Enlace Judío – En la era de los Acuerdos de Abraham, muchos israelíes que han asistido al mundial de Catar —sobre todo periodistas— se han topado con un evidente antisemitismo, edulcorado con las infaltables porras y manifestaciones de apoyo a la causa palestina.

No tiene nada de extraño. Justo Catar ha sido una especie de “oveja negra” dentro del mundo árabe.

Se trata de unos de los emiratos más pequeños de la región y, en comparación de Arabia Saudita, no es el más poderoso.

Sin embargo, sus emires gozan de una solvencia económica exorbitante, fruto de pingües negocios petroleros que se mantienen viento en popa. Así pues, Catar es el típico emirato chiquito, pero pudiente. Muy pudiente.

La casa real catarí desarrolló una estrategia muy singular para incrementar su coto de poder al interior de las realezas árabes: el canal Al Jazeera. Aparte de ser la principal cadena de noticias del mundo árabe, su labor también tiene un lado indiscreto.

Sus reporteros no sólo se dedican a las noticias, sino también a investigar las vidas privadas de los personajes más destacados de otras casas reales del mundo árabe. Y, como suele pasar en estos casos, siempre encuentran cosas que es mejor dejar en lo oculto.

Es decir, material para chantajear. Y les funciona: los demás países árabes han sido muy displicentes con Catar justo porque no quieren enfrentarse a la posibilidad de que algún secretillo se haga público.

Esto le ha dado a los emires de Catar la libertad de apoyar a los grupos extremistas que han inundado de terrorismo a muchas regiones del mundo árabe, o de las zonas colindantes. Sus simpatías con Hamás, ISIS o Al Qaeda nunca fueron secreto.

En los últimos años, la presión saudí se ha dejado sentir cada vez más en Doha, capital del emirato. Sí, se corre el riesgo de que alguien publique algo incómodo para los príncipes de Riad, pero Catar sabe que también corre el riesgo de que sus vecinos se enfurezcan y procedan a una invasión militar, algo contra lo que Catar no tiene modo de defenderse. Así que, desde hace un lustro, las relaciones entre ambos tratan de conducirse dentro de lo moderado.

Eso, por supuesto, no ha logrado que Catar —especialmente su población— se actualice respecto a la normalización de relaciones entre Israel y el mundo árabe. Y por eso su abierta y cínica judeofobia, que ya tuvo varios momentos estelares en lo que va del mundial.

No es el único aspecto en el que Catar es un país simple y llanamente retrógrado. En términos generales, Arabia Saudita o los Emiratos Árabes Unidos son más progresistas en muchos aspectos sociales, económicos o políticos.

Todo lo anterior significa que, en el marco de la normalización de relaciones entre Israel y los árabes, Catar será un tema al que habrá que ponerle atención. Especialmente por sus vínculos con grupos terroristas como Hamás, que se mantiene en pie de guerra contra Israel.

Mientras tanto, el mundial continuará desarrollándose de manera más bien normal y sin aspavientos, debido a que no son muchos los israelíes que andan de paseo por allá. El mundo, por supuesto, sonríe hipócritamente y finge que no pasa nada. Ni en materia de antisemitismo, ni en materia de Derechos Humanos (siempre en crisis bajo la feudal monarquía catarí).


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