Enlace Judío – Pocas veces Israel ha tenido una oportunidad tan buena para golpear a sus enemigos, como la que se ha dado con la coyuntura que derivó en la Operación Amanecer. Pero no hay que pensar que el asunto se limita al conflicto con la Yihad Islámica. Los alcances son regionales, Israel lo sabe, y lo va a aprovechar al máximo.

Concluyó el combate en Gaza. La Yihad Islámica fue severamente golpeada, tanto en su infraestructura como en su liderazgo —quedó prácticamente decapitada—. Nada que no fuera previsible, salvo por lo breve que fue el conflicto —apenas tres días— y lo agresiva que fue la respuesta israelí, ya que es la primera vez que elimina a todos los altos jerarcas de un grupo terrorista palestino.

Lo expliqué la semana pasada: esto pudo ser posible porque Hamás se mantuvo al margen del conflicto. Dado que eliminar a los cabecillas de la Yihad no provocaría ningún vacío de poder relevante en la Franja, Israel pudo proceder con todas las comodidades del mundo. Los únicos que se iban a poner furiosos eran los ayatolas, pero están demasiado lejos y tienen demasiados problemas.

Los ayatolas. Los jerarcas feudales de Irán. Los que todo el tiempo nos obligan a entender que el problema siempre va más allá de Gaza, aunque ya no como en otros tiempos.

Vamos por orden: la Yihad Islámica no es un grupo cuyos intereses se limiten a Gaza, y menos aún cuyo origen e ideario haya surgido exclusivamente de Gaza. Es la punta de lanza de los proyectos terroristas de Irán en la zona. En esencia, es el complemento sureño de Hezbolá. Ambas guerrillas fueron fundadas por Irán y son financiadas directamente por Irán.

En ese sentido, el vínculo es más estrecho que con Hamás, un grupo similar en cuanto a su naturaleza terrorista y en cuanto a sus objetivos de destruir a Israel, pero que surgió de la línea salafista. Es decir, sunitas extremistas; los enemigos naturales del chiísmo extremista de los ayatolas.

Si Irán ha apoyado a Hamás, es cosa meramente coyuntural. En el fondo, son dos posturas irreconciliables sobre la religión islámica. Alucinando un poco e imaginando que hubieran tenido éxito en sus objetivos de destruir a Israel, Hamás no habría sido el grupo favorito de Irán para tomar el control en la zona.

Lo habría sido la Yihad, y es lógico suponer que en ese hipotético caso, tras la destrucción de Israel, Irán habría comenzado a operar para proceder con la destrucción de Hamás. A fin de cuentas, son sunitas; y lo que Irán anhela es el control chiita de todo el Medio Oriente. O de todo el mundo.

Hamás tuvo que plegarse al apoyo iraní porque en los últimos quince años el apoyo árabe ha mermado. Máxime en estos tiempos, cuando Israel ya está normalizando las relaciones con los demás países sunitas. Esto, curiosamente, ha puesto a Hamás entre la espada y la pared: dado el nivel de acercamiento árabe-israelí —que será la política oficial cuando el príncipe heredero Mohamad ibn Salman finalmente ascienda al trono de Arabia Saudita—, esa política proclive a Irán empezará a ser vista cada vez más como una traición al mundo árabe. Y los terroristas de Hamás, con todo y su odio contra Israel, no se pueden dar el lujo de cometer ese error.

Por eso se mantuvieron al margen en el enfrentamiento entre Israel y la Yihad. Con ello, le dieron a Israel una ventaja nunca antes vista, y se procedió a la eliminación de toda la plana mayor del grupo pro-iraní.

Pero no olvidemos que Irán no sólo opera allí. Opera en Líbano, por medio de Hezbolá. Opera también en Siria, un poco por medio de Hezbolá y otro por medio de la Guardia Revolucionaria directamente. Y opera en Yemen, apoyando a la guerrilla hutí, que trata de derrocar al régimen pro-saudí, y así instaurar un eslabón más en la cadena de países sometidos a Irán que, eventualmente, habría de ahorcar a la casa real de Riad, y al gobierno sionista de Jerusalén.

Hoy se ha publicado que Aviv Kojavi, máximo comandante del Tzahal (Ejército de Defensa de Israel) comentó que el 8 de agosto (justo el día que estaba concluyendo el conflicto con la Yihad Islámica), Israel realizó un operativo “en un tercer país”, el cual no fue identificado.

Interesante, porque ese día los medios iraníes o pro-iraníes reportaron que una “serie de explosiones” habían ocurrido en Yemen, justo en territorio hutí. Hoy se sabe que por lo menos murieron seis personas, y se sospecha que tres de ellos eran miembros de Hezbolá, mientras que los otros tres serían de la Guardia Revolucionaria de Irán. La lógica nos lleva a suponer que este fue el ataque “en un tercer país” llevado a cabo por Israel.

Todo esto ocurre en el marco de las amenazas cada vez más agresivas por parte de Irán, especialmente respecto a su programa nuclear. Un tema que se ha discutido mucho en los medios diplomáticos occidentales es la posibilidad de que Irán llegue a la capacidad de armar bombas nucleares y, sobre todo, la contundencia con la que el gobierno de Israel ha señalado que eso no va a ocurrir. Con ello, se da a entender que Irán sería objeto de un ataque directo para eliminar cualquier posibilidad de que realmente lleguen a tener armas atómicas.

Este debate le da otra dimensión al operativo de Israel contra la Yihad, y la cosa se aclara aún más con la noticia de Yemen.

Israel no nada más impidió el inminente ataque terrorista palestino, sino que además le asestó un durísimo golpe a los intereses iraníes en Gaza. Aparte de ello, están los constantes ataques de Israel en Siria, que con frecuencia eliminan militares iraníes o de Hezbolá, y destruyen infraestructura terrorista en ese país.

El factible ataque en Yemen sube el tono de las advertencias israelíes. Con esto, le han hecho ver a los ayatolas de Teherán que el ejército de Israel ya está listo para ampliar su radio de acción. Peor aún para ellos: evidentemente, Arabia Saudita está facilitando el uso de su espacio aéreo. E Irán simplemente no tiene modo de evitarlo. Ni siquiera de preverlo.

Desde hace varios años, el régimen de Teherán se ha limitado a ver cómo Israel hace y deshace cuanto quiere y cuando quiere, destruyendo sus carísimas inversiones militares en Siria, y eliminando desde soldados rasos hasta altos mandos de Hezbolá o de la Guardia Revolucionaria. Hasta el momento, sólo han podido contestar con verborragia. Es evidente que Irán está en desventaja absoluta.

La coyuntura puso a Israel en conflicto abierto con la Yihad, pero el gobierno de Lapid bajo las instrucciones de Gantz y Kojavi vio que la oportunidad podía llegar más lejos.

Irán ya tomó nota, y una vez más se quedó pasmado.

El poderío de los ayatolas está en decadencia y eso siempre va a ser una buena noticia para el mundo libre.

 


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