Enlace Judío – Varios sistemas éticos suelen dividir el mundo entre las cosas que tienen un valor intrínseco, que son valiosas por sí mismas, deseables por sí mismas, y las cosas que son valiosas como un medio. Por ejemplo, el dinero no tiene para el individuo un valor por sí mismo, es un objeto que usamos como transacción para acceder a cosas que nos son mucho más significativas. En sí los bienes materiales los buscamos por lo que nos dan, no tanto por ellos mismos: una cama es valiosa por el descanso que obtenemos en ella, una casa por la seguridad y protección que nos ofrece. A diferencia de por ejemplo un objeto artístico que se busca por su belleza, o una relación amorosa que la valoramos por ella misma: por el tiempo que pasamos con la persona, por el placer de conocerla, de amarla y velar por su bien.

Gran parte de construir un camino espiritual consiste en tratar de darle peso en nuestra vida a las cosas que tienen un valor intrínseco para nosotros y rodearnos de ellas. Implica construir una relación poco utilitaria con el mundo. Ello no quiere decir que desechemos los bienes materiales que nos rodean, ni que nos privemos de cosas que nos son útiles, sino que le demos realmente la dimensión que tienen; o incluso que a través de ellos podamos alcanzar una relación más profunda con cosas menos materiales. Por ejemplo, el agradecimiento y la alegría.

Uno de los aspectos que más me gustan de rab Hirsch como pensador es que constantemente remarca la importancia de darle peso al crecimiento espiritual en nuestras vidas. Muestra cómo la alegría verdadera se encuentra en nuestra estabilidad emocional, en aquello que consideramos eterno, genuino y bueno para el ser humano. Recalca ampliamente la importancia del actuar ético en el hombre y de un encuentro personal con el mundo que nos rodea. Esto lo hace a través de resaltar las enseñanzas que las prácticas y los textos judíos ofrecen. Es uno de los comentaristas más reconocidos del siglo XIX, fue conocido como un gran rabino, y tiene una obra muy vasta de textos filosóficos, halajicos, sociales y de análisis bíblico. Solía publicar artículos mensuales en la revista Jeshurun, algunos de éstos han sido recopilados y difundidos en redes y libros.

En uno de ellos habla sobre la felicidad y la importancia tan grande que la alegría tiene para la cultura judía. Rechaza la idea de un sacrificio a los placeres materiales, y toca el tema de la construcción de una relación con D-os a través del tiempo. Los siguientes son sólo algunos aspectos muy generales de los que menciona en los artículos.

La felicidad en el judaísmo

El ensayo empieza hablando sobre cómo el cumplimiento de mitzvot y Torá han sido visto negativamente por otras culturas a lo largo de los milenios. Menciona que incluso hoy (ese entonces s XIX) en la época moderna, muchos judíos ven con desprecio la cultura de la Torá y huyen de su cumplimiento; la descalifican como una religión oscura que exalta la privación, la tristeza y el dolor. Sin embargo, el rabino crítica esta postura y remarca el hecho de que precisamente el judaísmo no es una religión sino una relación con el mundo, el centro de la cual radica en hacer de cada evento cotidiano un momento de felicidad y plenitud. En la que además los bienes materiales, el placer y el gusto nunca han sido vistos con malos ojos, pues la bonanza es parte de las promesas que las tribus de Israel recibieron en el desierto. Resalta también el hecho de que en los tiempos más difíciles el judío siempre pudo refugiarse en sus creencias, en sus tradiciones y a través de ellas darle vida a los ambientes más oscuros:

‘Pues la Palabra de Dios no es para ellos más que mandamiento tras mandamiento, precepto tras precepto, restricción tras restricción, detalles insignificantes aquí y allá, para que vayan, tropiecen, sean quebrantados, frustrados y atrapados’. Sin embargo, una sola mirada a la Biblia judía, una sola mirada a la totalidad de la historia judía debería hacer que el observador sacudiera la cabeza con asombro. ¿Es posible? Una religión que promete a sus seguidores el paraíso terrenal, las bendiciones de la lluvia y el rocío, del campo y la pradera, de la tierra y sus frutos, de los hijos, la salud, la prosperidad y la paz, ¿podría una religión así ser capaz de sofocar y restringir la alegría de vivir? Una religión que es tan positiva en cuanto a su mirada del disfrute y los beneficios de una vida activa, creativa y productiva que a menudo invita a la crítica totalmente injustificada de estar excesivamente inclinada al materialismo, ¿podría tal religión fruncir el ceño ante la iniciativa de una actividad positiva, agradable y creativa y favorecer un estilo de vida de resignación y meditación retraída?

