Enlace Judío.- Se cuestiona el barcelonés Sergio Farrás:  Las fiestas del barrio de Gràcia en Barcelona, ¿son apocalípticas o provocadoras?

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Las fiestas populares deberían ser siempre pretendidamente neutrales o apolíticas. Este año – y ha devenido costumbre en las fiestas del barrio de Gràcia en Barcelona– se ha repetido una especie de mensajes provocadores de tinte antisionista y falacias antisemitas que suelen perseguir las ofensas. Ante mi escasa o nula sorpresa -porque como he dicho, ya es costumbre en este barrio barcelonés- se presenta colgada y suspendida en un enrejado que da a la vía pública en una de sus numerosas calles una pancarta, como si fuese una atracción de feria más del lugar y que rezaba así: “Free Palestine End Apartheid”.

¿Se dan cuenta la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, y el Ayuntamiento de la Vila de Gràcia de este subliminal mensaje que puede invitar al desprecio y desconsideración que a la comunidad judía puede molestar? La pancarta en cuestión colgaba provocativa e instigadora; si más no, a la discutible presencia de la misma en unas fiestas que suelen ser icono de libertad y pluralidad tanto como de espíritu apaciguador entre culturas. Ergo: de muy mal gusto es entonces la pancarta en cuestión.

La de Gracia es la fiesta mayor veraniega por excelencia de Barcelona y su fama atrae a vecinos de toda la ciudad, así como a los visitantes y turistas que pasan aquí unos días. Y claro, estos temas de pasacalles propagandísticos apoyando causas como, por ejemplo, a una organización palestina que se declara habitualmente cercana como yihadista, nacionalista e islamista igual está de sobrante exposición. Y todo esto a la vista del turista o visitante que se le refleja en su retina al lento pasear. Es entonces cuando el forastero medio turista, medio paseante, corre el insano peligro de que en su inconsciente se pueda llevar una mala interpretación reivindicativa de la misma.


¿Red de apoyo al pueblo palestino?

Ya en el 2014, en el pregón de inauguración de estas mismas fiestas populares anuales barcelonesas, se postulaba ondeante y provocadora otra pancarta con una inmensa bandera de Palestina que pedía al Ayuntamiento no ser “cómplice” con Israel y que adornaba con poco disimulo la fachada del edificio consistorial. Todo ello avalado por algunos vecinos y entidades “alternativas”. ¿Otra desliz e insana provocación que se hubiese podido evitar? ¿Están las fiestas del barrio de Gràcia politizadas año tras año?

Igual queda algo de trabajo por hacer, como pulir los cantos afilados de los malentendidos para aclarar intenciones políticas en esta tradicional fiesta barcelonesa. Y esto no se conseguirá si no dejamos de mirarnos en el ombligo del desprecio absoluto a ciertos colectivos. Hacer una fiesta mayor no es competir por quién pone más “pancartas” de dudosa expresión y entendimientos sólo para contentar a un reducido grupo de políticos “avispados” y ansiosos por unos votos que les interesan. Sin olvidar a los personajes más “frikis” del entorno, que apoyan normalmente sin conocimiento cabal del tema que puede llegar a ser peligrosamente antisemita. Son pocos estos extraños y bizarros provocadores, pero, sin causa ni conocimiento, siempre están revoloteando y haciendo murmuración del pueblo hebreo sin más erudición que el falso odio que les venden como una vulgar cerveza en cualquier esquina.

La libertad de expresión es un principio que apoya la libertad de un colectivo de articular sus opiniones e ideas sin temor a represalias. Pero los límites de la libertad de expresión y la apología del odio deben estar bien definidos y alineados al respeto para que no constituyan ofensas ni inquino desprecio. Y una pancarta de apoyo a la causa palestina con la frase y a la vista de todos los transeúntes: “Palestina Libre Fin del Apartheid” no debería haber estado allí, en esa fiesta mayor del barrio de Gràcia barcelonés que tanto engrandece a la Ciudad Condal y que no precisa estas proclamas provocadoras de tinte político y de falsa percepción sesgada contra los judíos.

Por lo demás, el resto de la fiesta mayor de Gràcia pintoresca, popular y bien. Con la fuerza vital que ha de sustentar su sana esencia sin meterse en atolladeros e ignorados rumbos políticos de imprudentes incitaciones, que, a mi juicio y entender, no interesan.

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