Enlace Judío – Descubrir que existe algo llamado “tiempo” no fue cualquier cosa, porque la humanidad no llegó a este planeta con un reloj en la mano.

Tuvimos que aprender a contar y a medir los ciclos astronómicos para desarrollar la noción de que hay cosas que cambian y que, por lo tanto, existe algo a lo que ahora llamamos “tiempo”.

No fue un proceso sencillo, por supuesto. Irving Gatell nos explica cómo en la antigua Mesopotamia culturas como la sumeria o la acadia fueron construyendo, paso a paso, los conceptos fundamentales para que la humanidad desarrollara sistemas de medición del tiempo.

Sin embargo, su esfuerzo tuvo muchas limitaciones. Era lógico: había muchas cosas que desconocían.

Por ello, el resultado concreto se tradujo en ese corpus de historias y relatos fantasiosos a los que llamamos mitología. No son sino el modo en el que esa gente antigua se planteó una explicación de por qué el universo es como es. Explicación imprecisa y errónea, porque surgió de una percepción fragmentada de la realidad.

Ahí es donde brilla lo que nos enseña la Torá y lo que el judaísmo entendió sobre el tiempo desde hace milenios. La sorprendente genialidad de los textos sagrados judíos nos demuestra que, aun en esa antigüedad y con todos los límites que eso podía implicar, los israelitas de antaño entendieron las nociones básicas de la historia.

Con ello, sentaron las bases para distanciarse de la mitología y, sobre todo, para entender que la realidad es una sola, porque tiene una sola coherencia que se sustenta en que hay un solo D-os.

En las nociones israelitas sobre el tiempo fue donde la humanidad dejó de pensar en mitos, y comenzó a hablar de historia.

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