Enlace Judío- 5783: En este tercer Rosh Hashaná desde que el nuevo coronavirus hizo su aparición, sin duda el sentimiento ya es otro. El miedo ha sido suplantado gracias a la vacunación. La angustia ha sido sustituida por el conocimiento. El encierro ha quedado atrás y ya se vive un ritmo más reconocible.

La enfermedad sigue –y seguirá- rondando, pero con mucha menos amenaza y causando muchas menos víctimas. No debemos olvidar los errores, ni normalizar las cifras que todavía suman; y hay que aceptar que aún nos falta, pero el ambiente obedece a que estamos en el fin de este principio que fue tan disruptivo, y detona una constelación de ideas para compartirte en estos días en que los judíos inauguramos el año 5783. Así que van estas piezas que parecieran sueltas, pero que buscan de alguna forma entregarte un mensaje que va hilado entrelíneas.

El hecho

Cuando hace 25 años el autor Jared Diamond publicó su aclamado libro, luego hecho mini serie “Armas, gérmenes y acero” dejó clara su hipótesis de que el desarrollo de las civilizaciones como la europea, sobre otras como la de los nativos de Papúa Nueva Guinea, se debía a su situación geográfica y en parte a su necesidad de crear herramientas y tecnología para sobrevivir guerras, invasiones y enfermedades.

Quizás por ello, en un alentador texto publicado a fines de 2020 en torno a la pandemia, Diamond dijo que COVID-19 era históricamente la primera causa que obligaba al mundo a luchar en conjunto ante un reto global, y con tono esperanzador anhelaba que esto daría una lección al mundo para resolver un problema –quizás mayor- que también requería soluciones globales: el cambio climático. El autor y actual profesor de geografía de la Universidad de California en Los Ángeles apostaba que lo vivido para enfrentar al coronavirus nos obligaría, enseñaría y haría mejores terrícolas.

La circunstancia

Cuentan que el Rey Salomón era el hombre más sabio que existía. Sin embargo tenía un problema. A veces se sentía demasiado feliz; tanto, que se olvidaba que existía la tristeza. Y a veces, se sentía tan triste que no sabía cómo salir de la depresión y desconocía la felicidad. Así que cuando un día encontró a un joyero que ostentaba ser el mejor del mundo le pidió hacer un anillo que lo haga sentir tristeza en sus momentos más alegres y recordar la felicidad en sus momentos más sombríos. El creativo y brillante joyero aceptó tal reto y luego de arduo trabajo presentó al rey una alhaja que satisfizo su deseo y por el cual recibió la debida recompensa. El anillo de oro tenía una inscripción tallada en hebreo que decía: “Gam Ze Yaavor”, esto también es pasajero.

Y así es la vida, el año, los pesares, los triunfos y las pandemias: acotadas por el tiempo, fugaces, transitorias, temporales. No olvidemos lo mejor, pero tampoco lo peor. Y sin embargo, nada es para siempre.

El enfoque

En mayo de 2021 fui invitada a dar una plática TEDx que titulé “Las probabilidades de lo improbable: coronadipias” ya que me parecía sumamente extraordinario que algo tan inverosímil e insólito se había convertido en cotidiano y universal, y que el coronavirus que había comenzado en un primer y único individuo ya se presentaba en cada país, en todas sus ciudades y tarde o temprano en cada familia.

Un virus que nunca había conocido al humano consiguió adaptarse para potencialmente alcanzar a siete mil millones de personas susceptibles. ¿Cuál era la probabilidad de eso tan improbable? Describí así cómo pequeños sucesos poco factibles, cuando encuentran la oportunidad y condiciones adecuadas, pueden provocar una reacción en cadena y convertirse en enormes empresas.

El ejemplo de coronadipia inició con la pandemia, pero podía ser una maravillosa idea, un sueño persistente, un ambicioso proyecto, una nueva aventura, una pasión todavía pendiente, un compromiso aún no concertado. Es cuestión de atreverse y detonarla en 5783.

Las posibilidades

De la vida del científico judío de origen húngaro y ganador del Premio Nobel de Química de 1943, György Hevesy, hay dos historias que queda bien relatar. Una es de antes de que co-descubriera uno de los elementos que faltaban de la tabla periódica, el hafnio, y al parecer sucedió mientras vivía en Inglaterra.

