Enlace Judío – Los israelíes saben que Bibi Netanyahu tiene dos caras: la que muestra al interior de Israel y la que proyecta ante al mundo exterior. En sus discursos ante la comunidad internacional, Netanyahu se enseña como un líder de mano dura, de derecha pero liberal.

No quiere aparentar ser un fanático ideológico como Viktor Orban o Jair Bolsonaro —que en repetidas ocasiones arremeten contra las minorías de su país, abiertamente buscando una población homogénea— sino que Bibi, cuando habla en inglés, se presenta como alguien que aprecia la pluralidad o como un aliado de la comunidad LGBT.

Cuando habla hebreo, Netanyahu es otra persona: comentarios contra la población árabe de Israel abundan en su discurso, tuits incendiarios repartiendo culpas que se asemejan a los de Donald Trump aparecen en su cronología y despotriques contra periodistas que lo critican se han vuelto una característica típica de sus interacciones. El liberal moderado cuando habla inglés se vuelve un populista empedernido al cambiar al hebreo.

Incluso su personaje al hablar hebreo parece mesurado cuando se aparece su tercera cara, un rostro un poco más oculto pero no menos real: el de político pragmático que está dispuesto a asociarse con quién sea.

En el pasado, lo hemos visto aliarse a gente como Itamar Ben-Gvir, un extremista discípulo de Meir Kahane, cuya ideología racista estaba mayormente dormida en Israel hasta que Netanyahu la legitimó con su apoyo a Ben-Gvir. Durante la última semana, Bibi se ha visto envuelto en el centro de la controversia por presionar para la inclusión del partido homofóbico Noam en la alianza de la derecha.

En su lucha por regresar al poder, Netanyahu acaba de legitimar a un partido que se jacta de oponerse a una supuesta infiltración de “poderes extranjeros” y el “Estado profundo” en las escuelas que educan hacia la tolerancia de la comunidad LGBT. El rabino Zvi Thau, líder espiritual del Noam, es una figura prominente en el panorama político israelí. 

En un texto que publicó hace dos años, Thau raya en lo irrisorio y lo paranoico en su caracterización falaz de los hombres homosexuales: “Están tratando de destruir la vida familiar: legitimar el adulterio y el incesto, las familias monoparentales y la no paternidad. La bestialidad también está en su agenda, y se han comenzado a escuchar voces que declaran que la pedofilia es normal. Están tratando de representar toda esta fealdad como un Paraíso en la Tierra, y están tratando de inculcar estas ideas en los niños pequeños en los jardines de infancia”.

Thau y sus seguidores buscan entrar a las Fuerzas de Defensa de Israel para volverlas más religiosas “desde adentro”, advirtiendo contra “las tendencias liberales que se apoderan del ejército”.

Entre sus discípulos, rabinos militares prominentes como Rafi Peretz han vociferado su apoyo por las crueles “terapias de conversión”, procesos tortuosos que buscan cambiar la orientación de los homosexuales. En su momento, Netanyahu condenó las declaraciones. Sólo tres años después, se alía con un partido que comparó a los activistas LGBT con nazis que buscan destruir al pueblo judío

La reciente alianza puede tener repercusiones amplias en un país cada vez menos liberal, especialmente si Netanyahu gana las elecciones en noviembre.

La retórica extremista recién legitimada será cada vez más difícil de esconder con diferentes caras a distintos públicos. Bibi tuvo que elegir entre sus principios o una chance más de regresar al poder. Con su decisión, pone en peligro a los israelíes LGBT. Como el único refugio seguro para la comunidad LGBT en el Medio Oriente, es esencial que mantenga un ambiente de tolerancia, respeto y aceptación.

Al aliarse con Noam, dijo el periodista Yossi Verter, Netanyahu “perdió lo que quedaba de su humanidad liberal e ilustrada”. Ya no se puede ocultar bajo el velo de los discursos. No vale la pena perder esa pluralidad que tanto dice admirar Bibi cuando habla en inglés por otro chance de tener poder. 


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