Enlace Judío- La Noche de los Cristales Rotos o Kristallnacht, fue un evento histórico compuesto por una serie de ataques en la Alemania Nazi y en Austria la noche del 9 de noviembre de 1938. Es considerada como uno de los pogromos más devastadores en la historia del pueblo judío.

Una de las características más puntuales de esta triste noche fue que las llamadas tropas de asalto del Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán atacaron las zonas de habitación judías con apoyo de la ciudadanía alemana. También está documentado que en otras zonas, la población civil no intervino ante las destrucciones de propiedad y agresiones en contra de sus vecinos judíos.

La Noche de los Cristales Rotos no fue el primer evento de este tipo ni tampoco de la misma naturaleza.

Tristemente, a lo largo de los siglos, las diferentes sociedades judías vivieron una larga y cansada serie de agresiones…

…mismas que podemos ubicar desde la elevación del cristianismo como única religión permitida a finales del siglo IV de la era común.

El también conocido como Edicto de Tesalónica celebrado en el 380 de nuestra era estableció el inicio de las legislaciones antijudías.

Si bien no fue la única causa, podemos establecer esta fecha como el punto histórico desde donde arrancaron una serie de ataques institucionalizados y/o colectivos en contra de las comunidades judías en Europa. Aunado a las políticas religiosas establecidas por Agustín de Hipona desde finales del siglo IV, la población judía comenzó un proceso que podríamos resumir como una serie de normativas orquestadas por una mancuerna entre la Iglesia y las monarquías, mismas que tenían como finalidad limitar, censurar, agredir, desplazar y minimizar la vida judía.

Como lo han estudiado muchos investigadores, la realidad de las juderías a lo largo de la Edad Media fue diferente; en algunas se respiró un clima de mayor libertad mientras que en otras estuvo presente la opresión. Los reyes tenían injerencia en la definición del tipo de vida para los judíos.

Mientras que en la zona de la Germania medieval los señores feudales del Sacro Imperio Romano Germánico limitaron el número de judíos que les era permitido vivir por barrios, en la España Sefaradí la situación fue diferente.

La presencia del islam en la mayor parte de la península Ibérica favoreció el desarrollo social, comercial y cultural de los pueblos judíos que habitaron la zona musulmana.

Éstos no tardaron en volverse figuras públicas que favorecieron a sus comunidades y encontraron una función mediadora entre el poder de los emires y califas y su comunidad.

Más tarde con el avance de la reconquista cristiana, muchos judíos fungieron como intermediarios o embajadores entre el poder musulmán y el cristiano.

Gracias a los estudios históricos y también de la Historia del Arte, entendemos el profundo desarrollo cultural que permitió el florecimiento de las juderías o aljamas a lo largo de toda la España Sefaradí, desde la zona cristiana en el norte hasta el sur andaluz que en ese momento era musulmán.

En notas anteriores me he referido a la Sinagoga del Tránsito como ese ente religioso-artístico que conjuntó la realidad cultural medieval hispánica: una sinagoga sefaradí levantada bajo los principios estéticos de la arquitectura islámica y construída con el permiso del rey cristiano Pedro I de Castilla, una demostración de nivel elevado de la convivencia conceptual, espacial, política y religiosa.

Debido a todas estas causas, el contexto de las juderías sefarditas fue más amable y bondadoso que la realidad limitada y marginal que llegaron a tener la mayoría de las comunidades ashkenazim de esos mismos siglos. Se han estudiado ampliamente las migraciones de varias comunidades judías francesas o inglesas a territorio sefaradí durante la Baja Edad Media.

Mientras la vida en Ashkenaz era difícil, en Sefarad se miraba un cielo de oportunidades y así transcurrió el desarrollo de la vida judía en las tierras cristianas y musulmanas de lo que hoy conocemos como España. El auge de esta vida judía se vió reflejado en las más de doscientas cincuenta juderías o barrios entre las que podemos destacar por su relevancia intelectual, religiosa, cultural y económica las de Girona, Barcelona, Mallorca, Canarias, Toledo, Burgos, Zaragoza, Valencia, Mérida, Toledo, Segovia, Sevilla y Granada del lado cristiano y Granada, Almería, Albaicín y Murcia entre otras del lado musulmán.