El joven Hevesy sospechaba que la comida que le servían en el comedor de su dormitorio incluía residuos del día anterior, frustrado confrontó a la responsable quien negó rotundamente dicha acusación. Sin embargo, Hevesy convencido aprovechó el material radiactivo con el que estaba trabajando en el laboratorio de Rutherford y lo usó para creativamente demostrar su hipótesis a la tacaña casera.

Una noche añadió trazas de plomo radiactivo a la carne que no se terminó durante la cena y al día siguiente, con un contador Geiger midió la radiactividad del guisado, demostrando contundentemente que contenía alimento reciclado; el aparato comenzó a emitir sonidos y la cocinera no tuvo más alternativa que confesar su truco. Fue una forma inusual e innovadora para desenmascarar hazañas culinarias, pero con ello marcó el principio del futuro uso clínico de trazas radiactivas para estudiar organismos vivos.

La otra historia es más conocida y ocurrió durante la invasión nazi a Dinamarca, en que Hevesy, que seguía en Copenhague antes de escapar a Suecia, decidió disolver en ácido las medallas de oro de dos científicos ganadores de Nobel -Max von Laue y James Franck- para evitar que los nazis las robaran y mandaran como botín a Alemania.

Después de la guerra Hevesy logró regresar al Instituto Bohr para encontrar que el frasco con la solución naranjosa seguía aún intacto; emocionado lo envió a la Academia Sueca para que re emitieran las medallas a los dos galardonados. Gran historia de resiliencia, valentía, conocimiento y compromiso con la continuidad.

El ser

Hablemos de la red social BeReal que aunque fue lanzada en Francia desde 2020 apenas ahora esta ganando millones de suscriptores en todo el mundo. Esta iniciativa invita a los usuarios a compartir en cierto momento del día el instante en el que están, sin coreografías y humanizando la cotidianidad.

Aparentemente es un tajante contraste con la red social Instagram que tiende a banalizar y glamourizar la supuesta realidad mimetizándola en un espejismo efímero casi siempre aspiracional; nadie se postea en Instagram echado en el sillón sintiéndose aturdido y con profundo aburrimiento, al contrario, la mayoría sube a esta plataforma social sus momentos excepcionalmente excitantes, o como diría el alpinista Kelly Cordes publica los momentos en un estado de felicidad 1*.

El infinito

Finalmente, este Rosh Hashaná, en que iniciamos un nuevo año 5783 que curiosamente es tan especial y único no sólo porque promete ser testigo del fin del principio y encaminarnos ahora sí a una normalidad endémica en cuanto a COVID-19, sino porque además, matemáticamente es un número primo –ya que no es divisible entre ningún otro número excepto entre 1 y entre él mismo- lo cual lo hace en sí mismo un año singular, un año que no está hecho de componentes de otros, sino que es un año verdaderamente original y único.

Así, hilando estos pequeños bits de ideas, te deseo a ti y a tu familia en 5783

365 días colmados de salud, en que la fuerza y el coraje de la supervivencia de este germen nos provea de herramientas para ser mejores humanos, amigos, colaboradores, miembros de la Tierra, sin olvidarnos que todo es temporal, y que ni lo bueno es para siempre ni tampoco lo malo.

Pero que sea para todos mucho más de lo bueno, y que lo aprovechemos para crear maravillosas coronadipias que transformen nuestras vidas, los entornos, el país y las comunidades, encontrando siempre creativas formas de resolver los retos y procurando la continuidad a pesar de la adversidad y que siempre logres disfrutar y compartir de plena felicidad tipo 2.

¡Shaná Tová u Metuká!

*El alpinista Kelly Cordes describió en un texto para REI que la felicidad tipo 1 es la que disfrutas mientras ocurre pero es efímera y momentánea, mientras que la felicidad tipo 2 se construye con trabajo, esfuerzo y perseverancia y entonces resulta en una satisfacción más plena y una felicidad más profunda y duradera; él lo ejemplifica con llegar a la cima de una montaña luego de meses de constante preparación.


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