Enlace Judío – Era de esperarse que Gideon Levy no se quedara callado ante el más reciente conflicto entre Israel y Gaza. Y era de esperarse que lo hiciera en Haaretz. Lamentablemente, también era de esperarse que Gideon vomitara su irracionalidad y su odio contra Israel, arropado en sus sesgos ideológicos cada vez más descarados y absurdos. Y, como bien podrán adivinar, no nos falló.

El 7 de agosto, cuando todavía no se lograba un alto al fuego entre Israel y la Yihad Islámica, Gideon Levy publicó en Haaretz un artículo llamado “Una continuación de las políticas de Israel”. Su punto central, señalar que Yair Lapid ha demostrado demasiado pronto su interés por darle continuidad a las políticas que Israel siempre aplicó contra Gaza, especialmente en tiempos de Netanyahu. De paso, quejarse que el partido Avodá (Laborista) expresó su apoyo al operativo para desmantelar a la Yihad Islámica, tanto en sus capacidades operativas como en la vida misma de sus máximos líderes.

Para Gideon todo esto es una tragedia. ¿Por qué? Lo típico: porque es incapaz de observar la realidad frente a sus narices y todo lo trata de definir desde un posicionamiento ideológico.

En su patética nota, Levy se desenvuelve siempre y sin excepción bajo la lógica de que todo está siempre en el accionar de Israel. Lo que hagan o dejen de hacer los palestinos es irrelevante para él. Curioso, porque no se da cuenta que de ese modo los deshumaniza por completa, cayendo incluso en un gesto o actitud que parecen sacados del peor modelo de racismo decimonónico europeo.

Me explico: su lógica es que la llegada de la paz o la continuidad de la guerra dependen, exclusivamente, de lo que haga o deje de hacer el gobierno israelí. Por implicación, los palestinos son reducidos por Levy a algo así como subhumanos cuya relevancia en todo esto es nula. Ellos sólo están aquí para reaccionar a lo que los israelíes hagan o dejen de hacer. Carecen de agenda propia, de objetivos propios, de voluntad propia.

Por eso señalo: eso se parece a las ideas europeas del siglo XIX, cuando todo lo no-europeo era tratado como curiosidad exótica.

Siguiendo esa lógica, Levy señala casi al final de su nota: “Si Lapid fuese también un estadista valiente habría dirigido un cambio para reconocer a Hamás, levantando el sitio (de Gaza) y haciendo un esfuerzo para encontrarse con el liderazgo de Gaza”.

Esto es delirante. Ya ni siquiera podemos saber en qué planeta vive Gideon Levy. ¿No se enteró que el conflicto en esta ocasión no fue con Hamás, que ni siquiera metió las manos? Cualquier cosa que Israel hubiese discutido con Hamás habría sido irrelevante porque el problema concreto era con la Yihad Islámica. Y si Levy no puede entender las implicaciones de esta diferencia, entonces lo hemos perdido por completo; no hay cómo ayudarle.

Ni qué decir sobre la utilidad práctica de tratar de dialogar con el liderazgo de Hamás. Gideon todavía no empieza a entender que eso sería absolutamente inútil. Hamás es un grupo que existe única y exclusivamente por el deseo de destruir a Israel. Así lo tienen explícitamente asentado en su Carta Orgánica.

En política, las cosas son simples: si Hamás no manifiesta su disposición al diálogo, no hay ninguna razón para sentarse a dialogar con ellos (de hecho, sería una sentada, pero no habría un diálogo). ¿Y qué es lo primero que Hamás tiene que hacer, políticamente hablando, para evidenciar que está dispuesto al diálogo? Quitar, borrar, eliminar por completo de su Carta Orgánica el estamento de que su objetivo es destruir a Israel. Si estamos hablando de compromisos políticos, así es como funcionan las cosas. Si un funcionario de Hamás sale a decir “bueno, lo vamos a pensar”, no sirve. La política no se hace con declaraciones que se las pueda llevar el viento.

Pero esto es demasiado sofisticado para Levy. Evidentemente, es el tipo de periodista izquierdista ignorante que cree que hacer política es lo mismo que hacer periodismo, que un país negociando con otro en una cumbre bilateral es lo mismo que un par de periodistas tomándose unas cervezas en un bar.

Levy nunca ha entendido que la política tiene sus propias reglas, sus propios riesgos, sus propios protocolos. Imagínense: y, aun así, se le considera uno de los grandes opinólogos de la izquierda. Vaya crisis. No me extraña que cada vez tengan menos simpatizantes entre los electores israelíes.