¿Recuerdas las oscuras y estrechas viviendas de tus antepasados en los guetos? Vivieron en esos lugares durante siglos, plenos, alegres y felices. Deberíamos preguntarnos: ¿Qué fuente inagotable de felicidad debe haber en el judaísmo para que pueda aportar valor, esperanza y alegría en la morada más sombría y en tiempos de indecible tensión?

(1)

Para rab Hirsch esta felicidad radica primordialmente en el hecho de que no hay una separación entre el mundo material y el espiritual como tal. Toda acción es un acto de amor, el hombre encuentra a D-os en todos los aspectos de su vida y todo lo que lo rodea se convierte en una forma de felicidad en sí misma:

Quien concibe toda su vida como una sucesión de mitzvot no conoce la pena, ni la mezquindad, ni el mal. La palabra de Dios es el bastón milagroso que endulza las aguas más amargas. Es el aceite sagrado que santifica y consagra lo más mundano, lo más ordinario y trillado.

(2)

Incluso advierte que está prohibido privarse de placeres por razones de ignorancia, pues al hacerlo el hombre rompe el balance del mundo. No actuá con rectitud, para ello debería tener en cuenta todas las situaciones de la vida:

“Así, el descuido o la supresión de cualquier deseo sensual normal es tan perverso como el mal uso o el despilfarro de las inclinaciones físicas y sensuales de uno, que son dadas por Dios y que deben permanecer santificadas para Él.”

En pocas palabras nos está prohibido rechazar las bendiciones que nos son dadas.


Fragmentos:

1)

For the Word of God is to them nothing but command upon command, precept upon precept, restriction upon restriction, restraint upon restraint, petty details here and there, that they might go and fall backwards and be broken, thwarted and trapped.” Yet, just one glance into the Jewish Bible, one glance at the totality of Jewish history should cause the observer to shake his head in wonderment. Is it possible? A religion that promises its loyal adherents earthly paradise, the blessings of rain and dew, of field and meadow, of earth and its fruit, of children, health, prosperity and peace-could such a religion be capable of stifling and restricting the joy of life? A religion that is so positive regarding the enjoyment and benefits of an active, creative and productive life that it often invites the totally unjustified criticism of being overly materialistically inclined-could such a religion frown upon the initiative of a positive, enjoyable and creative activity and favor a lifestyle of resignation and withdrawn meditation? …

Remember the dark and cramped ghetto dwellings of your ancestors? You do know that they lived in such places for long centuries, content, cheerful and happy. And you ought to ask yourselves: What inexhaustible source of joy must there be within Judaism if it can bring courage, hope and joyfulness into the gloomiest abode and in times of unspeakable stress?

2)

He who conceives of his whole life as a succession of mitzvot does not know sorrow or meanness and evil. God’s word is the miraculous staff that sweetens the bitterest of waters. God’s word is the sacred oil that sanctifies and consecrates the most mundane, the most ordinary and trite.

3)

Every man, so the Jew’s Rabbis teach him, will one day have to give an account of any innocent pleasure of which he may have deprived himself out of ignorance. For just as his religion teaches him the “idea of God” as the fundamental concept of his thinking, so “justice” is to be the root motivation of his life. Justice, as the term implies, affirms as well as denies, taking into account every situation in life. It does not condemn God-given dispositions, impulses or urges in themselves but measures them in their relation to what is good and moral. Thus, the neglect or suppression of any normal sensual desire is as wicked as the misuse or waste of one’s physical and sensual inclinations which are God-given and which must remain hallowed to Him. (Isaiah 45,18): God created the earth not as a wasteland but to serve as a dwelling place for cheerful, happy human beings.

Artículo: Felicidad judía