כימי צאתנו מארץ מצרים הראנו נפלאות

Hoy, 28 de Iyar, celebramos Yom Yerushalayim, el día que Jerusalén luego de 1899 años, regresó a nuestras manos. Este año, 2022, marca el 55 aniversario de este glorioso día.

Como explicamos anteriormente (ver aquí), los eventos que tuvieron lugar en la guerra de los Seis Días deben ser vistos como milagros de proporciones bíblicas. Uno de estos hechos providenciales fue que el rey Hussein de Jordania decidió unirse a Egipto en la guerra contra Israel.

Durante el PRIMER DIA de la guerra, 26 de Iyar por la mañana, Israel ya había destruido casi todos los aviones de guerra Egipcios y había dejado fuera de operación todos sus aeropuertos y bases militares. Y milagrosamente la fuerza aérea de Israel todavía estaba prácticamente intacta. Israel le había pedido reiteradas veces a Jordania que no se uniera la guerra, prometiendo que si Jordania no atacaba, Israel no atacaría a Jordania. Pero contra toda lógica militar y política esa mañana alrededor de las 9.30, Jordania comenzó su ataque contra la parte oeste de Jerusalén, donde vivían los judíos.

Aclaremos que en ese entonces Jerusalén estaba dividida: la parte oeste pertenencia a los judíos y la parte este, incluyendo la Ciudad Vieja, el Muro de los Lamentos, etc. le pertenecía a Jordania. Y recordemos de paso que a los judíos les estaba prohibido el acceso a la ciudad vieja y al Muro de los Lamentos, el Kotel haMaarabí.

Mantener la calma

La reacción de Israel al ataque jordano fue, al principio, muy moderada… Israel estuvo dispuesta a tolerar estos ataques, razonando que solo se trataba de una demostración simbólica de fuerza, de apoyo moral a los egipcios. Pero el ataque de Jordania se hizo más intenso. La fuerza aérea jordana bombardeó a la población civil judía, a las escuelas y hasta al hospital Hadasa. Los comandantes del ejército israelí que no querían escalar la situación no tuvieron otro remedio que reaccionar y defenderse. A las 12.45 las bases aéreas militares de Jordania fueron destruidas y todos los aviones jordanos quedaron inoperables. Y lo mismo ya había hecho Israel con las bases aéreas de Siria e Iraq.

De alguna manera, la guerra de los 6 días fue «la guerra de 6 horas». Entre las 8.00 de la mañana y las 2.00 de la tarde, la guerra había sido decidida en favor de Israel que ya había inutilizado TODA la fuerza aérea de los países árabes agresores. Una vez terminado el problema de los aviones lo que le quedaba a Israel era enfrentarse en tierra. A diferencia del ejército egipcio, los jordanos estaban muy cerca y les era fácil acceder y aprovisionarse. Pero gracias al milagroso bajísimo costo de las operaciones contra las bases aéreas militares egipcias, Israel pudo re-asignar 3 brigadas de paracaidistas para defender Jerusalén.

Insisto en usar la palabra “defender” porque en ese momento todos los habitantes de Israel, y de hecho todos los judíos del mundo, rezaban por el milagro de “sobrevivir” el ataque concertado de 4 países árabes. NADIE, en su sano juicio, pudo imaginar antes de la guerra que Israel podría derrotar a sus vecinos árabes, nadie podía imaginar que Israel conquistaría territorio enemigo, y mucho menos recuperar la ciudad vieja de Jerusalén…

De la defensa al ataque

La batalla más sangrienta de la guerra de los Seis Días fue también la batalla más dura en la historia del conflicto árabe-israelí. Esta batalla tuvo lugar el SEGUNDO DIA de la guerra de los Seis Días, en Giba’t haTajmoshet (Ammunition Hill), donde Israel enfrentó a las legiones jordanas. Duró varias horas y cobró numerosas vidas. Pero Israel obtuvo la victoria. Parte de la razón por la que esta batalla resultó tan difícil fue que el ejército de Israel no usó el apoyo aéreo del que disponía para no causar bajas civiles en los enemigos y no destruir las múltiples estructuras religiosas, judías y no judías, que abundan en Jerusalén.

Al otro día, el TERCER DIA de la guerra, el 28 de Iyar, la situación se revirtió 180 grados. Israel pasó a la ofensiva. Levy Eshkol autorizó el ingreso de las tropas Jerusalén Oriental pero se apuró a aclarar: “Vamos a avanzar hacia la ciudad vieja pero una vez que termine la guerra debemos abandonar Jerusalén”. Era como que los líderes militares y políticos de Israel tenían miedo de triunfar. O vergüenza. “El mundo”, decían los líderes israelíes , “particularmente el Vaticano, no permitirá que los judíos custodiemos los lugares santos de los cristianos”.

