Esta nota es parte de una serie de artículos en los cuales presentaremos a “Pioneros de nuestra comunidad”.

Enlace Judío- Cuando el rito sacrificial judío se vio amenazado, fue la ciencia la que demostró que no se trataba de una práctica cruel. Jaime Kurson, cuyo apellido es sinónimo de productos Kosher de alta calidad, nos cuenta la historia, en exclusiva.

Hace unos años, cuando una asociación protectora de animales quiso impulsar una ley que prohibiera en México el sacrificio ritual judío conocido como Shejitá, la familia Kurson, que a lo largo de un siglo, en dos países y ya cinco generaciones, se ha dedicado a la producción y comercialización de productos Kosher, vio amenazado el Kashrut en México.

Como ha ocurrido en algunos países europeos, las personas que buscan la prohibición parten de la idea de que los animales degollados según el rito judío (y musulmán) sufren innecesariamente, y quieren imponer el disparo del émbolo, un método supuestamente humanitario que aturde a los animales antes de ser sacrificados.

La Torá tiene prohibido hacer sufrir al animal. Es más, en la Torá, primero tienes que darle de comer a tu animal, si tienes en casa, y después tienes que comer tú”, explica Jaime Kurson en entrevista con Enlace Judío.

“Pero eso ellos no lo entienden. Ellos ven que el animal está colgado y está sufriendo porque se mueve y dicen ‘está sufriendo. Vamos a prohibir la shejitá, vamos a prohibir la matanza ritual de los judíos en México’.”

Antes de convertirse en una iniciativa de ley, el asunto debía recorrer varias instancias. La Cámara de Diputados tenía que evaluar los argumentos de ambas partes y, para ello, Kurson recurrió a la UNAM como institución de referencia.

“Entonces, la verdad que me apoyó en esto el doctor Isaac Betech, teníamos una cita en la Universidad Nacional Autónoma de México, y les quisimos dar información de lo que habían hecho en Inglaterra, cómo era la situación con los animales, qué animales sí se permitían, por qué los animales sufren menos” mediante el sacrificio ritual.

Para lograr convencerlos, el dueño de Kurson Kosher y un equipo de científicos hicieron algunos experimentos. “Hicimos un estudio de ponerle un encefalograma al animal (que estaba siendo sacrificado), un electrocardiograma, y efectivamente, ahí pudimos ver que el animal sufre muchísimo menos con la shejitá que con el disparo en el émbolo, en la cabeza.”

Así fue como, finalmente, Kurson probó su punto y la shejitá se libró de ser prohibida en México. Gracias a lo cual, hoy en día la empresa líder en productos Kosher en México sigue creciendo y exporta a otros países.

cajita de tzedaká en la sinagoga de Jaime Kurson
Cajita de tzedaká en la sinagoga de Jaime Kurson

 

No todo es dinero

Si algo tiene claro Jaime Kurson es que el sentido de la vida no se encuentra en el estado de cuenta bancario, y que las obras por las que las personas son recordadas tienen que ver con aportar cosas positivas al mundo y a su sociedad.

Por eso, Kurson ha dedicado recursos humanos y materiales a la edificación de sinagogas, de baños rituales y de centros educativos. En las venas de los Kurson corre sangre altruista, y su apellido está involucrado en organizaciones importantes para la comunidad, como Chevra Hatzalah, la organización Tov, la Tebilá de Platón, el Kolel Aram Tzobá, la Fundación Habaita, entre otras.

“No todo es dinero. No todo es vender ni ganar, eso no es cierto. Es también ayudar a la gente”, dice un Jaime Kurson de mirada vivaz, desde su oficina en Tecamachalco. Y luego enumera algunas de las aportaciones que su familia ha hecho a diversas causas filantrópicas, solo para luego preguntarse si vale la pena seguir nombrando sus obras.

Sinagoga Jaime Kurson
Detalle de la sinagoga de Jaime Kurson

Lej Lejá: las instrucciones del Rabino David Pinto

En lo que sí abunda es en una historia que podría parecer un guion cinematográfico, y que tiene que ver con su encuentro con el famoso rabino David Hanania Pinto, conocido por su capacidad vidente, y que ha venido a México en varias ocasiones para brindar consejos que parecen tan crípticos como efectivos.

