Enlace Judío México e Israel – El fin de semana pasado asistí a la penúltima función de la puesta en escena Indecente, obra escrita por Paula Vogel que narra la creación y montaje de un texto de Sholem Asch titulado “El dios de la venganza” y la experiencia artística me inspiró para escribir la nota.

Sholem Asch fue un escritor judío de origen polaco que se sitúa en la generación de literatos prolíficos que se centraron en el rescate de la cultura judía durante las primeras décadas del siglo XX. Asch fue uno más de los artistas herederos de un movimiento cultural llamado Haskalá, corriente intelectual que cimentó las bases del judaísmo laico y estableció los lineamientos de la cultura y el arte del pueblo judío desde una perspectiva humanística y social.

Dentro de los escritores que podemos encontrar en esta generación se encuentra Sholem Aleijem, autor del cuento “Tevye y sus hijas” que fuera la base del famoso musical “El violinista en el Tejado”, llevado a los escenarios con la música de Jerry Bock, letra de Sheldon Harnick y libreto de Josep Stein. Otro literato importante que se encuentra dentro del mismo contexto es uno de los académicos dedicado al rescate de la literatura en idish, Martin Buber.

Si ampliamos un poco más el enfoque de los artistas encontramos que es el momento de las obras iniciales de Marc Chagall en Rusia y de la pintora Sonia Delaunay en Francia. En conclusión, se trata de una temporalidad creativa importante en el que los judíos de la Haskalá encontraron su lugar en las universidades y las academias y, con ello realizaron esfuerzos para el rescate de la memoria y de la cultura judía desde sus trincheras.

Ahora bien, “El dios de la venganza” de Sholem Asch fue una obra polémica que despertó críticas por parte de la población judía y no judía del mundo. En Europa, la obra se estrenó en múltiples escenarios con una tranquilidad considerable. Sin embargo, tras el estreno en Nueva York en 1923 comenzó un largo camino de censura y de ataques en contra del escritor y el elenco.

Hacia finales de la década de los 60`s, la escritora norteamericana Paula Vogel retomó la polémica del texto de Asch y construyó una puesta en escena que tituló Indecente. Esta obra es quizá uno de los primeros ejemplos en los que se fusionó la dramaturgia original con una metahistoria construida que llena los huecos en la vida de los miembros de la compañía que sufrieron la censura. De alguna manera, Indecente se volvió una especie de exégesis sobre los espacios oscuros de la vida de Sholem y de su esposa Madje.

En su más reciente montaje en los escenarios mexicanos Indecente tuvo una temporada en el Teatro Helénico. La dirección de Cristian Magaloni muestra un ritmo impecable en la obra, así como un trabajo prolijo con cada uno de los actores. Ana Guzmán, Majo Pérez, Elizabeth Guindi, Cecilia Becerra, Roberto Beck, Alberto Lomnitz, Jorge Lan, Federico Di Lorenzo, Leo Soqui y Rodrigo Garibay son excelentes artistas que dan vida a la compañía teatral y a todos y cada uno de los personajes en el devenir histórico de “El dios de la venganza”.

Las actuaciones conmueven, alegran y tocan las fibras de un público que agradece la voz, el sentimiento y la entrega. Al final, el aplauso de pie de todos los espectadores resuena en la sala dejando patente el fino y amoroso trabajo de la compañía.

Es importante mencionar el diseño escenográfico que sale del espacio escénico del Helénico. Pienso que fue una decisión muy atinada que hace referencia a la meta historia de la vida de Asch que se sale del mismo texto que escribió. Los cambios de planos y el manejo de utilería te transportan desde un opulento escenario en Broadway hasta un sótano improvisado en donde otra compañía representa el mismo texto, pero en esta ocasión limitados por el trágico contexto de la Shoá.

El extraordinario manejo de un par de barandales te traslada desde una bimá hasta el porche de la casa de los Asch. Otro factor es el diseño de iluminación y el precioso trabajo de subtítulos que te ubican en el tiempo o te muestran el valor del texto en el idish original. El trabajo es preciso y remite a la importancia de la fuente literaria dentro del montaje escénico.

Por último y no menos importante es resaltar el excelente y cuidado trabajo del vestuario, obra de Sara Salomón quien una vez más nos sorprende con el manejo de las prendas que definen correcta e históricamente una época, pero que al mismo tiempo transforma la indumentaria en un lienzo en blanco para hacer volar la imaginación y entonces aquel abrigo que tanto identificamos en las fotografías de los ghettos con su respectiva estrella amarilla, se transforma en el cielo que la divinidad creó el segundo día.

Indecente es una obra que puede ser leída a diferentes dimensiones. El conjunto simbólico e iconográfico que particularmente tuvo esta producción a cargo de Ana Kupfer, Aaron Margolis y Yosi Bernstein, invita a una lectura que te lleva desde lo peshat hasta lo sod. Y justamente ahí radica el tren de pensamiento que genera ver una obra tan monumental en el escenario. Para mi, Indecente es una obra que invita a la reflexión. Y es que los diferentes niveles del perdón humano están ahí, presentes desde el texto original de Asch: un padre que no perdona a su hija, siendo que él mismo distorsiona todo su código de valores para poder pagar un rollo de Torá y tener el reconocimiento público. Un pueblo que no perdona la diferencia con otro y lo lleva a los campos de exterminio. Una compañía que no recibe el perdón por parte de la justicia. Un rabino que no otorga el perdón y acusa de inmoral al grupo de artistas. Un autor atormentado que no se perdona a sí mismo y se conflictúa hasta la muerte por la obra que escribió. Y al final, la historia de un par de mujeres que desarrollan una forma de amor elevada y que no reciben el perdón ni histórico, ni de edición, ni tampoco de muchos de los detractores de la puesta en escena desde su estreno hasta la fecha.

Indecente coloca en la mesa esos niveles de perdón y de entendimiento esperando que, como humanidad, se logre el perdón a diferentes niveles y podamos transitar a un estadío de mayor comprensión que difumine las fronteras conceptuales que, disfrazadas de moral, nos separan más en lugar de unirnos. Un aplauso a todo el equipo técnico, creativo y artístico de la obra Indecente, y como amantes del teatro, esperamos que la puesta en escena sea remontada pronto y en larga temporada para que llegue a más público, especialmente a la audiencia joven.


 

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