Era como la historia de los espías enviados por Moshé a explorar la tierra de Canaan: eran esclavos recién liberados que cargaban con generaciones de esclavitud y sobre sus hombros, se veían a sí mismos «como langostas frente a giganres», incapaces de conquistar y triunfar, sin fe en sí mismos, autoderrotistas. Los judíos, que cargábamos en nuestras espaldas con 20 siglos de persecución y humillación no estábamos preparados mentalmente para recuperar Jerusalén. No estaba en los planes de nadie. Pero sí estaba en los planes divinos.

Un regalo del cielo

Entonces sucedió lo impensado: los soldados de Israel entraron a la Ciudad Vieja y la conquistaron casi sin resistencia de los jordanos. A las 10.00 de la mañana del 28 de Iyar, la batalla por Jerusalén ya había sido ganada. El comandante Mordejai Gur repitió dos veces las icónicas palabras que se hicieron historia: HAR HABAYIT BEYADENU , HAR HABAYIT BEYADENU. «El Monte del Templo está en nuestras manos. El Monte del Templo está en nuestras manos”.

Ahora bien, ¿Cómo se explica que el rey Hussein cometió ese enorme error de juicio e ingresó a una guerra que ya estaba perdida? Tal como había ocurrido 3500 años atrás, cuando el arrogante faraón egipcio no quiso admitir su derrota luego de las primeras plagas y terminó arrastrando a su pueblo hacia el desastre, el 26 de Iyar de 1967, a pesar de estar siendo aplastado por Israel (o justamente “por estar siento aplastado por Israel”), el arrogante presidente egipcio Nasser informaba falsamente por radio Cairo que “Egipto estaba derrotando a Israel”. Y fue por este motivo que el rey de Jordania decidió intervenir.

Es como si el todopoderoso hubiese endurecido nuevamente el corazón del “monarca” egipcio para no reconocer la derrota y para “regalarnos” nuestra amada Yerushalayim. Israel que solo quería vivir en paz con sus vecinos árabes, salió a defenderse y terminó conquistando Jerusalén! Si el rey jordano, no hubiera decidido salir a la guerra contra Israel, en teoría, la Ciudad Vieja, el Muro de los Lamentos y toda Jerusalén Oriental estaría todavía en manos de Jordania….

¿El error más grave de la historia de Israel?

Pero en la confusión del inesperado triunfo, creo que los judíos cometimos un gran error. Quizás el mas caro de la historia del Israel moderno: los jordanos ya habían capitulado, se habían retirado vencidos y el gobernador jordano de Jerusalén le entregó las llaves de la ciudad vieja a los judíos. Esto incluía el MONTE DEL TEMPLO, el sitio del Bet HaMiqdash, “el lugar mas Santo de la Tierra” para los Yehudim, ¡el Templo por cuya reconstrucción rezamos y le pedimos a Dios literalmente por 2000 años! Pero, inexplicablemente, en lugar de instalarnos en el Monte del Templo, HAR HABAYIT, los Yehudim, «rechazamos» recibir las llaves del futuro Templo.

¿Cómo recuperar Jerusalén y perder el Templo?

¿Por qué desaprovechamos esa oportunidad? ¿Fue un error humano? ¿Una subestimación de la importancia del Bet haMiqdash de parte de los generales israelíes, porque en su mayoría eran laicos? La verdad es que me da vergüenza escribir explícitamente lo que he leído acerca de lo que ocurrió. Me voy a limitar a copiar esta entrevista dada por uno de los historiadores y arabistas modernos mas importantes que conozco, y un amigo personal, el profesor de Bar Ilan Mordejai Kedar. Aquí Kedar se refiere al controversial papel de Moshe Dayan en el tema del Har HaBayit (ver también este otro articulo aquí).

O quizás deberíamos pensar de una forma mas fatalista: que todavía no era el momento de tener el Bet haMiqdash, y el todopoderoso intervino en el juicio de nuestros líderes y no les permitió ver la oportunidad de recuperar el Bet haMiqdash…. quién sabe…. ¿Será este el error por el cual deberemos llorar lamentablemente por las próximas generaciones? ¿O quizás es demasiado pronto para entender por qué no recuperamos nuestro Bet haMiqdash, y a lo mejor lo entenderemos mejor en un futuro, desde una perspectiva distinta, como ha ocurrido tantas veces?

Mientras tanto, GRACIAS A DIOS, los Yehudim de esta generación podemos festejar que disfrutamos de un privilegio que nuestros antepasados nunca pudieron haber soñado: tener nuevamente YERUSHALAYIM, nuestra capital, la ciudad donde la tierra se encuentra con el cielo.


 

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