Enlace Judío- Aquellos que tratan de defender al pueblo judío del tsunami de odio que ha inundado a los países de Occidente, a menudo se enfrentan con una implacable negación de que actitudes anti Israel o anti sionistas son la nueva versión del antisemitismo.

Por Melanie Phillips, JNS / TRADUCCIÓN DE EUGENIA RUSSEK.

Se afirma en cambio que los defensores de Israel están tratando de acallar las críticas hacia lo que hace Israel y no permiten que se le critique como a cualquier otro país.

Pero a Israel no se le critica como a cualquier otro país

Al contrario, se le somete a libelos obsesivos, a dobles raseros, y se le usa como chivo expiatorio para crímenes de los que no sólo es inocente, sino que es víctima de los mismos. Todo lo anterior es característico del antisemitismo.

Esta miopía letal ahora se extiende desde Australia hasta un teatro londinense.

Hace cuatro años, un gobierno australiano conservador anunció que reconocía a “Jerusalén occidental” como la capital de Israel. Esta semana, el actual gobierno laborista australiano dio marcha atrás en esa decisión, declarando que la capital de Israel es Tel Aviv.

A pesar de las afirmaciones contrarias hechas tanto por falsos amigos como por enemigos, Israel tiene derechos legales, históricos y morales sobre Jerusalén. Lo que es más, el absurdo evidente de declarar a Tel Aviv como capital de Israel, sólo fue superado por su arrogancia .

Un país soberano decide por sí mismo adónde sitúa su capital

Nadie más puede decidir que – su capital es en realidad otra ciudad.

El primer ministro australiano Anthony Albanese declaró que “el status de Jerusalén Occidental debe ser resuelto en negociaciones de paz entre israelíes y palestinos”.

Pero es la parte Este de Jerusalén la que es motivo de controversia. Nadie ha sugerido jamás que el resto de Jerusalén, que ha sido parte de Israel desde la creación del Estado, sea sujeto de negociación.

Jerusalén, que ha tenido una mayoría de población judía desde mediados del siglo 19, es la antigua capital del reino judío y es esencial en la religión judía. El comentario de Albanese deja perfectamente en claro que Australia ha señalado a Israel en un acto de agresión gratuita, dirigido al corazón mismo de la identidad israelí y judía.

Con ello, la política de Albanese cae dentro de la definición de antisemitismo. Y sin embargo, su partido, al igual que gran parte de la izquierda en Occidente, sostiene que las actitudes anti israelíes o anti sionistas son una posición política legítima. Asocian el antisemitismo con antiguos y letales estereotipos del dinero, el poder y el ansia de sangre demoniaca de los judíos.

Sin embargo, la causa palestina que defienden se basa precisamente en esos estereotipos y ellos se desviven tratando de mantener su apoyo a la causa palestina y al mismo tiempo intentan distanciarse del antisemitismo de la misma.

Malabarismos en escena

En este momento, ese tipo de malabarismos están a la vista también en el London’s Royal Court Theatre. Ese teatro ha sido desde hace mucho tiempo el escenario preferido de obras de vanguardia de tendencia izquierdista. Como resultado, tienen una larga historia de exhibir puestas en escena con ataques viles contra el pueblo judío bajo al manto de “críticas” a Israel.

En 1987 se programaron funciones de la obra de Jim Allen, Perdition (Perdición). La obra alega falsamente que los sionistas colaboraron con los nazis para mandar a medio millón de judíos a las cámaras de gas, a cambio de salvar a unos cuantos judíos prominentes que serían los fundadores del Estado judío. Como consecuencia de un mar de protestas, el teatro canceló las representaciones dos días antes del estreno.

En 2009, puso en escena la obrita de diez minutos de Carryl Churchill llamada Seven Jewish Children (Siete niños judíos). Supuestamente como reacción a un bombardeo militar israelí en Gaza, la obra presentaba a los judíos israelíes como monstruos que matan deliberadamente bebés palestinos. Haciendo referencia al “pueblo elegido”, daba como causa esencial de este rasgo psicopático al judaísmo mismo.

El año pasado, el teatro presentó Rare Earth Mettle, de Al Smith, que tenía como personaje principal a un billonario rapaz cuyo nombre originalmente era Hershel Fink. Aunque el personaje no era judío, tenía un nombre típicamente judío para simbolizar el epítome del billonario rapaz ¬– la imagen de la plutocracia judía.

Después de las protestas de la comunidad judía, el teatro se apuró a cambiar el nombre del personaje a Henry Finn y se deshizo en disculpas por lo que llamó un “sesgo inconsciente”.

