquitas a partir de los 80 incrementó la fuerza del islam en Francia. Sin embargo, en vez de ser interpretada como la manifestación lógica y legítima de la sedentarización de los inmigrantes de confesión musulmana, ha sido percibida como “una ofensiva identitaria y religiosa dirigida desde el exterior”.

El presidente Emmanuel Macron ha estado cada vez más preocupado por lo que llama separatismo islamista: el intento de elementos hostiles dentro de la gran comunidad musulmana de Francia de imponer creencias islámicas conservadoras sobre los valores tradicionales de la República francesa en algunas comunidades.

En este ámbito, a finales de diciembre pasado, la Gran Mezquita de Beaurais, una ciudad al norte de Paris, recibió una orden de cierre durante seis meses por la radicalización de los sermones de un imán al que las autoridades locales y nacionales acusan de haber promovido un discurso de odio y de apología de la Yihad (Guerra Santa).

En el presente, en el total de las 2,623 mezquitas y salas de rezo que existen en Francia, más de una veintena permanecen cerradas, en parte por haber hecho algún tipo de apología del terrorismo o difundir discursos radicales.

La ley que permite el cierre de hasta por seis meses de estos lugares de culto cuyo discurso pueda incitar a la comisión de actos terroristas data de finales del 2017. Pero es sobre todo tras el brutal asesinato, en octubre del año pasado, del profesor Samuel Paty tras haber mostrado en clase unas caricaturas del profeta Mahoma, que el gobierno de Francia mantiene una vigilancia estricta de los discursos religiosos potencialmente extremistas en el marco de una ofensiva “contra las estructuras, asociaciones o personas próximas a entornos radicalizados”.


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