Sin embargo esta vida de desarrollo llegó a su fin en 1391. Cuando pensamos en la destrucción de Sefarad, la expulsión de 1492 aparece como una fecha determinante.

Sin embargo, dicho Edicto de la Granada representa la parte culminante de un largo proceso que comenzó desde un siglo antes, en 1391.

Tal y como sucedió en la noche de los cristales rotos en 1938, en la Sefarad medieval se dio un fenómeno histórico conocido en hebreo como el Gzirot kana del 5151 (fecha hebrea), un evento que marcó el inicio del fin de la vida judía en la península ibérica.

Fernando Martínez fue un religioso de la Orden de Predicadores o Dominicos que comenzó su carrera en Écija, provincia sevillana. El también conocido como Ferrán o Ferrant Martínez tenía una relación muy cercana con las grandes cabezas eclesiásticas de la curia hispalense, como por ejemplo el primer cardenal-arzobispo de Sevilla Pedro Gómez Barroso Albornoz, con quien tenía una fuerte amistad.

La formación de Martínez siempre estuvo inclinada al antisemitismo, mismo que había sido fomentado por la Iglesia desde siglos anteriores; el propio Martínez citaba en sus discursos antisemitas a figuras como Agustín de Hipona, Nicolás Donin, Ramón Llull y Vicente Ferrer, todos ellos considerados actualmente como importantes figuras dentro de la Iglesia Católica.

El conflicto monárquico entre las familias castellanas importantes del momento dio paso a la construcción de un antisemitismo hispánico que relegaba toda la responsabilidad del devenir de Castilla a las familias judías importantes, una especie de teoría conspiracionista que hemos visto repetida constantemente a lo largo de la historia.

Fernando Martínez aprovechó uno de los momentos más críticos de la crisis política y económica que se vivía en aquel entonces para orquestar una serie de asaltos a la judería de Sevilla, mismos que se convertirían en una matanza de proporciones nunca antes vistas.

Matadores de judíos

En el mes de junio de 1391, Fernando Martínez congregó a una serie de asesinos y ladrones que se organizaron bajo el nombre de matadores de judíos para asaltar la aljama de Sevilla, una de las más grandes y pobladas de toda la España Medieval.

La incompetencia de la guardia real y el furor de la multitud violenta, fueron la combinación perfecta para que en menos de tres días la judería sevillana quedara reducida a cenizas. La mayoría de sus habitantes fueron masacrados y la población cristiana no ayudó a sus vecinos judíos. La fuerza que Martínez tomó con este evento hizo que sus hordas avanzaran por los caminos de Castilla.

Entre finales de julio y principios de agosto de 1391 fueron destruidas las juderías de Córdoba, Andújar, Montoro, Jaén, Úbeda, Baeza, Ciudad Real, Cuenca, Huete, Escalona, Madrid, Toledo, Burgos y Logroño entre decenas de aljamas de los pueblos pequeños. La matanza se extendió hasta el reino de Aragón en donde fueron atacadas y destruídas las juderías de Valencia, Orihuela, Játiva, Barcelona, Lérida y Palma de Mallorca. Otras comunidades como Girona y Zaragoza desaparecieron por el miedo de ser tomadas y sus habitantes buscaron rutas de evacuación.

Al final de estos meses de destrucción quedaron en pie veintisiete de las más de doscientas cincuenta juderías existentes antes de las masacres de 1391. Las preguntas históricas sobre estos eventos siguen presentes en pleno siglo XXI ¿Por qué los reyes de Castilla y Aragón no frenaron las matanzas? ¿Por qué la Iglesia no abogó por el mandamiento de “no matarás”? y quizá la más fuerte de todas ¿Dónde estaba el espíritu humano de caridad y ayuda de los vecinos cristianos? Es verdad que hay registros de familias cristianas que ayudaron a escapar o a esconder a sus vecinos judíos, pero el odio, la rapiña, la maldad y la indiferencia fueron los motores que destruyeron la vida sefaradí en menos de tres meses y jamás se recuperaría.

Un siglo después, el Edicto de Granada pondría punto final a mil quinientos años de historia judía en España.

Desgraciadamente la indiferencia ha estado presente en estos eventos antisemitas y en todos los fenómenos históricos relacionados con la xenofobia. Las matanzas de 1391 y 1938 son un recuerdo de que ante el dolor del otro, debemos extender la mano.

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