Ahora, en lo que puede verse como un intento cínico de blanquear su reputación post-Hershel Fink, el Teatro Royal Court ha puesto una obra que se llama Jews in Their Own Words (Judíos en sus propias palabras), del periodista de izquierda judío de The Guardian, Jonathan Freedland.

La obra, a la que asistí esta semana, toma el escándalo del asunto Hershel Fink como punto de partida para llevarnos en diferentes paradas a un tour por el antisemitismo británico. Reproduce las reflexiones de una selección de judíos, en su mayoría liberales o de izquierda, representados por actores, para saltar de la persecución de la comunidad judía británica en la Edad Media al trauma intergeneracional del Holocausto y finalmente a la epidemia de antisemitismo en el Partido Laborista bajo su anterior líder, Jeremy Corbyn.

Estas constantes persecuciones son alarmantes por su amplitud, sin mencionar lo que revelan acerca de la naturaleza enfermiza del antisemitismo en sí. Dado que hay muy pocas personas conscientes de todo esto, la obra es útil para poner los hechos en la atención del público.

Lo que me enojó, sin embargo, fue escuchar los sobresaltos de incredulidad, viniendo de un público principalmente judío, cuando los actores expresaban los ejemplos más infames de ataques británicos contra los judíos ¿Por qué el asombro? ¿Dónde ha estado toda esta gente durante las últimas décadas?

Todos lo que participaron en esta obra ahora son sometidos a asquerosos abusos antisemitas. Y los judíos han expresado su incredulidad hacia esto también ¿Por qué? ¿Realmente han estado aislados herméticamente de lo que está pasando?

En 1982, se me trataba como alguien que no era realmente británica, sólo por defender de mentiras malintencionadas a Israel

…un país que nunca había visitado y al que no viajaría sino hasta 18 años después .

En 2001 (habiendo ya visitado Israel en dos breves ocasiones), se me acusó en televisión en vivo de “doble lealtad” por apoyar los intentos de Israel de suprimir la campaña de asesinatos en masa conocida como la segunda intifada.

Mucho antes de que se pusiera de moda la “cultura de la cancelación”, fui marginada por la izquierda por oponerme a su plan de destruir la cultura y la identidad del Occidente. Pero allá por los ’90, llegó a mis oídos que colegas periodistas con impecables credenciales anti racistas y liberales decían entre ellos que lo que realmente los repelía era que yo era “simplemente tan judía”. Y cuando llegaron las redes sociales, naturalmente muchos me agredían en Twitter en groseros términos antisemitas.

Pero sólo cuando los izquierdistas comenzaron ellos mismos a ser blanco de estos prejuicios comenzaron a protestar

A través de sus propias palabras expresadas en el escenario del Royal Court, escuchamos el truco que algunos de ellos utilizaron para resolver el entuerto de haber sido racialmente discriminados por sus camaradas de la izquierda “anti racista”.

Después de todo, dicen algunos, ellos también piensan que Israel es racista, actúa ilegalmente y oprime a los palestinos. Esto está debajo del aullido de indignación de todos ellos: ¿Por qué nos atacan a nosotros?

La distinción que hacen estas personas entre antisemitismo y anti sionismo les permite envolverse en la bandera de la victimización que los conecta con el Holocausto, los libelos de sangre medievales y el antisemitismo endémico de la literatura inglesa.

Al llevar este manto protector, pueden seguir difamando a Israel, o continuar en los brazos de aquellos que lo hacen.

El Teatro Royal Court puede estar contento de que al haber presentado una obra que no sólo pone al antisemitismo en el centro del escenario, sino que reconoce su propio “sesgo inconsciente” del pasado, ahora puede fingir ser un amigo de los judíos. Igual que el nuevo Partido Laborista sanitizado, donde el antisemitismo ha sido escondido debajo de la alfombra como una aberración “corbinista”, ahora aparentemente es seguro para los judíos asistir de nuevo al Royal Court Theatre.

La Haggadá de Pésaj nos dice: “En cada generación se levantan para destruirnos”. En cada generación los judíos de la Diáspora se dicen si mismos: “Sí, nos fue mal, pero ahora ya todo está bien”.

El antisemitismo es proteico, cambia de forma y se adapta conforme cambian los tiempos. También cambian los velos que los judíos de la Diáspora extienden sobre él para taparlo y continuar fingiendo para ellos mismos que están a salvo y son aceptados.

Hasta la siguiente vez.


Melanie Phillips es una periodista, comunicadora y escritora británica. Escribe una columna semanal para JNS. También es columnista para The Times of London y su biografía personal y política Guardian Angel ha sido publicada por Bombardier, que también publicó su primera novela The Legacy.


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