El pobre hombre no pudo ocultar su profunda rabia por ver a un Israel militarmente exitoso (una vez más). Este párrafo exuda rencor, furia, coraje: 

“Quince meses después de la última delicia —el operativo Guardián de los Muros—, tenemos (el operativo) Amanecer. Cinco semanas después de que el arma más rápida de occidente asumiera su cargo, el primer ministro Yair Lapid ya está enviando al ejército a la guerra. Nunca en la historia de Israel hubo un primer ministro con tanta prisa por matar. Todos los episodios de Netanyahu palidecen ante el crimen de lanzar una guerra innecesaria que no contribuirá más que a más derramamiento de sangre, la mayor parte palestina. Y todas las fallas de Netanyahu palidecen frente a su relativa moderación en el uso de la fuerza militar mientras estuvo en el cargo. Sigan enfadándose con los cigarros; al menos, Netanyahu no tiene que demostrar sus credenciales de macho, como lo hace Lapid”.

Si lo miramos con un poco de malicia, este párrafo es delicioso. Comienza con la boba idea de que los líderes políticos deberían tener plazos para decidirse a ir a la guerra, como si la guerra fuese algo que uno planea o calendariza. Continúa con la totalmente irracional idea de que esta era una guerra innecesaria. ¿Es que acaso Gideon Levy no está enterado de lo que la Yihad tenía planeado? ¿O simplemente no le importa? Tal vez sea lo segundo, porque luego se queja de esta guerra sólo contribuyó a “más derramamiento de sangre, la mayor parte palestina”.

¿Es que acaso Levy cree que para que esto fuera más parejo debería ser mayor la proporción de sangre israelí derramada? ¿Es el tipo de cretino que piensa que Israel debe dejarse matar un poco o un mucho para que esto sea más justo? Así parece insinuarlo. Finalmente, deduce que la conducta de Lapid ha sido sólo un concurso de machos. La simplificación y banalización de la guerra, en boca de un “prestigioso” periodista de izquierda.

La molesta realidad siempre presente, pese a los disgustos de Gideon Levy, es que si Israel no hubiese hecho este operativo, la Yihad Islámica habría llevado a cabo una serie de ataques terroristas de gran envergadura, que habrían provocado víctimas israelíes. Civiles desarmados. Judíos.

Qué triste que parezca que eso es necesario para que Gideon se sienta complacido.

¿Habría entonces justificado el accionar militar israelí? Es obvio que no. Levy nunca lo ha hecho. Mírenlo quejarse de las campañas militares en tiempos de Netanyahu, todas ellas iniciadas porque los grupos terroristas palestinos dispararon primero (o secuestraron adolescentes israelíes). Y de todos modos Levy hizo sus rutinarios berrinches, maldiciendo al universo entero porque Israel se ha defendido exitosamente de las agresiones de grupos que se fundaron con el objetivo definido de destruir al Estado judío.

La izquierda israelí viene con serios problemas desde hace tiempo. Por eso, sus partidos emblemáticos Meretz y Avodá han perdido presencia en la Knéset. La sociedad israelí ya no se siente representada por ellos. En los últimos años, por lo menos en Avodá hay un esfuerzo por reflexionar y corregir algunas cosas (tanto, que Gideon Levy por eso se enfadó con ellos, ya que apoyaron a Lapid en su decisión de lanzar el ataque preventivo). Meretz va un poco más lento con eso.

Pero Gideon Levy representa ese extremo ideológico que ha entrado en un serio nivel de putrefacción, una postura que, afortunadamente, ni siquiera en la izquierda es la norma.

Levy es el caso de un judío que, simplemente, tiene miedo. Pánico. Terror ante la posibilidad de responsabilizarse de sí mismo como judío, y por ello se ha unido al coro patético de todos aquellos que, de un modo u otro, siguen insistiendo en que lo mejor que podríamos hacer sería rendirnos.

¿Qué habría pensado Abba Eban de este tipo de mentes frágiles y corazones débiles? En su momento, Eban se quejó —no sin un alto dejo de burla— de que las guerras árabes-israelíes eran las únicas en las que los contundentes vencedores ofrecían firmar tratados de paz y poner fin a las hostilidades, y los contundentemente derrotados exigían la rendición incondicional de quienes los habían derrotado.

Levy lleva esa irracionalidad a un nivel superior: siendo parte del grupo que quería o quiere ser exterminado, exige que quienes lo defienden se rindan ante los que quieren aplicar el exterminio. Es el Síndrome de Estocolmo desbloqueando un nuevo nivel, porque en su versión clásica se trata del problema mental de alguien que se enamora de su secuestrador. Gideon Levy no está secuestrado, pero es evidente que desearía estarlo. Vive seguro en Israel, pero quisiera sentir la adrenalina de quien todo el tiempo huye de quienes quieren matarlo.

Por eso, ha construido su carrera periodística dejándonos testimonios nítidos y precisos, en cada una de sus notas, de que todo el tiempo está huyendo de la realidad, y buscando cobijo en sus sesgos y prejuicios ideológicos.

Triste forma en la que Haaretz continúa con su decadencia intelectual.

De Gideon Levy ya no hay nada que decir. No tiene remedio.

 


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