Enlace Judío – Andamos por los caminos de Babel, simplemente no nos entendemos, recorremos nuestras múltiples memorias cada quién desde su entendimiento, en esos múltiples lenguajes que cayeron y se dispersaron por la soberbia humana. Querer llegar al cielo y desterrar a Dios, fue un deseo de esos hombres que juntos experimentaron la ira divina que los dividió a través de la división de un lenguaje único que los hacía poderosos como orgullosos, el deseo común equivocó el camino y en esas andamos aún, babelados, confundidos, haciendo intentos por comprendernos, por lograr llegar a una lengua única que nos hermane en el Rostro de Dios, que ponga fin a tanta guerra, a tantos desvíos.

Porque querer acceder al poder a través del lenguaje es un pecado, nada más importante para Dios que la humildad y la conciencia de que somos polvo, así en polvo se dispersaron los idiomas en aquél tiempo mítico, dejando a la humanidad mordiendo los ladrillos se su soberbia. Setenta naciones surgieron de esa división, setenta formas de ver al mundo, de percibir al otro, setenta que son el infinito de la incomprensión, rumbos bifurcados que aún quieren unirse para que seamos uno a través del lenguaje.

Llevamos a Babel en nuestros cuerpos, en nuestros nervios, y con esta torre derruida vemos horizontes tan distintos que andamos más bien rotos de incertidumbre. ¿Cómo hago entonces para entenderme con mi prójimo? Quizás el único idioma universal que nos queda es el silencio, la mirada que apunta hacia el rostro del otro con respeto, con una sonrisa que es también lenguaje universal que sustituye a la palabra en su debilidad. Porque la palabra quedó por cierto desacreditada, la palabra de Babel no era una palabra ética, cargaba en cada letra los intentos de la humanidad de colocarse por encima de Dios.

No fue posible esta escalada, esta falsa elevación por los andamios de una Torre que más que apuntar al cielo, estaba destinada a la fragmentación. Desde entonces buscar un lenguaje común ha sido deseo de los hombres y las mujeres, construir un espacio otro donde el habla sea comprehensión del otro y no maltrato, dominio, violencia. Por el lenguaje se deja llevar por el deseo de los hablantes, y puede violentar tanto como amar, mentir tanto como decir la verdad, traer luz tanto como oscuridad. Nuestros antepasados lingüísticos eran consientes de ello, pero se dejaron llevar por la ilusión, por el deseo desmedido de atrapar un Centro Esencial para después tomar su lugar. La humanidad no es el centro del Universo, es Dios quien ocupa ese sitio, y la historia de Babel nos deja este mensaje.

Y hablando de humildad, dicen que Moisés el libertador de Israel, era el más humilde de los hombres, curiosamente era tartamudo, quizás para rememorar ese sitio de la soberbia innecesaria en un líder de su enorme talla; este defecto en el habla, lo hizo grande porque le hizo saber que era limitado a pesar de ser el más grande de los profetas. Tenía miedo pero confió en Dios y en su hermano Aharón, así pudo cumplir con la gran misión que le había sido encargada. Nuevamente entendemos a través de este relato que el centro no es el hombre, por más importante que sea, el centro es el otro y dese el otro el encuentro con lo divino.

La plegaria es otra de los lenguajes que nos hermana, somos uno cuando rezamos al unísono, nuestras intenciones se dirigen a algo más grande que nosotros y de esa manera sabemos que somos como hormigas trabajando juntas por construir el espíritu.

Todo lo demás es necedad irrisoria, diásporas, heridas en las palabras, desencuentro, ajenidad, separación, un simple teatro en un escenario que apunta hacia el vacío.

El lenguaje político es muchas veces Babel, la palabra se hace utilitaria, se le somete como se quiere someter a los pueblos, con el poder del vocablo espada. No hace falta hacer la guerra con fusiles pues confundirnos es ya hacer una guerra en las conciencias, babelear a los inocentes para que piensen algo que no es, y desde la falsedad y la manipulación quitarle a los demás la libertad de pensar.

Estamos en los albores de un nuevo mundo, todo cambia vertiginosamente, ¿de qué podríamos sostenernos ya, que no fuera una torre que se está cayendo? De Dios, de lo único que no cambia, de lo que siempre es Fiel a Sí Mismo y a Sus creaturas, del que sabe todo en todas las lenguas y al mismo tiempo, del que es el dueño del Tiempo y de las palabras, pues con ellas creó al Universo. De ahí aprendemos que la palabra debe y puede ser creativa, y que para serlo debe ser ordenadora, hacer la luz, tal como lo hizo el Eterno en los principios.

Así la palabra babélica se desprende felizmente de la palabra creadora y luminosa, ésta nos eleva hacia otras realidades más amables, nos saca del abismo, nos hace más hermosos y verdaderos.

Yo no quiero seguir yendo por los caminos de Babel, creo que nadie lo quiere a menos que le convenga. Me uno pues a una construcción más humilde, para servir al otro, y a Dios, para estar en sintonía con mi prójimo, con los pueblos hermanos, con los de mi propio pueblo y conmigo misma, pues a veces no hace falta un otro para andar confundidos pues nuestra mente es también Babel, y de ahí hay que salirse pero prontito, comprendernos a nosotros mismos es el primer paso para comprender al otro, para ofrecerle un espejo claro donde mirarse y entenderse.

Deseo que los caminos de Babel se transformen pues en caminos de claridad y transparencia, de encuentro, de manos estrechándose, de rostros mirándose en silencio con la gran sonrisa de la comprensión que hermana. Deseo ser camino de entendimiento para el otro, y que cualquier cosa que queramos construir juntos responda a los más nobles sentimientos e intenciones, para que este mundo encuentre pronto la redención tan anhelada.

 


Las opiniones, creencias y puntos de vista expresados por el autor o la autora en los artículos de opinión, y los comentarios en los mismos, no reflejan necesariamente la postura o línea editorial de Enlace Judío.