“Yo vivía en Tecamachalco, muchos años, y de repente (el rabino Pinto) viene y me dice: ‘oye, tú te tienes que cambiar de acá’. ¿A dónde, Rabino? ¿A dónde quiere que me vaya?

El rabino Pinto le dijo entonces que debía “subir como a media hora en auto” hasta encontrar un sitio en el que se estaban construyendo varios edificios. Ahí, le dijo, debía vivir y ayudar a construir una sinagoga.

Al día siguiente, Kurson siguió las instrucciones del rabino y fue camino arriba hasta encontrar un desarrollo inmobiliario, Isla de Agua, en el que no solo acabó viviendo sino que se involucró a tal punto que terminó haciendo una sinagoga.

“Hoy por hoy está el jajam Nissim Betech ahí”, explica. “Hay una tebilá, un knis, hay clases y hay todo”, nos cuenta con orgullo. Pero la vida quiso que, cinco años más tarde, el rabino Pinto volviera a aparecer en escena.

“Después de que ya vivíamos cinco años ahí, vino el rabino Pinto otra vez (…) y le dije: ‘jajam, ya me voy, ¿no? Ya hay tevilá, ya hay knis, ya hay clases, ¡qué hago acá! Mis hijos están en Tecamachalco…’.”

La respuesta del rabino fue tan clara como enigmática: “Ya te puedes cambiar pero con una condición: tienes que hacer una sinagoga en tu casa”. Para Kurson, el permiso del rabino de volver a su antigua casa en Tecamachalco suponía un nuevo problema. No tenía en su casa suficiente espacio para construir una sinagoga.

Así se lo hizo saber al rabino pero este insistió. También le dio un talit y le pidió que se lo entregara a José Shatz. “Él te va a ayudar”, le dijo. Y cuando Kurson le preguntó si debía pedirle dinero para la obra, el rabino negó: “Te prohibo que le pidas dinero”.

Confuso pero confiado, Kurson acudió a la cita. “Fui con él y le dije: ‘te manda esto el rabino Pinto y quiere que me ayudes a hacer un knis’.” Y cuando Shatz le preguntó si quería dinero para la obra, Kurson siguió las enigmáticas instrucciones de Pinto y le dijo que no, que debía ayudarlo de alguna otra forma.

Luego de pensar durante varios minutos, Shatz supo lo que tenía que hacer. Tomó el teléfono e hizo una llamada. Entonces, “le llama a un señor Manuel Roditi . Llegó conmigo y me dijo: ‘No te preocupes. Sí lo vamos a hacer acá y yo no te voy a cobrar un quinto’.”

Roditi, quien tenía experiencia en la construcción de sinagogas, encontró en la casa de Kurson el espacio para hacer el prometido knis: el jardín. “Yo no tenía la menor idea de cómo hacer un knis en mi casa. Gracias a Dios hicimos un knis chiquito pero caben como 130 personas. Tenemos minián en la mañana, en la tarde. Tenemos clases, en Shabat tenemos minián, en Kipur, en Rosh Hashaná, y gracias a Dios funciona muy bien.”

Parte de la sinagoga de Jaime Kurson
Parte de la sinagoga de Jaime Kurson

El futuro del Kosher

Y así,  la familia Kurson sigue dejando su huella en la comunidad judía de México. Cuando se le pregunta qué sigue para Kurson Kosher, él le cede la palabra a su nieto, Yossef Jai Kurson, el representante de la quinta generación de esta familia de emigrados de origen polaco que, hoy por hoy, son sinónimo de productos Kosher de alta calidad.

En el mundo, el Kosher está creciendo. Cada vez hay más industria, más fábricas, más marcas que buscan hacer sus productos Kosher. Y cada vez hay más gente que entiende y conoce qué son los productos Kosher y los están consumiendo más.”

Se trata, explica, de personas que, sin ser judías, valoran la calidad de los productos Kosher y buscan adquirirlas. Kurson, nos cuenta, distribuye sus productos en la cadena de supermercados Costco, que llega a muchas regiones de México.

Su misión, ahora, es ampliar esa red de distribución para alcanzar los sitios más alejados donde un mercado cada vez más ávido pueda encontrar carne, embutidos y lácteos avalados por el sello rabínico que garantiza una crianza y un sacrificio humanitarios.


Aquí, algunas fotos de la sinagoga que Jaime Kurson construyó en su casa, por instrucciones del Rab Pinto: 

 

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