Enlace Judío – Por errores de carácter o distorsiones de nuestras culturas, tendemos a creer que nuestro crecimiento personal o nuestra relación con D-os se fundamenta sólo en nosotros mismos; es decir que la espiritualidad se remite únicamente al marco de nuestras emociones y del conocimiento personal. Sin embargo no es así, mucho de lo que somos y de cuánto hemos recorrido se nota por la forma en que tratamos a los demás y por cómo nos relacionamos con ellos. Una parte muy importante de la Torá y del crecimiento personal son todas las mitzvot (mandatos) referentes al trato con el prójimo y son parte de la halaja (ley judía). A este tipo de mandatos es que rab Hirsch menciona como “mishpatim” en su libro de Horeb. De ahí es tomada la siguiente reflexión.

“No camines como un diseminador de historias entre tu pueblo” (Levítico 19:17)
“que no sean como Koraj y su congregación” (Números 8:5)

Es en estos versículos que la Torá nos prohíbe hablar mal del prójimo y regar chismes al interior de la comunidad, lo que en hebreo se conoce como (lashon hara y rejilut). Es un tema sumamente popular hoy en día y está compuesto por varios halajot (particularidades) que lo definen. Los sabios incluso a veces lo comparan con asesinar a un hombre. Sin embargo, la pregunta nunca sobra: ¿por qué?, ¿qué sucede cuando hablamos mal de alguien a sus espaldas? La respuesta es sencilla: destruimos la imagen que esa persona tiene de sí misma, afectamos el aprecio que los demás le tienen y rompemos la paz. En palabras de rab Hirsch minamos la base que mantiene unida a la sociedad y que trae entre los hombres la prosperidad, pues ésta depende del aprecio, el cariño y el amor que los individuos comparten. Lo interesante de estos fragmentos es que en Horeb se unen discursivamente el honor, la paz y el amor.

El honor como la imagen frente a los demás

Rab Hirsch define al honor como la percepción que los demás tienen de una persona, es importante porque afecta la forma en que esa persona es tratada por los demás. Además también impacta sobre la imagen que esa persona genera de sí misma. Y aunque lo ideal sería que no nos basáramos en los otros para definirnos, que pudiéramos realmente medirnos en base a nuestro propio sentido ético, es ingenuo pensar que no importa. Al final hay cosas que tienen el poder de lastimarnos o alegrarnos aunque no las veamos y el honor es una de ellas: “no hay nada más reconfortante y placentero para el hombre que el respeto y amor que su prójimo le da.” Por eso lastimar la imagen de un hombre simplemente por el placer de hacerlo es sumamente grave, por el daño directo que causamos a ese individuo.

Los efectos sobre la paz

Aún así la dimensión del daño es mayor pues privas a la persona de relacionarse naturalmente con los demás y de esa forma se afecta para siempre la paz. Cuando una persona tiene una imagen personal sumamente dañada es difícil que pueda realmente acercarse a los demás y entablar relaciones sanas, como marca rab Hirsch es incluso difícil que pueda acercarse a D-os.

Esto es una ruptura directa de la paz, pues lo que nos hace unirnos como individuos dentro de una sociedad es precisamente el aprecio, el cariño y la cooperación que podamos compartir. Cuando un individuo es aislado de los demás y su imagen destruida, se rompe esa base de cooperación y surgen los sentimientos de odio, rencor, soledad.

Por lo mismo también hay que cuidarse de hablar bien de los demás, pues esto puede crear envidia y volver al hombre del que se habla objeto de las críticas.

¿Por qué lo hacemos?

Hay dos motivos nocivos por los cuales la gente habla de las otras personas. Una es por ocio y otra es por el deseo de exaltarse a uno mismo a costa del otro. Hay personas que se sienten tan pequeñas que sólo criticando a los demás son capaces de ver su propio valor. Para evitar caer en estos comportamientos en Horeb se recomienda el estudio de Torá y el trabajo en la humildad. Cuando uno ocupa su mente en cosas que ama, cosas que le dan un enriquecimiento por sí mismas, no cae en el ocio y no siente la necesidad de hablar de otras personas, porque su mente está ocupada en aquello que ama. En cuanto a la humildad implica recordar que no es la labor de cada individuo juzgar a su prójimo. Uno debe enfocarse en su propio crecimiento espiritual y trabajar en ello en vez de observar a los demás.

¿Cuándo sí se debe hablar?

Aunque en Horeb no se menciona, hay ocasiones en donde es necesario hablar de los demás. Por ejemplo, cuando ocurre un daño o un abuso es importante hablarlo para responsabilizar al culpable, proteger y reparar a las víctimas del incidente. También frente a situaciones complejas las personas encuentran consuelo al hablar de los eventos que les han causado un dolor profundo y parte del proceso terapéutico es poder hablarlo y enunciarlo. Sin embargo, siempre hay que tener cuidado de cuándo nuestros motivos son benignos y cuándo se busca más bien entretenimiento o crear un daño. La halaja estipula cuatro motivos por los cuales se puede hacer lashón hará y siete reglas de cómo se debe hacer.